Desierto de Karakalpastán, vista desde el tren |
Ya lo noté ayer, y ahora mucho más, el Caspio es frontera entre mundos muy distintos. En el tren esas miradas de sorpresa y de pregunta, ante un tipo que de no ser ruso qué será. Rostros ya distintos, ojos achinados, herencia de mongol, pasado legendario. Y no avanzo ni un paso cuando uno ya me pregunta, preludio de lo que vendrá, de repente soy invitado de honor en una fiesta de la que este joven y noble soldado hace de maestro de ceremonias. El tren no puede ir más cargado, los pasillos también son camas, y los tabiques desaparecieron, Astaná es su destino y es un viaje en comunión.
Tren Aktau-Beyneu |
Me apeo en Beyneu, para cuatro horas de espera hasta el siguiente, ya de madrugada, y para colmar la jornada ahora esta pareja, uzbeca o kazaja, nunca lo sabré, que me llevan a su mesa en el café donde entré a hacer tiempo.
Calle de Moynaq, Uzbekistan |
El tren llega a su hora pero la noche será larga, vela eterna con vía crucis, si algún día me dicen dónde morí, será en un tren nocturno, a ser posible con frontera de por medio. Primero uno y luego otro, y no sé cuántos más, siempre a ratitos y cuentagotas, ahora el pasaporte, ahora el visado, ahora la mochila, ahora cuéntame algo, ya dormiremos otro día, que hoy es imposible, cuando me tumbe vendrá la procesión de vendedores, que por si no les miro también vocean, que tengo de esto que tengo de tó, o eso intuyo en el griterío.
Cartel de entrada a Moynaq, con el pez en el escudo |
Actual lecho del Mar de Aral |
Preludio de lo que esperaba. Moynaq es hoy un pueblo fantasma, desde el pez en el cartel, ni sombra de lo que fue, ahora costa de la nada. Ejemplo de dónde podemos llegar, jugando a ser dioses.
Para ser ricos en algodón cambiaron un par de ríos, y la naturaleza se vengó, primero fue sequía, luego viento contaminado, sal y desolación.
Barco en el lecho seco del Mar de Aral |
Humedal a las afueras de Moynaq |
Vista de la costa sur del Mar de Aral, hoy seca |