Desde el momento que avistamos tierra, todavía algunas millas mar adentro, comprendí cuál es el eje de esta tierra al contemplar esas poderosas montañas dominando el horizonte, al norte, al sur, ropaje blanco y oscuro, perfil irregular de una región agreste, dura. Las esperaba, pero escondidas, centradas, ocupando su espacio, pero no, son ellas las que definen el dónde y el por qué, el ser de este Cáucaso.
Conglomerado étnico y cultural, dejo para más adelante el estudio etnográfico de la región, y me lanzo a descubrir el imán de la montaña. Y no me resisto a la atracción que ésta ejerce en mí.
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Mestia. Valle de Svaneti, Georgia |
Unos días en la costa, y tierra adentro rumbo norte, hacia el epicentro de la cordillera, primer objetivo de mi viaje por este territorio.
Espina dorsal entre mares, frontera eterna e infranqueable, el Cáucaso se extiende de este a oeste rompiendo hacia arriba en su mitad, 5000 metros eternos, Prometeo encadenado, Zeus no perdona. En este primer acercamiento me dirijo hacia Svaneti, valle suroccidental, que deja Abjasia encajonada, otra esquina, otra historia.
Y tras un alto en Zugdidi, escala intermedia, noche y desayuno, Koka que me cuenta de su sobrino futbolista, y carretera de mashrutka.
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Mestia. Valle de Svaneti, Georgia |
Alcanzaré Mestia, campo base para estos días, hoy reclamo de un turismo cada vez más montañero, con judíos y polacos, que ya no huyen de ninguno, y que son aquí los alemanes de la costa española.
Pero el encuentro será otro, y más occidental, pareja de franceses, hechos de otra pasta, que recorren Europa y Asia en bicicleta y por aquí están ahora. Su viaje es de verdad, de los de antes y de ahora, aventura sin fronteras, sin techos ni paredes, y les admiro desde ya, disfrutaré su compañía, al menos unos días, que toman de descanso. Damien y Lauriene, bicloustan ya es para siempre.
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Carretera a Ushguli. Valle de Svaneti |
Con ellos y tres hebreas, en viaje iniciático, nos lanzamos hacia lo remoto. Compartimos un todoterreno, de conductor abjasio, con el que llegar hasta Ushguli, el último pueblo vivo, el más alto de Europa, perdido entre la nieve, Edad Media hasta ahora.
La carretera que no es tal, precipicios y badenes, camino embarrado, y una pelea en cada curva. De repente una cascada, que no estaba antes de ayer, me dice el abjasio, que se baja para ver
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Carretera a Ushguli. Valle de Svaneti |
si el coche pasa o lo dejamos.
Pero el hombre se maneja, Dakar de altitud, pasamos y seguimos, serán casi dos horas hasta que aparezcan esas torres tan oscuras, Mordor caucasiano, defensa que nunca fue, porque ni rusos ni turcos osaron llegarse hasta este fin del mundo.
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Ushguli. Valle de Svaneti |
2100 metros de vida, aunque hoy no lo parece, nieve y desolación, que recorremos casi con miedo.
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Ushguli. Valle de Svaneti |
Alcanzamos esa iglesia, la de la Princesa Tamar, heroina georgiana, casi cuento de hadas, y luego en las redes de esta otra, nada principesca, que nos enseña su museo, si así puede llamarse.
Y comprendemos lo que es vivir en un sitio como éste, Bulnes a la ene, al albur de la naturaleza, madre poderosa.
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Lugareña. Ushguli, valle de Svaneti |
Pero a mí esto no me basta, mirar no es pisar, y aunque no llevo equipo ni es tiempo de andanzas, al día siguiente me conjuro para andar lo que pueda y me dejen.
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Aeródromo de Mestia |
Los franceses ya se fueron, rumbo Persia esta vez, así que desde Mestia otra vez remonto la riviera, tierra arriba pero plana, aeródromo en el costado, que me cuentan es otra aventura.
Unas horas hasta que aparece la nieve, y el paisaje se sublima, río y puente, y sol encima, idilio natural. Pero aún puedo seguir, y ahora sí es hacia arriba, en busca de un glaciar que corone la jornada.
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Mestiachala, Svaneti |
Las paredes que se agrandan, el sonido del silencio.
En un viaje ya tan largo para mí, esto es descanso, me detengo en las rocas, rodeado de colosos. Miro hacia arriba, mi mente se vacía, y respiro, lentamente.
Cáucaso.
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Mestiachala, Svaneti |
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Glaciar de Ushba, Svaneti |