Visiones de un viaje sin destino ni final, rumbo Este tierra y mar, un mundo por conocer. Un buen día salí desde Madrid, y de momento sigo andando, hasta donde llegue...



lunes, 30 de mayo de 2016

XXIX. Badakhshán (III) - Cruce de caminos

Esto es un belga, un americano, un malayo, una ucraniana, un indonesio y un español que van en un todoterreno por los Pamires y el belga dice...




No es un chiste pero lo parece, curiosa entente internacional de la que formo parte para atravesar la M-41 o Pamir Highway entre Khorog y Murgab, el tramo más recóndito y complicado de la misma, y en el que la mejor opción siempre y cuando sea posible, es la de asociarse con otros trotamundos con los que alquilar vehículo y conductor, y poder recorrer un territorio en el que las posibilidades de quedarse encallado en cualquiera de sus remotas aldeas es muy alta, dado el escaso cuando no inexistente tráfico rodado. Será mi tercera y última etapa atravesanado el Badakshán.


Desde Khorog se abren sendas vías que continúan hacia el este -así como uno de los pasos más importantes hacia Afganistán,-cerrado desde hace meses-, una atravesando el Valle del
Puente sobre el Gunt, Khorog
Wakhan, algo más al sur, continuando la línea divisoria con Afganistán próxima al Indu Kush; y la otra, más directa, por la propiamente M-41, que recorre en dirección nordeste la meseta 

lunar del Parque Nacional del Badaghstán, a una altura casi constante en torno a los 4000 metros y flanqueando algunos de los picos más altos y proletarios del planeta, los Lenin, Marx, Engels y Comunismo, que aquí no llegaron ni Glasnost ni Perestroika.
Este será el camino elegido cuando encuentre medios para realizarlo, descartada la opción más hermosa por lo que oí, pero mucho más larga y complicada del valle del Wakhan, algo tiene que quedar para una próxima vez, siempre hay una próxima vez.

Y Khorog va a ser primero descanso tras las peripecias de jornadas anteriores. Río y valle de la mano,
Río Gunt a su paso por Khorog
un mercado bullicioso que recuerda que ésta y no otra es la capital de los Pamires, todo pasa por aquí de un lado y del otro, pero que de nuevo, porque ésto ya lo vi, se engalana al atardecer, río de puesta de sol entre montañas silenciosas, que ahora sí recobran el protagonismo que en la mañana le robaron, paseos en la ribera que detienen el tiempo y casi la corriente.


Cambio de día y de escenario, en las cercanías de mi posada soy protagonista de excepción del partido de la vida, fondo sin numerar en el estadio de los sueños, es tiempo de buscar la senda que prosigue, y en el cruce de caminos dos bicicletas 
Khorog
cuesta arriba, pie a tierra y algo de riñones, en la cara el esfuerzo de algo más que ayer, él es alemán yo soy de Vigo, dejé mi tienda y todo por seguirle y mira dónde me metió. Barrio de la Piedra en el ombligo de los Pamires que me traslada a un pasado no tan lejano con el que reconozco, ahora sí, la distancia que me separa. No siempre uno es consciente y son estos momentos, parado en mitad del camino, los que hacen calibrar mejor las distancias, qué bonito escuchar tu acento gallego María, en mitad de este lugar. 

Los coches en el bazar, por si fuera poco el revuelo, y apareciendo de la nada una mochila y luego otra, una por allí y
otra que ya estaba, un mismo destino y un sentir de complicidad, la unión hace la fuerza y en poco somos ya equipo, coche y conductor, macutos a la baca y mucho polvo que morder, adelante con los faroles, con suerte esta noche llegamos a Murgab.

Sin contar al conductor, seis más uno en la expedición, y ese uno o una el no va más, trece meses y ocho viajando, el mundo en guardería, no hay  fronteras ni cortapisas para esta linda rubita en la era de alergias y profilaxis en el mundo occidental, ucraniano estadounidense de pasaporte, ciudadana del mundo más que ninguna. Ni un mal llanto ni un quejido, curtida ya en mil batallas en tan corta existencia, fortaleza de aquí para siempre, y qué hacías tú con trece meses, gatear en la frontera de Afganistán, la vuelta al mundo en un chupete.     

M41, Pamir Highway

Y mientras el camino sube hacia la luna, los pastos verdes tornan en marrones de secano y el altímetro que dice que ya son algo más de 4000 y todavía vamos hacia arriba. Colinas nevadas en los lados, y el oxígeno que se encarece, pero aún hay vida y dónde no. Primero esa especie de marmotas, luego las
Cabras "Marco Polo"
cabras montesas de Marco Polo y de altitud, descubiertas por el italiano, como las de Rodríguez de la Fuente pero con algo más de pedigrí, y esas aldeas al borde de lagos de agua y cielo, bases espaciales de bloques blancos de barro y cal, cuando vivir es algo más que un arte y en realidad es sobrevivir. En estas tierras tan remotas ya todo se mezcla, y el kirguís que aparece con la altitud, yurtas y ganado, terreno para los yaks, y una huída hacia adelante, buscando escudo contra las aguas salvajes y la naturaleza,
aquí es la dueña y la que decide, sombra del Sarez, eterna amenaza.
Kirguis en la zona del Karakul
Murgab supone un punto de inflexión, unos paran y otros seguimos aprovechando la mañana y la ocasión, rumbo Kirguistán pensando quizá más en el lejano oriente que en esta Asia Central, frontera ya cercana. 
Meseta en los Pamires
Pero todavía queda lo mejor, 4800 metros entre curvas y alguna recta, terreno minado para el asma, paisaje en desolación que acaba en lago de récord, el Karakul  que no contento con su paisaje destrona al Titicaca como agua navegable más alta del planeta, concurso de misses altiplanas, bellezas lejanas unidas por su techo. 

Lago Karakul
Paso de frontera y espejo retrovisor, sólo ahora somos conscientes de lo que hemos atravesado, de repente las montañas se hacen de verdad vistas con la perspectiva de mirar hacia detrás,
Cordillera de los Pamires, desde Kirguistan
colosos nevados y descomunales en un paisaje irreal donde Lenin es el zar, la geografía con historia en su revés, mientras llega Sary Tash, auténtica encrucijada. China vía Irkhestam, Kirguistán y los Pamires, todo en pastos verdes de montaña, yurtas y caballos y un aire que ya es kirguís, sombreros hacia
Alrededores de Sary Tash, Kirguistan
arriba y vista en lejanía, rostros que recuerdan lo que es vivir en altitud.


Fin del mundo en el que paro cuando mis compañeros del chiste continúan hacia el norte, porque mi ruta ya será otra. Pero es un lugar que hace mapa y hace camino, y en la granja que sirve de posada primero un húngaro
Local en Sary Tash
que lo habla todo y lo habla bien, en autostop desde Bishkek y en busca de algo que le lleve allá de donde yo vengo, y ahora esta pareja franco rumana con la Tierra en marcha, lo más de lo más que yo vi nunca, andando desde Venecia y terminando ahora su camino que es algo más que un viajar.



Locales en Sary Tash

Sary Tash

Noche fría y cielo estrellado, con el ruido del generador transcurre la velada, un té que reconforta en un salón que es suelo y alfombra, cena de experiencias, sueños y vivencias, risas y asombros, intercambio de miradas a todo lo que un día vimos, en un lugar que es norte, sur y este, cada uno con su mochila, su pasado y su destino, en este Sary Tash, cruce de caminos.  

Carretera al paso de Irkhestam

XXVIII. Badakhshán (II) - Ismaelitas

Nuevo día y mismo objetivo, encontrar la forma de seguir hacia adelante, y en la espera un personaje, con traje y aire casi inglés, que me ofrece su ayuda, y almuerzo en su casa... De entrada no lo entiendo, pero al poco recompongo, es el "chief" de la localidad, y hoy es día de ofrenda general, las puertas de su casa se abren para todos, y a mí me quiere honrar como invitado especial. Imposible decir que no, así que olvidando mi propósito comparto suelo y alfombra rodeado de manjares, alguna barba larga y ninguna mujer, salvo las que llevan y traen platos, esto es muy de lo que es. 



Pero aún queda lo mejor, vámonos deprisa, que tengo invitados. Eso ya lo veo, pero a otros se refiere. En el restaurante del pueblo comitiva de bienvenida, el primer ministro tayiko, segundo de a bordo del país que viene de visita, y en el sarao que me veo metido, música, baile y discurso, y yo haciendo de exótico relleno. 
El ambiente parece festivo, pero huele a parafernalia, no puede ser más artificial. El chief que se disfraza de huésped alegre y desenfrenado que no para de bailar, y lo mismo el primer ministro, hasta que un fornido lugarteniente hace la seña de parar, el show ha terminado.
Río Pany, frontera con Afganistán
 Todos felices y contentos, al menos que lo parezca, que sois Badakhshán pero en Tayikistán, y que no se mueva nadie, algo así leo entre líneas y todo me encaja mucho más, el chief títere sin cabeza de un poder más que central, a su vez muñeco de los Señores, esos llamados de la Guerra, que encontraron a uno a su gusto con el que estar todos tranquilos. Y visto lo que hay más hacia el sur, no parece tan mal, mucho Unicef y ninguna democracia, el opio a sus anchas, pero al menos sin burkas ni sharías, ni cerrazones medievales, algo es algo aún quedando tanto por andar.


Pamig Highway tras Kulai-Khum
Y mientras asimilo la jugada aprovecho el momento para asomarme a la calle, y oh milagro el posadero paró un coche en el que hay un hueco para mí, mi viaje puede continuar, me despido del querido chief que no entiende por qué me voy...

Pamir Highway
Mi destino ahora es Khorog, capital del Badaghstán, pero todavía no soy consciente de que no controlo mi destino ni siquiera mi reloj, el entorno es el que manda aquí en los Pamires.
Por la ventanilla siempre tierra árida y salvaje, sin noticias de la civilización, agua y montañas que según declina el sol se hacen cobre y luego oro, pastores en familia poblando la cuneta, ¿estuvieron siempre ahí?

La carretera sigue sin serlo, y el drama que se acentúa en cada curva y cada rasante. 

Más camiones en cada sentido que a ratos obligan a parar, antes de que el río se haga playa sin nadadores, paisaje definitivo en este fin del mundo. 

En el Land Rover otro pasajero, un poco de inglés y un mucho de cortesía, que no para de hablar y hace el viaje aún más ameno. Tayiko emigrante de vuelta ahora forzada y pasajera, perdió un familiar y el funeral le espera en Jizeu, lo que no sabía yo es que a mi también, y de paso al conductor.

Pastores en el Badakhsan


Convidados de piedra en una reunión multitudinaria, comunidad ismaelita de montaña, rama honorable del Islam, que en estos casos y en otros tantos se juntan para hablar y recordar, no tanto para llorar, e incluso hacer música y celebrar. 

Así que me encuentro en el enorme habitáculo, casona de campo, té y sopa con el guía de la comunidad, de todo menos de pueblo, maneja Londres más que mucho inglés.

Y con acento de maestro profesor, me explica lo que son los ismaelitas, modernidad que me sorprende. Aquí el Islam es otra cosa, sobre todo a ojos del occidental, pureza y pacifismo, y muy poca parafernalia, misticismo teresiano con tintes de presente, que sin tener mucha mayor idea conduce a mi subconsciente a darles la razón, coherencia necesaria, camino de sensatez.

Ahora son los músicos, que tañen en salmodia elevándose hacia Alí, que ese es su camino. Clímax en la noche, heterofonía monocorde y una voz que se desgarra cada vez más en lo alto buscando algo por encima de este lugar. 

No acabo de asimilar mi presencia en medio de todo esto, por qué fui aquí invitado, y trato de aprovechar la oportunidad de conocer otro mundo y otra vida, tan lejanos de la mía.

El silencio engrandece el canto en la noche, muerte y vida al mismo tiempo, que se pierde en el campo del Badaghstán, manto de estrellas y de luna, donde hoy pasaré la noche, qué noche y qué día, viajar es para esto.

jueves, 26 de mayo de 2016

XXVII. Badakhshán (I) - Atrapado en Kalai Khum

Tras la consecución de visas y permisos, todo está listo para continuar por la recóndita región de los Pamires, oficialmente conocida como Gorno-Badakhshán, otro Tan en el conglomerado de repúblicas de nuevo cuño que constituyen Asia Central. Sin ser independiente y perteneciendo a Tayikistán, el Badaghstán es una orografía imposible de mesetas entre 3000 y 4000 metros de altitud, rodeadas por picos de más de 7000, auténticos guardiantes fronterizos que protegen pueblos aislados en valles de ríos caudalosos, donde el tiempo se detuvo. Su situación en el mapa no puede ser más estratégica, limitando al sur con Afganistán, de quien tan sólo un pequeño río les separa, al este con la China Uighur, y en su esquina sudeste con el corredor artificial del Indu-Kush, vía de escape entre Afganistán y Pakistán mirando al Karakorum, su agreste relieve y aislada localización permitió a sus pobladores mantenerse al margen y en relativa calma ante los vaivenes y conflictos de sus más directos vecinos, bastante tuvieron con los suyos. Si el planeta tierra tuviera un ombligo, bien pudiera estar aquí.


Recorrer estos territorios no es nada sencillo, quizá el mayor desafío en mi viaje desde que saliera de España hace ya unos meses. Los Pamires, nombre popular tomado de los valles que lo pueblan (y no de sus picos como habitualmente se confunde) ofrecen muy escasas vías naturales de comunicación,y tan sólo unos pocos caminos atraviesan el territorio, dependiente de ríos que se desbordan, glaciares que se funden o laderas que se descomponen. 

"Pamir Highway"

La "Pamir Highway" es la vía más famosa, eufemismo del tamaño de los picos que la circundan, una de las carreteras con mayores peligros y escenografía en todo el planeta, y que enlazando con el tramo que une Dushanbe y Khorog, discurre paralela a la frontera con Afganistán surcando los valles de Gunt y de Wakhan más al sur, remonta luego hacia el norte bordeando ahora China, hasta alcanzar el vecino Kirguistán. Este será pues mi camino.

La negociación será larga, más que ninguna hasta ahora. 
Sin transporte colectivo de ningún tipo, 
Stand de todoterrenos para Badakhshán, Dushanbe
el único medio de desplazamiento es el coche compartido, nada nuevo bajo el sol, pero sí en el formato, y es que ahora sólo un todoterreno puede osar entrar en la partida. Casi toda la mañana y parte del mediodía hasta alcanzar un acuerdo, no queriendo yo pagar por un asiento vacío, no queriendo él salir sin renunciar a un pasaje, punto medio inalcanzable hasta que aparezca otro paisano, cuando ya parecía que el día sería perdido.


Pero el vehículo merece la espera, 
tengo buenas sensaciones y pocas ganas de jugar a reparaciones en mitad de un no sé dónde. La carretera serpentea de momento sin problema, alto en el camino, comida y sorpresa, detrás del restaurante, ¡un pabellón de boxeo!, deporte nacional, y mis compañeros de vehículo que me invitan a echar un ojo, de otra forma no sé si osaría. Nobleza en guantes desgastados, saco de golpeo repleto de sueños olímpicos, y un contraluz en puente al pasado, cuando el boxeo era de barrio y de héroes populares, quizá aquí todavía lo es, Las Vegas están lejos y el dinero también, recuerdo a un Casius Clay que ya será por siempre.

A partir de aquí ya todo cambia, y empieza el festival. Fin de la carretera, comienzo de la pista, que sube y serpentea como buscando escapatoria, el asfalto ahora es tierra, roja y salvaje. 

Por si esto fuera poco empieza el desfile de los que vienen al contrario, tropa de camiones del Asia Oriental, 
Subidos a la cnueta para que pasen los camiones
China necesita vías de salida y esta es una de ellas, poco importa que no haya firme, sus mastodontes de ocho y diez ruedas sólo entienden de destinos y poco de caminos, hay que exportar todo lo que se pueda, y en el camino las cunetas y un ángulo imposible para dejarlos pasar, la prioridad la dictan el tamaño y el PIB.

Pasando el puerto cae la tarde y al fondo llega un río que marca el camino, frontera natural, Afganistán del otro lado, todo será en paralelo. Según se va la luz aparecen otras tantas, pero ahora del otro lado, vigilantes en la noche en esta zona tan sensible, sensaciones extrañas mientras miro y no veo.



Aldea de Afganistán
Llegamos a Kalai-Khum de donde hoy no quiero pasar, ocho horas de traqueteo fueron ya suficientes, con otras tantas por delante.  Posada y noche y a la mañana entiendo el ruido de una corriente atronadora que desciende desde las cumbres y rellena el Pyang, que se hace aún más grande. Y ahora como ayer, esa montaña hermosa y verde ahí enfrente, tan cerca y tan lejos, sigue siendo Afganistán y me cuesta asimilarlo, 
Desembocadura de torrente en Kalai-Khum
avispero tan televisado que aquí parece natural, ribera sur de un río en el que no se tienden puentes.

Kalai-Khum es juvenil, como todo el tercer mundo, futuro inmediato y curiosidad infinita para con el que es muy de afuera, que pueblo arriba pueblo abajo espera algo con ruedas que pase y pueda cargar consigo, y continuar así el camino. Pero pasan las horas en el puente, luego en la plaza y en la avenida principal, y lo poco que asoma no tiene hueco o continuidad, hoy de aquí no salgo.


Y cuando vuelvo a la posada un par de motos en el garaje, ¡matrícula española! Zamora en la carretera, encuentro de primera. Sesenta años que son nada, y la mente es la que manda. Me ofrecen la montura, solidaridad de compatriotas, pero su camino es contrario al mío, apuntando ya hacia España, después de Rusia y Mongolia y un sinfín de carreteras desde que salieran de Castilla, olé a su valentía. Aunque me quedé atrapado en Kalai-Khum, el encuentro lo mereció, mañana será otro día.

domingo, 22 de mayo de 2016

XXVI. Buscando visa

Tras dejar atrás Samarcanda me dirijo a Tashkent, la capital de Uzbekistán, donde se me abren tres opciones paralelas cual puntas de tenedor para proseguir mi viaje hacia el este. La primera y más natural, continuando en línea recta hacia el extremo este de Uzbekistán por el Valle de Fergana; la segunda, algo más al norte, por territorio kazajo primero y kirguís después con dirección Bishkek, fronteras inmediatas en este conglomerado de repúblicas Tan; y la tercrera y más complicada, en orografñia y burocracia, más al sur por la también vecina Tayikistán y la remota región de los Pamires, uno de los techos del mundo.

Descartada la primera, Valle de Fergana zona de extremos y barbas largas, con su pan y sopas que se las mojen, para colmo un cementerio de residuo nuclear de tiempos de guerra fría, a cielo abierto y sin cortapisa ambientando el lugar, mi primera opción será la mucho más interesante de Tayikistán, teniendo como alternativa, en el muy probable caso de fracaso en la consecución de los permisos, la que discurre por el norte.

Sea como fuere todos los caminos comienzan en Tashkent, así que hacia allá que me dirijo.



Y lo que en principio iba a ser tren por avatares del camino acaba siendo de nuevo coche compartido, lo
"Estación" de coches compartidos, Tashkent
que las apps creyeron inventar aquí en Asia Central funciona desde tiempos ancestrales, primero en carromato luego cuatro ruedas, siempre un blablá y al poco hay un car, cuestión de negociar y el destino está servido.

La jornada hoy será larga, de nuevo paisaje de aridez que no invita a la ensoñación sino a pasar de largo, y entre medias alguna parada, no a llenar el depósito sino el tanque de gas del maletero, que aquí la gasolina casi no funciona, y aún no sabiendo el motivo me pregunto si no será un avance, quizá exportable a cualquier otro lugar.

Plaza Amir Timur, Tashkent
Todo llega y también Tashkent, avenidas de elefante, todo a lo grande, y metro que recuerda a quién pertenecieron,todavía las garitas al final de la escalera, operaria vigilante que no sé muy bien qué pinta, controlando el devenir de las masas arriba y abajo.

Pero yo vengo a lo que vengo, y mi objetivo es la embajada, de nuevo Tayikistán, última bala para un visado tras el fiasco de Bakú, cónsul ausente y futbolero. Así que a la mañana allá que me encamino, poca esperanza con los informes que he recabado, pero buenas sensaciones que se vienen pronto abajo cuando llego a las puertas, caos insospechado con magma de locales, ambiente de rebajas y Dédalo sin laberinto.

Cartel publicitario, Tashkent
 Pero al fondo una puerta, y un funcionario que me aclara, con dinero todo se arregla, si me hace los deberes en tres horas tiene su visa, y por supuesto doy el sí quiero, no es algo decabellado. Pero aún queda lo mejor, burocracia de primera, a ver cómo relleno el impreso en uzbeco elegante, y lo que es aún mejor, escribo carta de solicitud, a conseguir antes de todo en un sótano ad hoc, donde horror vacui de personas, coger numerito y esperar suena a futuro de utopía, aquí es hacer bulto, codos y avanzar, y en unas cuantas horas igual llegar al mostrador en forma de mesas y operarios. 
Cerca de Oybek, frontera Uzbekistán-Tayikistán
El paisaje que se nubla, pero olvido que esto es el este, y por suerte o por desgracia ser de fuera aquí sí que ayuda, triste privilegio de raza blanca que me abre alguna puerta y facilita el cometido, aunque no me ahorra los sudores.

Así que prueba superada, visado y vía libre, mi ruta se define, será Tayikistán. Cierto que aún falta otro permiso, pues los Pamires son Badaghstán, dentro y fuera del país, algo especial, pero eso se pide en Dushanbe, otra historia que ya vendrá, de momento lo celebro despidiéndome de Timur, esta vez a caballo, con cemento y cristal, que esto es la capital.

Río Syr Daria, Khojand, Tayikistán
Nuevo día y nueva frontera, y esta es de las buenas, de las de recorrer a pie, pasillo de alambradas en terreno de nadie, carretera que no sé si une o separa, y red de voleyball en el campo adyacente, entre puestos militares y alambres de espino, ¿jugarán amistosos internacionales los guardias de frontera?

Bazar de Khojand
El escenario cambia al poco de cruzar, la planicie se va encrespando, primero colinas y luego montañas, y sensación de otro lugar, bastante más hermoso. Pimera parada en Khojand, 
y lo que iba a ser un rato me convence a extender, el Syr Daria serpentea calmo, curso ancho y relajado, paz que se contagia reflejando el azul cielo, verdes y amarillos según va cayendo la terde, el pueblo en sí no es gran cosa, pero el entorno lo embellece.
Vendedora, Khojand
En el centro el bazar, alfa y omega en oriente, hervidero y bullicioso, nunca me encontraré a gusto en este lío de tenderetes, pero es sinónimo de vida y entiendo su valor.


Y enseguida la propaganda, tarjeta de presentación de lo que viene en adelante. El presi que preside, todo lo posible, no hay hueco sin carteles, banderas o pancartas, ambiente navideño con luces nacionales, horrible corta y pega que roza el

escarnio a ojos de el de fuera, pero que pinta de matón rodeado de la infancia.

Cartel "presidencial", Khojand
Sin embargo Khojand vive al margen y el pueblo está en la calle, para arriba para abajo, ambiente mediterráneo, paseos y terrazas. where are you from e inglés perfecto, y comienza una conversación que se extiende por la avenida, 
joven emigrante que ya volvió de lejos, ahora 
Avenida de Khojand
paseando con hermana y familia que me muestra lo que es la hospitalidad tayika. Tarde hoy ya para cenar, mañana marcho ya, lástima no poder aceptar la invitación, de seguro una experiencia que hubiera sido interesante.

La ruta a Dushanbé ya son palabras mayores, puerto eterno de montaña atravesando cordilleras que explican lo que es un país montañoso, paisaje descomunal, carretera que no lo merece, con razón ahora es un 4x4, si no yo creo que no llegamos.


Montañas Fan, en la carretera Khojand-Dushanbe
Nueva mañana de papeleos, esta vez algo más fácil, aún con proceso farragoso, y ahora sí que sí, todo ya está en regla, Pamires y Badaghstán, ya no hay nada por medio, aunque ahora empiece otra historia, la de organizar el camino, que lo exótico tiene sus contras, falta de medios y logista, he ahí el desafio.

Tiempo ahora para Dushanbe,
Avenida Rudaki, Dushanbe
que no parece capital, ciudad de acento decimonónico que resulta agradable. Avenidas arboladas, y un ritmo más bien pausado, aún con palo de bandera el más grande del mundo, camino equivocado para ser alguien en el mapa, los monumentos no apabullan y dejan espacio al viandante. Tchaikovsky en el teatro, recuerdo de un pasado sin libertad, pero al menos cultural, y ¿qué flota en el aire? ¡pléyade de saltamontes! No estoy tan lejos como para que sean

un manjar, y aquí reinan a sus anchas, verdes saltadores buscando aterrizaje, como uno se descuide se convierte en lugar propicio, el parque es todo suyo, con colores nacionales.

Y el día termina en el albergue, reunión de aventureros, parece éste sitio propicio para lo mejor de cada casa. Motoristas británicos atravesando toda Asia, ciclista de San Sebastíán, 58 años a pedales, salió de Londres y sin parar, mujer brava como ninguna, y unos cuantos otros de su padre y de su madre, atraídos por lo desconocido, lo remoto y lo imposible.
Avenida Rudaki, Dushanbe
Algunos son turistas, coleccionistas de placeres, pero otros son viajeros, y ya en los rostros se palpa la diferencia. Cuando el fin es el camino lo de menos el disfrute, no se trata de vacaciones sino de una forma de vida, de entender y de aprender. En sitios como éste no hay encuentro mejor, a ellos que me arrimo para que me muestren el camino, que ahora como entonces seguirá con rumbo Este.



Monumento a Ismail Somoni, Dushanbe

martes, 17 de mayo de 2016

XXV. Embajada a Tamorlán

En torno a 1400 don Ruy González de Clavijo partía hacia Samarcanda con la honorable misión de presentar en nombre del Rey Enrique III de Castilla una embajada al emperador de la Gran Bukaria, Tamorlán, cuyo nombre y fama se extendía hasta occidente y había llegado a oídos del rey castellano, quien prudente y estratega estimara conveniente establecer alianzas con tan poderoso señor frente al enemigo turco. Tres años más tarde González de Clavijo llegaría a su destino, toda una proeza para la época, casi a la altura de Marco Polo.

Algunos siglo después, y con propósito bien distinto pero equivalente espíritu aventurero, me dirijo yo ahora también a la mítica Samarcanda, ciudad por excelencia de la Ruta de la Seda.




Dos meses y diez días habrán pasado desde mi partida hasta llegar al corazón de Asia Central, nada en comparación a los tres años que necesitaron mis predecesores castellanos, que también iniciaran su ruta atravesando el mediterráneo.

Madrasa Sher Dor, Samarcanda
Sin embargo la llegada será bien distinta, las caravanas de camellos son hoy modernos convoys de vía estrecha, que adaptados al empuje del turismo 
Arabescos en el interior de una madrasa
propio y ajeno acortan las distancias entre Bujara y Samarcanda.

Con Melanie siempre desde Jiva, entente hispano 
alemana y taiwanesa de prisma convergente, si bien mi cintura mediterránea parece más preparada para el vaivén del mercadeo, parquet imprevisible de valores mundanos, reagateo de cada día rayando la triquiñuela, inconcebible en centro Europa y que cansa y descoloca sin vacuna que lo rebaje.

Y primeras sensaciones de urbe grande y moderna, 
Madrasa de Sher Dor
¿dónde el exotismo que afamó la ciudad? ¿Ni un sólo camello de los que portaron sedas y rubíes? 
Aún sin idea preconcebida, echo en falta como tantas otras veces, un periscopio particular para ojear en el pasado, saltando años y mareas que barrieron quizá la esencia del lugar. Pero a la vuelta de la esquina, casi sin querer, topamos con la primera, cúpula descomunal, azules esmeralda, jade o no sé qué, y que atrapa la mirada, brillo de mediodía de hermosura incomparable. 

Buscábamos el hostal y encontramos una madrasa que nos hace detener, Samarcanda está aquí y no se fue, esplendor en el desierto.
Bazar, Samarcanda
Entonces como ahora, si Tamorlán quiso asombrar al extranjero, a fe que lo consiguió, visión de poderío, imagino a nuestros ancestros contemplando con asombro y respeto lo descomunal de la ciudad, dimensiones imposibles en un lugar tan alejado. Algo parecido a lo que siento esta tarde cuando alcanzamos el Registán, corazón de Samarcanda, simetría triangular que aguantó terremotos y embestidas.
¿Maravilla del mundo moderno? 

Plaza del Registán
Pero Samarcanda es hoy Uzbequistán, nunca más la patria de Tamerlán o de Timor, sino república del Asia Central, con una fuente irresitible de turismo y dinero. Y el equilibrio es complicado. 

Melanie rechaza, y creo que con razón, tanta perfección y mucha reconstrucción, qué queda de lo que fue, además de esas columnas, torcidas tras los siglos de seísmos implacables. 

Prefiero no indagar y quedarme en lo infantil, regocijo en la mirada de las maravillas que contemplo, que en la noche se engalanan 

y embelesan sin remedio, aún con algo de artificial, el resultado me sugiere una transposición de lo que pudo ser entonces, y con esa idea me contento.

Y como en Jiva y en Bujara, los colores y los rostros, el bazar y los paraguas, frontera contra el sol, improntas de un oriente que aquí no ofrece engaño, ni tan siquiera lo pretende, exotismo de poema que está aquí para quien lo quiera, la globalización no lo pudo todo, al menos de momento.

Vista desde el interior de la mezquita Kok-Gumbaz, Sharisabz
Tras dos días de embajada, nuestros caminos se bifurcan, Samarcanda era el destino de mi amiga y compañera, aún en parte algo simbólico pues la salida será por Tashkent, y bien pudiera ser el mío como colofón a un viaje que tendría aquí un más que digno final, pero siento que no lo es y que queda mucho por recorrer. 


Así que con ganas de más Tamorlán cruzo hoy las montañas hacia su pueblo natal, allá en Sharisabz. Y de nuevo el taxi compartido, pasaporte de vivencias siempre imprevisibles. Madre, hija y nieta, y yo para completar, que sin cuatro nunca se arranca. Cruzamos un puerto montañoso, que me alegra la mirada tras semanas de desierto, Pedriza en la memoria, aquí también granito, hasta visualizo un pariente del Yelmo, cuando el retaco que acompaña decide invitarme a su festín particular, panecillo para ti, que te veo con cara hambrienta, cómo decir que no a tan linda invitación.


Restos del Palacio Ak-Sharay, Shakhrisabz
Aún con mismas avenidas, factoría Disneilandia, en hay algo más de autentiticidad, y del palacio queda lo que hay, dos pilares descomunales, ya sin puente que los una y que ahora sí que sí, atestiguan el peso de la historia y la magnitud del edificio original.

 

Jardines de Shakhrisabz
El entorno que ahora es jardín, se puebla de locales bajo la sombra de otro Timur, todas las estatuas serán siempre pocas. Pero el lugar es una fuente, o más bien un juego de ellas y que hace las delicias de todo el que se acerca, lo que en son cenizas aquí son chorros de agua, arrojo y valentía con el premio del remojo, agradable recompensa que congrega a mayores y pequeños.
Jardines ed Shakhrisabz
Y aún un par de madrasas, siempre fractura grandilocuente, quizá algo menos tras lo visto, para dar nombre y dignidad a este pueblo natal. Doy la vuelta a una de ellas y me introduzco en un patio abierto con todo el pueblo de rodillas, momento de oración, mezquita de hoy mismo que me devuelve al presente, ese que cuesta enlazar con pasado de palacios y esplendores, pero sí con mujeres guardadas en serrallos, que por ahí se cambió poco y donde cabe una caben dos, y si apuramos hasta tres.


Mausoleo Seikh Shamseddin, Shakhrisabz

Calle de Samarcanda
La Embajada en sí fue un fracaso, al poco de llegar González de Clavijo a Samarcanda, Tamorlán partió a la guerra contra los chinos y ya no volvió más, cayó en el combate. Los presentes requisados y los agasajos olvidados, volviendo a tierra patria sin nada en las alforjas. 
Pero el hito ahí que queda, pocos más fueron tan lejos, y aún hoy hay un Madrid en estas tierras ya de oriente.

Contemplo por última vez Samarcanda al caer el sol, bañada ahora de luna llena, como quizá en otra noche, en la noche de los tiempos, hiciera también González de Clavijo, Embajada a Tamorlán.


Mausoleo Gur-E-Amir, donde yace Tamorlán, Samarcanda