Eylem me dice que por qué no visitar Kosovo, ya que mi viaje no tiene corsé. Hacen falta turistas y un poco de normalidad, y el lugar es acogedor, ella lo sabe bien, ya son unos años trabajando allí. Pero es tarde y el bar del barrio turco de Skopje demasiado oscuro como para sacar algo en claro. Pero la idea no es descabellada, no en vano Pristina dista poco más de una hora de carretera desde Skopje, aunque en principio no entre en mis planes.
Dos días después Pablo agota su tiempo en Macedonia y yo me echo la mochila al hombro para retomar mi camino, y sí, por qué no, Bulgaria puede esperar, definitivamente rumbo norte por unos días, para entender de qué hablaba el telediario.
Calle de Pristina. Kosovo |
Restos de bombardeos. Pristina |
Continúo por la arteria central de la pequeña Pristina, llena de gente, y joven, que van y vienen, hora de almorzar, cómida rápida en un establecimiento moderno, como ellos, look de oficina occidental.
Me agrada, siento que el conflicto quedó atrás y que los Land Rover blancos sólo esperan una llamada para volver a casa.
Y encima con euros, aunque los míos aquí valen mucho más que los suyos. Ibrahim Rugova, héroe de antesdeayer, preside la peatonal de nuevo cuño que la OTAN levantó, yo destruyo, yo construyo. Enfrente el edificio de la UE, y en la verja unas fotos, no tantas, de los que se fueron con el genocidio.
Cartel con víctimas del genocidio. Pristina |
La calle UÇK hace esquina con la George W. Bush, los minaretes dominan el barrio antiguo, y el monumento-letrero Newborn da la entrada a un centro comercial mientras cae la noche, de verdad. La luz artificial es un lujo en los países recién nacidos, y el agua también. -No te preocupes que aquí en el hostel tenemos un depósito para las noches, cuando cortan el suministro, te puedes duchar de madrugada si quieres... -Gracias, me alivia saberlo.
Monumento Newborn. Pristina |