Visiones de un viaje sin destino ni final, rumbo Este tierra y mar, un mundo por conocer. Un buen día salí desde Madrid, y de momento sigo andando, hasta donde llegue...



jueves, 28 de abril de 2016

XXI. Estado gaseoso

Mis últimos pasos por el Cáucaso me van a conducir a uno de los países de los que tengo menor idea previa, Azerbaiján, por mucho que su capital Bakú haya sonado bastante a menudo en estos últimos años. Desde allí pretendo continuar mi viaje hacia el este atravesando un nuevo mar, el Caspio, y alcanzar así Asia Central.

Y sí, aunque algunos días las piernas empiezan a pesar, tras dos meses de viaje mi hambre por descubrir sigue casi intacta, y cuanto más lejos me hallo, más valoro la posibilidad que se me ofrece de conocer nuevos lugares y culturas que de otra manera y en otro tiempo quizá no pueda volver a pisar, y no olvido, no, que vivir es aprender, todo en una sóla vez, y eso me empuja cada día. Y ahora esa remota y exótica región del Asia Central tan cerca y tan accesible, cómo no intentar alcanzarla.





Pero a fe que esta vez y en los próximos días me hará falta ese impulso. Desde Tiblisi enfilo directamente a Bakú, atravesando sin parar todo el país, para agilizar lo máximo posible los trámites previos al cambio de escenario, y previendo unos cuantos días de espera antes de poder embarcar.

Tren nocturno Tiblisi-Bakú
La película cambia desde los créditos iniciales, y la primera sensación, si es la que queda, será de las peores hasta ahora cuando cruzo la frontera . De por sí un visado que nunca entenderé, al igual que ningún otro, el primero desde que partí, y ahora de nuevo tren, nocturnidad y pasaporte, y una de vaqueros, -¿que si he estado en Armenia? -Pues me vacíe la mochila, a ver si trae algún souvenir de esa gente, ¿quizá cognac?... -Sí hombre, sí, y Ponche Segoviano. No doy crédito a la escena, ¿de verdad pretende requisarme souvenirs armenios? Y el caso es que sí, que algo llevaba en la mochila, pero el odio ciega como el sol y nunca lo encontrará. Aún no siendo esta mi guerra, como ninguna en realidad, no recuerdo nada similar en la otra cara de la moneda, allí no maldijeron al vecino, aún con guerra de por medio, y aquí empezamos de esta manera. Mejor volver a la cama y olvidar.


Bakú
Amanezco aún algo lejos, tiempo para contemplar una tierra nueva, yerma y arenosa. El lugar no invita a soñar, sino más bien a escapar, pero el ferry que pretendo es un misterio en el mundo de los viajeros. No pudiendo cruzar a Turkmenistán, orilla más cercana, país mordaza no apto para navegantes, tendrá que ser Aktau, esquina de Kazajistán. Pero desde Bakú sólo llega un mercancías, que navega sin horario, día ni previsión. Cuando se llena la bodega zarpa, y ya veremos cuándo llega. Para colmo la taquilla expendedora es otro tesoro por descubrir, en este creciente nuevo Bakú, cristal y rascacielos.

Flame Tower y mezquita , Bakú
Así que nada más llegar me lanzo en su búsqueda, y eureka, a la primera, no fue tan difícil. Pero ahora juego al doble o nada y me planteo un nuevo reto, la visa de Tayikistán, y eso son palabras mayores. De nuevo más pesquisas, ahora en zona polvorienta, pero encuentro la embajada. En una semana estará listo, me dice el joven cónsul tras la tertulia de rigor, siempre el balón derrite el hielo, leitomotiv adonde fuere.

Pues nada, hagamos tiempo, conozcamos el terreno. Así que salgo de Bakú, aunque no donde quisiera, que aquí también hay montañas, y pueblos medio perdidos. Áreas prohibidas por el cercano Daguestán, aldeas casi inaccesibles, salvo todoterreno o caballo, y ni lo uno ni lo otro. Me dirigiré pues para Sheki, pueblo en el oeste no lejos de Georgia, paso atrás en mi camino, algo provisional.

Colinas en torno a Sheki
En Sheki huele a seda, a Ruta y caravansar, y el entorno es otro muy distinto, completamente verde, colinas onduladas. 
Un palacio persa, o lo que queda de lo que fue, y un poco más al norte, más cerca de las montañas, una curiosa historia en otro pueblo con leyenda, un Kis que un día fue Albania, otra al parecer, ¡y que es parte de Noruega!, y esto ya sí que me supera. Una estatua en la Iglesia, que recuerda al señor Thor, Heyerdal que sin martillo pero con ahínco vino a demostrar que los noruegos salieron de aquí, y todos tan contentos. Y quién soy yo para negarlo.


Antiguo Caravansar. Sheki
Vuelta a Bakú, y otro borrón en la hoja azerí. La carretera principal, cortada sine hora, atasco descomunal, caos y silencio. ¿Quizá un accidente? ¿Obras adelante?...
Librería de Bakú, con libros del antiguo y nuevo presidente
El caso es que nadie pita, y la gente como si nada, esperando unos de pie, otros en sus vehículos. No es fácil entenderse, pero al fin un anglohablante me desvela el misterio. Nuestro presi cerca de aquí, eso es lo que pasa. ¿Y cortar la carretera? ¿Para que meriende sin rudio alrededor?
Pues sí, eso parece, algo normal en estos lares. Azerbaiján es otra cosa, Eurovisión y aire europeo, todo a su manera. De entrada es poderosa, petróleo y mucho gas, y es república presidencial, o sea que manda uno y a callar. 
Torre de la Doncella. Bakú
No me hables de elecciones, y dame propaganda, pero de la de amado líder fundador, protector benefactor. Por supuesto mucha armada, soldaditos por doquier, y laicismo musulmán, que aunque se ve alguna tapada, siguiendo a su amo, muchas visten de Zara, y algo es algo en mi opinión.


Plaza de las Fuentes. Bakú
En Bakú paso los días buscando atractivos, y no es fácil la verdad. De nuevo esos encuentros, sal y pimienta de este viaje, y que rompen la monotonía, si es que alguna vez la hubo. Danesa y holandés, entretenidísima pareja, jubilados ya de todo, menos de viajar. Rusas ilustradas, Inglaterra nuevamente, y hasta un par de españoles, con toque de Polonia, todo un hallazgo.

Pateo la ciudad, una y otra vez, siempre en medio la Torre de la Doncella, curioso mamotreto, origen aún confuso. Y a sus pies hoy una sorpresa, pequeñas Sherezades, en baile regional, lo mejor hasta ahora y de lo que queda por llegar.
























Y mucho gas y mucho fuego, a veces incluso visible. Imán de religiones, en su día los zoroastros e incluso los hindúes, ahora son tres torres, llama en su forma y esencia de propaganda. Que sea vea bien visible, nuestra bandera como ninguna.


Flame Towers. Bakú
Y por fin llega el día, pero el cónsul está ausente, ¿y no hay nadie en su lugar? Venga usted mañana. Y como es viernes será el lunes, y como es fiesta ya es martes, y a este Larra el tiempo extra le amortaja.

Tampoco será el martes, mi paciencia que se agota, el cónsul que no aparece, y el fuego azerí que ya es parte de mí.

Quedaos mis fotos de recuerdo, hoy ya zarpo y hasta siempre.

Yanar Dag (Colina de Fuego). Bakú

lunes, 25 de abril de 2016

XX. Kazbek

Para continuar mi viaje hacia el este, y siguiendo con el zigzagueante camino que llevo por la región caucásica, debo antes volver a Georgia, desde donde sí podré alcanzar Azerbaiyán, frontera aquí ya abierta, finis terre oriental. Pero no quiero prisas, de eso ya sé demasiado, antes quiero conocer la capital y algo más del Cáucaso, en su zona ahora central, muy accesible desde Tbilisi. Así que decidido, serán unos cuantos días más por la tierra de San Jorge y Prometeo.


Tbilisi es un poco de todo, historia y modernidad, fortaleza en lo alto a la que llega un funicular.

Vista de Tbilisi 
Turismo casi de masas, algo que hacía tiempo no veía, y mucha reconstrucción, que me deja un poco frío. Aún así el río y el barrio antiguo conservan ese aire de caravansar. Oriente y occidente, y ahora Europa en su totalidad, por deseo y apariencia, quizá no tanto por esencia.

Panduris, Museo de instruementos

Puede que por ser una reentrada, o porque la meteo condiciona y anuncian nubes en el próximo horizonte, mi interés por la capital no acaba de despertar, museo de instrumentos con panduris, y poco más, así que me encamino casi de seguido hacia Kazbegi, o Stepantsminda, poco antes de que el Cáucaso sea Rusia, allá en Vladikavkaz.

Vista nocturna de Tbilisi y su fortaleza
Mashrutka sorprendentemente cómoda, o yo que me voy acostumbrando, no puedo evitar caer en brazos de Morfeo, y cuando despierto madre mía, todo ha cambiado. La "autopista militar", ingeniería rusa en el pasado, vía natural que atraviesa las montañas y conecta sur y norte.


Paso de Jvari, "Carretera Militar"

 El paisaje es brutal, carretera serpeante entre arcenes imposibles que asciende hasta el paso de la Cruz, que eso es Jvari, tremenda encrucijada, montañas amenazantes, blancura azucarada. Ahora ya bajamos, frente a esa flota rusa, hilera interminable, fiesta de camiones, y al poco es Kazbegi, posada y final.

Y Kazbegi es poeta, es pueblo y es montaña. Curiosa historia la de Alexander, vecino de la localidad, primero universitario y luego buen pastor, de ganado, no de almas, así es la vocación, y entonces a escribir, y ahora llega la fama, novelas y teatro, y el pueblo toma su nombre. Enterradme sólo aquí, desde donde vea la montaña, que ya será Kazbek, y aquí moran los dos.


Monte Kazbek sobre parte de Kazbegi

El pueblo es más bien feo, aglomeración en la ladera, mucha chapa y poca madera, nada alpino salvo el lugar. Pero uno mira arriba y se olvida, cúspides por todos los lados, sobre todo ese Kazbek, forma piramidal que recuerda al Everest, algo más bajo eso sí, pero con 5000 ya no va mal. Sin embargo accesible, apuntes de futuro.


Pueblo de Kazbegi
Y en la mañana empiezo a subir, primero hacia el monasterio, emplazado ahí en medio, situación privilegiada. Pero al poco cambio mi rumbo, ya lo pensaba anoche mientras veía diluviar, si amaina y alcanzo esa otra colina la vista será mejor, si encuentro un camino, por qué no intentarlo. Y no sé si de cabras, pero al menos algo es, una senda para subir, y corono la visión. Es pronto y estoy en mi ambiente, el Kazbez me hace de imán, así que vamos a continuar. Hacia arriba se complica, pero todavía puedo seguir, corono otra colina, y veo una más allá. 



La cresta es progresiva, pero empieza a arreciar un viento de altitud que me hace tambalear. Ya es cuestión de orgullo, hasta que ya no pueda más, casi son 3000 y el Kazbek justo ahí enfrente, sigamos hacia arriba. Si fuera con paraguas ya sería Mary Poppins, me cuesta la vertical, sopla como nunca y de aquí no puedo pasar. 
Pero contemplo el escenario, mereció la pena el esfuerzo. Desde aquí me acuerdo ahora, como en tantas otras cimas, del pequeño compañero de ascensiones, angelote que nunca se fue, una sonrisa y una escalada, y de todos aquellos que suben un Kazbek cada día, va por ellos este post.



jueves, 21 de abril de 2016

XIX. Cañón Debed o la nostalgia

Después de varios días en Yereván, donde estoy realmente a gusto, ciudad casi latina, calles de vida y cultura, proseguiré mi camino hacia el norte, de nuevo dirección Georgia, descartado el remoto y atractivo sur de Armenia. Una logística complicada para una distancia importante, doble ante la imposibilidad de continuar más al sur, sin visa para Irán, ni hacia el este, Azerbayán frontera cerrada, y Nagorno Karabakh guerra declarada, condiciona mi camino.


Vista de Yereván y el Ararat desde la "Cascada"
Antes de partir apuro Yereván, y de nuevo a las afueras para Khor Virap, monasterio de monasterios, postal enmarcada con el Ararat al fondo. 



Pero la mashrutka para algo antes, y me descubre otro paisaje, distinto y peculiar, cementerio tradicional, de antes y de ahora, que se extiende en la llanura. 
Cementerio de Khor Virap
Ya lo vi en Georgia y de nuevo aquí y ahora, otra forma de recordar, distinta de la nuestra. 



Cementerio de Khor Virap

Recorro despacio sus calles, plagadas de lápidas historiadas, retratos de modernidad, que no dejan de sorprenderme. Mármol cincelado, que es historia y presente, como si no se hubieran ido, y además sillas y mesas de picnic, para merendar con todos ellos.


Lugareño en Khor Virap
Asciendo la colina y contemplo el Ararat, siempre el horizonte, y también ahí está él, armenio intemporal, acorde con el entorno, que termina en Khor Virap, cuna de un lenguaje tan antiguo como su fe.
Monasterio de Khor Virap y monte Ararat
Y ahora sí hacia el norte, parada en Stepanavan, hermoso lago frontera que me recuerda aquel de Ohrid. Pasado y presente, playa de los armenios, que sin mar buscan el agua, e incluso historia de antiguos navegantes. 
Sevanavank, lago Sevan
Best Western y ribera, pero arriba lo sagrado, que no hay esquina sin iglesia en este hermoso país.
Doble azul y fondo blanco, entorno idílico y nieve en torno, altura de montañas que rodean este precioso lugar, imán para el turismo. Mayores italianos recorriendo la colina, ¡y otra vez los bielorrusos!, divertido reencuentro.

Cigarrillo colgando, zapatos de puntera, mi chófer particular a falta de mashrutka, gafas de sol y andares de Clint Eastwood armenián, conduce el Lada de ayer hoy y mañana por esta zona medio alpina hasta el pueblo de Dilijan, parada y fonda de hoy. 


Dilijan
Laderas boscosas, Suiza Armenia para la guía, pudo ser pero es más bien poco, y unos caseros que me cuentan, fantástica velada al calor de la chimenea, que buen trabajo hace. Visión triste y pesimista, el país no puede más, la capital es espejismo, sólo el gobierno y allegados viven bien. Veo en ellos cultura, mente y formación, y un dolor por el pasado, que se hace presente y agorero, nuestros hijos que se vayan, aquí no hay futuro. No tenemos recursos, Putin nos ahoga, ahora encima guerra, y el turismo que se espanta.


Monasterio de Akhtala, cerca de Alaverdi
Y sigo más al norte, ahora es Alaverdi, en medio de un cañón, Debed es paisaje, de esos que impresionan. La salida hacia Georgia es un largo desfiladero, montañas no muy altas, un marrón y a veces verde, y de nuevo monasterios, qué bien sabían aquéllos monjes. Aquí se conglomeran, unescos por doquier, por entorno y legado. 


Akhtala, Alaverdi
De uno salto a otro, Akhtala primero, Haghpat después, y cuando llego al último en Sanahin, autobús de la prehistoria, carretera arriba, esos bloques y esos humos, ¿pero qué hacen en este entorno? No, no era aquí Khruschev, no al menos de este modo.

Pero en la noche la visión será distinta, otros caseros y de nuevo gran velada, pero qué culta es esta gente. Ingeniero nuclear, profesora de colegio, familia de músicos, y posada para sobrevivir. En el altillo bloques de literatura, y ese inglés autodidacta, que me deja impresionado. 


Sanahin y los hornos de cobre
El sueño es salir, aunque ya no sean jóvenes, 100 dólares al mes, con eso no vivimos. ¿Quién acabó con la Unión, fue ese Gorbachov? Entonces era otra cosa, comíamos y vivíamos, e incluso algo que ahorrábamos, todo era mejor. Mira ahora los niños, no aprenden ni la mitad, y la vida es imposible... Y sí, entiendo la nostalgia, no hablamos de libertades, ni de economías imposibles, esa fábrica era inútil, un pegote en el cañón, pero sus humos alimentaban, y ahora contaminan. La utopía se derrumbó y vino el libre comercio, capital devorador que en Moscú supieron capear, al menos eso creo. Pero qué fue de las afueras, como esta pobre Armenia.

Ahogada por su historia, sin mar y sin vecinos, pobre y arruinada, nostalgia y pesimismo.

Sanahin



martes, 19 de abril de 2016

XVIII. Ravished Armenia

Desde 1951, la ONU define el genocidio como "cualquier acto perpetrado con la intención de aniquilar total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso".

Entre 1900 y 1915 más de un millón y medio de los entre dos y medio y tres millones de armenios existentes murió a manos de los turcos, de los Jóvenes Turcos. Turquía alega la naturaleza sangrienta de una guerra, la Mundial, como excusa expiatoria, y una previa rebelión de la población armenia en lo que fue Armenia una vez y luego Imperio Turco, como principal desencadenante... de los asesinatos y deportaciones en masa.



Eso cuentan los armenios, pero también la prensa del momento. Difícil no creer cuando se leen los artículos de aquellos escritores y periodistas, europeos y americanos, incluso alemanes, luego cómplices en el silencio, denunciando la barbarie y pidiendo la intervención de las potencias de la época, más o menos las de ahora. Y más difícil de asumir, cuando se observa lo que fue la Armenia occidental, hasta finales del XIX y pincipios del siglo XX, y lo que fue poco después, territorio turco sin excepción, cero armenios en el suelo, iglesias que ya son piedras, ni dixán lava más blanco. 

Pero a día de hoy Turquía no reconoce, y ojito a quién lo haga... Así que EEUU no lo va a hacer, y mucho menos España, que Ginebra sin dinero no vale la Convención, y Armenia de eso no tiene, y encima pocos y pequeños. Y por supuesto el Ararat, dentro de Turquía, Lenin, Wilson y Ataturk dibujando en el mapa.



Mi camino por Armenia prosigue hacia Yereván, rumbo este pero poquito, más al sur que otra cosa, al menos de momento. La carretera bordea el Aragat, dejándolo a la izquierda, tierra yerma y esteparia en el entorno, y al poco lo deja atrás, momento en que aparece, mole descomunal, el Ararat ya justo enfrente, encrucijada entre los dos. Y al poco Yereván, que ahí es su emplazamiento, en lento descender, hacia una seca vaguada. 


Cartel del ballet Espartaco. Yerevan
Y tras la pobre Gyumri vaya si me sorprende, menuda capital, al menos en su centro. Yo esperaba una Tirana, algo adecentada, y resulta lo contrario, luce y destaca. Ni rastro de pobreza, vida cultural, calles a rebosar, y vida cosmopolita. Ya buscaré el truco, pero de momento me encandila, y más con sus carteles, Khachaturian y Espartaco, ballet de referencia, que si puedo no me pierdo.

Y ahora las cercanías, plagadas de monasterios, como todo el país en realidad. Primero será Gherhard, en esa tierra descarnada, siempre en un entorno en el que lucen sobremanera. De paso otro templo, más antiguo aún sí cabe, de lo poco griego que quedó, aunque sea reconstruido. 


Monasterio de Gherhard. Cerca de Yerevan
Y de nuevo otro encuentro, que ilumina mi camino. Bielorrusia de turismo, pero no todos lo son, ella se presenta como hija de la diáspora, armenia en realidad, que vuelve a su tierra tras nacer lejos de ella, joven y con gracia, guía a sus compañeros y de paso a mi también. 


Interior del Monasterio de Gherhard
Y al grupo que ese une otro polaco peculiar, que no calla ni dormido, vaya inglés perfecto. 
Mañana lo descubro, el facebook le delata, actor de la BBC, lo único que no habló, pero ahora ya entiendo, acento y verborrea, simpático personaje.


Templo de Garni. Alrededores de Yerevan
Pero vuelvo a la historia que la expatriada me introdujo, y en la noche otro cartel, más bien recordatorio, 1915, fecha del horror. Imposible no ver y escuchar lo que siente esta gente.

 
Para colmo es la semana en que se cumple el memorial, 24 de abril cristales rotos, en unos días lo será. Y según llego a la plaza de la ópera, buscando qué cenar, me encuentro con un momento, de esos de no olvidar. Un grupo de scouts, tantos que en su día conocí, rodeando el estanque. Banderas en alto, cuerda uniendo, velas flotando y un recuerdo, que une a los presentes. 
Plaza de la Ópera. Yerevan

Difícil no hermanar, aunque Armenia no sea sin mácula, que Azerbaiján también se queja y quizás con razón, pero al menos reconocer lo que pasaron y lo que fue. 

Y para comprender acudo al memorial a la mañana siguiente, antes de George Clooney, que lo hará este domingo. Fotos y documentación, sin ansias de revancha, y un bosque que será, de los que sí lo han entendido, Francia por delante e incluso ya los rusos. El museo es sencillo, pero con letras de sangre. 



Memorial del Genocidio. Yerevan

Leo barbaridades, que seguro muy pocos conocen, imposible no comparar, con aquellas duchas de gas. Aquí fue mucho más fácil, niños en fila india, en varios centenares, una cuerda que une las manos, y un río como final. Salgo a la superficie, me cuesta asimilar, y quizá la mejor muestra, el Ararat justo ahí enfrente, testigo encadenado. Tan alto y tan olvidado, Noé y el Arca allí presos, ¿cuánta gente hoy, sabe lo qué pasó?

Monte Ararat, vista desde Yerevan
Doce de los quince millones de personas que constituyen la población armenia actual vive hoy fuera del país, en lo que supone la mayor diáspora histórica mundial, y algo tuvieron que ver los eventos del pasado. Hoy recuerdo a aquel Rubén, amigo de la infancia, que decía ser armenio y yo entonces no entendía, qué es eso de Armenia, si no sale en el mapa. Pues es ese mi país, y quizá algún día vuelva a ser. Sí señor sí que lo fue, y yo también me alegro.


Memorial del Genocidio. Yerevan









jueves, 14 de abril de 2016

XVII. Aragat, Ararat

El Aragat, o Aragats, pues son dos en realidad, es hoy la montaña más alta de Armenia, 4090 metros, enclavada en su mitad occidental, no lejos y casi a vista de la que lo fuera hasta no hace tanto, el Ararat, cumbre bíblica y emblemática, Arca sumergida en una tierra que no le pertenece. Un pacto entre ajenos dejó a Noé dentro de Turquía, y desde ahí observa hoy a su patria más querida, frontera cerrada e impenetrable.
Una y otra constituyen sendos ejes en esta zona meridional del Cáucaso, dejando a Yereván, la capital de Armenia, de camino entre los dos.


Bordeando uno pretendo alcanzar el otro, al menos sus proximidades, hasta donde yo pueda llegar, aprehendiendo mientras tanto todo lo que pueda, de esta histórica región. Así que hacia el Aragat que me dirijo, primera parada en mi incursión, antes de proseguir camino hacia Yereván, 5000 metros de sombra de la cumbre del Ararat. 

Cordillera de Zdhanovakani, entre Georgia y Armenia

Una madrugadora mashrutka conduce diariamente de Ajaljitse hasta Gyumri, ya en Armenia, atravesando los últimos cañones georgianos y las estepas alpinas que separan un país del otro. Aún siendo de las peores, cascajo sin igual, el trayecto se verá amenizado por este policía de aduanas, vivaracho y contumaz, demasiado grande para el asiento.
Tras un día de permiso se dirige a su trabajo, media boda anoche mismo, hasta hace un rato realmente, y cuyo rastro puedo contemplar e incluso oler desde mi sitio. Entre baches y trompicones este divertido diálogo, bebida energética de desayuno, en el que quizá por su juventud me cuenta bastantes verdades, como que aquí manda la raza, y todos juntos pero sin mezcla. ¿Has visto ese pueblo? Pues sólo armenios y ni un georgiano. No le gustan los no europeos, e incluye ahí a los turcos, que dieron mucha guerra, ni tampoco los vecinos rusos, pero qué tío ese Putin, no me agrada pero le admiro. Y el caso es que le creo, y me da que es general, el Cáucaso es un conglomerado, y bastante poca paz, aquí cada uno a lo suyo, y el distinto que se vaya, cuánto más lejos mejor.

Gyumri, Armenia
Gyumri es un pueblo, o ciudad, marcado por su pasado. Por si fueran pocas las desgracias armenias en su historia más reciente, la tierra también les golpeó, y de qué manera tan brutal. Una falla que se abre, un cielo que se oscurece, y la muerte que se extiende. Epicentro del dolor, Gümri todavía recuerda, treinta años ya de aquello, las 50.000 almas que se fueron, preguntándose el por qué.
Y no quiere olvidar, se nota claramente, no sé si por rabia o como homenaje.

Calle de Gyumri
Paseo por sus calles, por lo que fuera su antiguo centro, esplendor dieciochesco, aroma de época rusa. Y ruinas por todas partes, escombros de lo que fue, cables ya por fuera, por si acaso otra vez.

Iglesia de Amenaprkich, Gyumri
Llego a la iglesia, pináculo en el suelo, aquí ya para siempre, con la grúa y lo demás, aunque de nuevo está completa. La imagen sobrecoge, aunque no todo es dolor, en el parque ya son risas, domingo de atracciones, la ciudad hoy respira, bulle y se mueve.

Y no lo puedo creer, horrible casualidad, repaso las noticias, y hoy mismo en Ecuador, misma historia, mismo dolor, la tierra que tiembla y de nuevo la masacre, cuando hay pobreza más, que aquí también somos distintos.

Parque de la Ciudad, Gyumri


Siempre y ahora más, estos casos me hicieron reflexionar, ¿nos creímos dueños de todo y olvidamos lo que somos? Es algo imprevisible, y no se puede huir de todo, pero la naturaleza siempre se impone, aunque queramos dominarla. ¿La respetamos como merece?

Al fondo el Aragat, blaco y mudo testigo, que parece responderme

Monte Aragats sobre Gyumri, Armenia