Visiones de un viaje sin destino ni final, rumbo Este tierra y mar, un mundo por conocer. Un buen día salí desde Madrid, y de momento sigo andando, hasta donde llegue...



miércoles, 27 de julio de 2016

XLI. Hang Tuah

Mi recorrido por Malasia llega a su final, un vuelo hacia Nueva Zelanda espera en Kuala Lumpur y pone fecha de caducidad a mi periplo por la península. Tan sólo restan cinco días y todavía quiero visitar dos de los lugares más significativos del país, la antigua ciudad colonial de Malaca, histórica capital y lugar estratégico en la expansión de las potencias europeas por el Sudeste Asiático que por su importancia diera nombre a la península de Malasia y al estrecho que la separa de la isla de Sumatra, así como el Taman Nagara, corazón de la selva malaya y uno de los últimos reductos de la naturaleza salvaje que definen el país. No me encuentro lejos de ambos lugares, así que me apresuro para poder visitar los dos en el poco tiempo que me queda.




Y me encamino primeramente hacia Malaca, continuando la línea circular que voy describiendo por la costa desde que la alcanzara en Kota Bharu, al nordeste del país, y que ahora, tras alcanzar el extremo sur de la península en Singapur, sigo con dirección noroeste. La distancia que separa ambas ciudades es corta, pero
Gan Boon Leong, Mr. Melaka y Mr. Universo
los siempre penosos trámites fronterizos harán que me lleve casi toda la jornada recorrer los poco más de doscientos kilómetros. Sellos, huellas, pasaportes, lenguaje arcaico en la era de la inmediatez que se atascó en la aduana.

Datuk Wira Gan Boon Leong, héroe local, Universo Schwarzenegger, hace de anfitrión y me muestra el camino de entrada a Malaca, origen portugués, presente indefinido. Barrio chino en mi hospedaje, templos de incienso y de un ayer que no encontré en su lugar, y en la esquina una mezquita, muros de cal y verde en azulejos que
Plaza de Holanda, Malaca
acercan otra vez el mediterráneo a mi retina. Malaca resume y condensa lo que entiendo es Malasia como tierra y nación, mestizaje y convivencia, aún no perfecta sí ejemplar, historia colonial y presente de turista enun rojo singular que colorea su plaza, pequeña y coqueta. Molino holandés, fuente victoriana e iglesia portuguesa, herencia progresiva de sus dueños pasajeros, y un largo canal que se pierde al interior con tuk tuks en sus riberas, invasores extraterrestres que están fuera de lugar, mi guía los aplaude por su aporte peculiar, y yo no encuentro el sentido a este monumento al kitsch.
Tuk tuk en Malaca
Subo la colina y aparecen unas ruinas de lo que fuera la primera iglesia en Malasia y en todo el Sudeste colonial, reducto jesuita y base para Francisco Javier, santo misionero como pocos hubo jamás, y que abajo
Monumento a San Francisco Javier, Malaca
de la colina todavía da su nombre a otra iglesia ya menor. Y entre medias un palacio, belleza original, de cuando no había europeos pero sí el musulmán, Malaca era sultanato y poderoso además. Museo en su interior y una historia que me fascina, la de un guerrero legendario, valiente y leal, ejemplar en su nobleza que le hizo héroe nacional, historia de sangre y puñales, traición y amistad,
D´artagnan de la Malasia todavía sin conquistar, por nombre Hang Tuah.

Hang Tuah, Guerrero del Sultanato de Malasia
Y me encamino hacia el mar, sin el cual no habría Malaca, y contemplo una carabela, recuerdo portugués conquistado hoy por los chinos, última visión antes de partir, de la ciudad hacia la selva, aunque primero la de cristal, escala en Kuala obligatoria para seguir.

Río Kuala Tembeling, Taman Negara
Y de nuevo un autobús que se encamina al corazón y el paisaje otra vez verde, intenso tropical, adornado de palmeras. No llego a tiempo de tomar el bote que remonta el río Tembeling hasta Kuala Tahan, puerta de entrada natural, así que tendrá que ser por tierra, camino largo pero hermoso que se interna poco a poco en lo que luego será jungla impenetrable.

Un poblado improvisado, en un cruce de aguas, y unas barcas que hacen un puente que no existente entre orillas alejadas, salida y entrada para un mundo olvidado. No me sobra el tiempo y no quiero que se pierda, cruzo el río y cambio de escena, empieza aquí la selva aún con hueco para un resort que convive empequeñecido ya con monos y lianas.

Portaequipajes, Taman Negara
Y emprendo un camino buscando un mirador ya bien dentro de la jungla, enseguida dejo atrás el
Interior de la selva
precocinado para es turista no avezado y empiezo a pisar tierra, barro y ramajes, ahora sí siento el poder de un terreno sin dominar. Avanzar se hace difícil, kilos de humedad y un terreno que se resiste, mientras la luz se difumina entre árboles sin final. Un claro y surge el río, marrón espeso y silencioso, y ese puente conquistado por lianas imposibles de entender. Llegaré hasta un refugio pero es tiempo de volver, la noche ya se anuncia y no pretendo acampar, tablero de serpientes en el que no quiero jugar.

En la mañana retomo el camino pero con otra dirección, espesura similar pero que ahora es hacia arriba, sucesión de puentes colgantes que ya viera en su lugar y que no me aportan mucho más que altura, hasta que alcanzo su continuación con una hermosa ascensión que acaba en baño de sudor y un horizonte despejado, remolinos de maleza que no parecen acabar mientras se pierde la mirada.

Puente colgante, Taman Negara
No me basta con la visión y en la tarde busco algo más, una barca solitaria me acerca a la otra orilla y se marcha sin preguntar. Caminos difuminados porque aquí no hay nada que ver, según me dijeron en la oficina del parque nacional, intriga que me empuja hacia esta parte de la selva que lo es aquí en toda expresión. Un
Taman Negara
poblado semi abandonado con vallas de Jurassic Park, defensa para tigres, elefantes y lo que pretenda entrar, y cuando lo dejo atrás ya no hay nadie a quien cruzar, humana soledad en una jungla que alienta y respira y es todo vida y sonoridad.

Un tropiezo y unos varanos que se lanzan en carrera, y mi pulsación detrás, emoción inesperada mientras trato de alcanzar una cueva derruida. Tras varias horas de embestida, arriba y abajo que no termina, la maleza que se encrespa y me clava sus espinas, recuerdo para el intruso que pasó sin preguntar y que al poco ya da la vuelta, una sangre que no me gusta y un cansancio que no perdona, otra vez el manto negro tropical que avanza lento aún sin parar cubriendo todo a su paso.


Exhausto y vacío alcanzo de nuevo la luz, embarcadero solitario como al llegar, mano al alza en señal y un barquero que me otea desde la orilla civilizada. Suelto la mochila y contemplo el río por última vez, el ruido del motor de la barca resuena en mi cabeza y me despierta de este sueño natural, Malasia acaba aquí ya para mí, y será imposible de olvidar.




viernes, 22 de julio de 2016

XL. Cristal y arena

Continúo mi recorrido por Malasia, dispuesto a circunvalar toda la península y conocerla en mayor profundidad. Alcanzado su extremo noroeste en la isla de Langkawi estudio la posibilidad de cruzar a la vecina Tailandia, de la que unas pocas millas la separan, y recorrer la estrecha franja entre la costa oeste y este antes de entrar de nuevo a Malasia, pero la permanente inestabilidad del país vecino y una frontera complicada me hacen descartar la idea. Tomaré pues el barco de nuevo a la Malasia peninsular para dirigirme luego hacia Kota Bharu, donde me espera de nuevo mi amiga Ki, y comenzar a recorrer la costa este en dirección sur, con idea de llegar hasta Singapur.




El viaje por tierra hasta Kota Bharu será largo, así que saliendo de Langkawi decido hacer escala de nuevo en Georgetown, para tomar un autobús que me llevará hasta Kelantan, la provincia malaya más al nordeste del país. Pero Georgetown sigue siendo latino y todavía encuentro a Óscar y Alex, brasileño con barcelonés, y madrileño con baliense, que me harán ralentizar la partida, y es que el reloj se difumina cuando es grata la compañía. Pero es tiempo de seguir y no tardo en cargar de nuevo la mochila, último cruce del canal y partida en Butterworth, puerto, puente y estación en una misma expresión.

Verde selva que se enreda, y un tirabuzón de carretera que se abre paso entre la jungla que vive en otra dimensión, sonora e impenetrable, contemplo por el cristal como si estuviera en un museo.
Y de repente Kelantan, provincia musulmana con pequeña capital, cuadrícula sin expresión que quiso la
Mural en Kota Bharu
fealdad para olvidar lo que rodea, mar, islas y selvas que parecen a años luz de esta Kota Bharu comercial y algo industrial. Y aquí de nuevo Ki, en su ciudad natal, que me enseña y me pasea y me levanta el telón de esta realidad, tan multicultural. China de raíces y de comunidad, entorno musulmán, que crece y que aprieta. Ki no pierde la sonrisa, pero le empieza a no gustar, Kelantan es hoy la provincia con mayor carácter musulmán y la balanza se desequilibra, toleramos el muecín, aún en horas de madrugada, y al cambio malas caras si voy sin mangas o en shorts, aún siendo esto tropical. Si estamos en Ramadán toca esconderme para comer, y no me digas más, que veo los murales de este arte urbano peculiar y ya sobran las palabras, libertad para los unos y muerte para los otros, la víctima siempre es la misma pero no sabe que lo es, y aún menos por qué lo es, hégira de marionetas.

Una barca y hacia el mar, a encontrar de nuevo islas, parece que algo sí realmente natural, las Perhentian no tienen coches ni tan siquiera carreteras, cuántos pueden presumir de tamaño privilegio.
Pulau Kecil, Islas Perhentian
Kuala Besut embarcadero y un sinfín de agencias y marineros, lanzadera de turistas que aquí ya son legión.La lancha vuela y planea, y me aterriza en una playa, tiempo justo para saltar los pies al agua sin calzado,llegada de descubridor. Pero aquí los indios son muy blancos, algunos hasta rosas, devorando las palmeras, playa y arena, El lago azul se hizo Costa del Sol y el fondo es discotequero. Pero consigo escapar y encontrar un pequeño refugio, ojos que no ven y algo más de paz, y de nuevo aquí Alex, que buscaba lo que yo no, y él sí que lo encontró.

Pero estas islas tan diminutas todavía resisten a la invasión, manto vegetal todavía oscuro e impenetrado. Playas en sus rincones y unas rocas de Seychelles, granito que emparenta y me activa el recuerdo, en un mar que no es tan lejos y sí muy similar. Con mi buen Álex nos lanzamos al interior, cruzamos costa a costa y buscamos ya la puesta, mientras abrimos nuestro pasado y encontramos ¡a un oscense y un zaragozano! Cena compartida y ascensión imaginaria hacia cumbres y cordilleras, que la montaña es su pasión y no la olvidan ni por aquí, me enseñan el imán que también yo llevo en mí.

Cae la noche cae y es un baño en claro de luna, poema de bajamar que recorro en su interior, lecho ahora desnudo, relieve color plata, noche de leyenda para un Bécquer tropical, la selva tampoco duerme y quién lo osa hacer ante tanta maravilla.

Y sigo un día más, la isla me atrapó, o fue más bien el mar, que hoy me enseña sus tesoros. Esponjas y coral, peces en formación, sinfonía de color que preludia a una reina que navega majestuosa, tortuga de largo velo, aleta con cicatriz, contando su experiencia y que sale a respirar. Instante compartido y nado en paralelo, me permite acompañarla en su danza matutina antes de descender y buscar su desayuno, vieja trotona en su rutina. Pero aún falta lo mejor, arrecife y salientes, rocas escarpadas que cobijan a sus dueños, tiburones de verdad que me hielan la mirada y me dejan sin pensar, momento de tensión que resulta pasajero, cuando entiendo que no soy yo objeto de su interés y empiezo a observar su rápido mover, nervioso, sin parar, difícil de seguir y más aún de prever, máquina perfecta en un mundo de
agua y sal en el que hoy soy el invitado.



Hay que continuar, aún costando dejar atrás el paraíso. Y mi rumbo es hacia el sur, descubriendo los contornos de una costa adormecida, pesca y mar y un algo de escapada, como el de este opositor que me enseña la trastienda de un país que es otra cosa, que si hay oro hay corrupción y un teatro en cada elección, que el Lobo de Wall Street dejó su huella por aquí, y ayer mismo se enteró, y teme que esto irá a peor, que empieza el juego de armas y la gente a desaparecer, pero el mundo esto no lo sabe y el turista menos aún.

Interior del Marina Bay Sands, Singapur
Y a todo esto Singapur, se acabó el exotismo en un puente de impresión que marca la frontera y un atasco de otra dimensión, la del mundo desarrollado, que cada vez me suena peor. Empiezo el recorrido en el distrito colonial, y trato de comprender el lugar al que caí, paraíso financiero, echando tierra al mar, y un presente sin pasado que fue otra cosa y ya no está. Aire inglés y portugués, aroma de centro comercial, y un Chinatown tan corrompido que me parece cartón piedra. Aún con todo siento algo más humano que la locura de Hong Kong, primo hermano algo mayor, con rasgos muy similares.

Busco el corazón para acabar de comprender, pasarela de cristal, un todo de rascacielos ocultando la cara
Marina Bay Sands, Singapur
B de este extraño lugar. Democracia autoritaria, paradoja imposible de un abrazo que es también multa, de nuevo veo aquí un futuro previsible, que suena a Huxley y a ficción, mandan dos y no parece, sensación de libertad reducida a un mall y a todo lo superficial, el súmum es casino, un hotel y no sí si más, a mí lo que me parece es una nave espacial. Y detrás también un bosque, cualquier cosa no natural, un placer para la vista y un absurdo para el pensar. Una turista en la escalera, durmiendo en Baco y puede que más, la miro a ella y miro arriba, y de nuevo para abajo, fluorescentes ramas y melena, desmadejada en un cuerpo que ya es piedra y va para árbol, Apolo buscó a Dafne y ésta se hizo laurel. Es el Hombre y su destino, atrapado en un bosque sin sentido.

Levántate chiquilla, que te van a empapelar.

Jardín de la Bahía, Singapur





domingo, 17 de julio de 2016

XXXIX. Y se marchó

Tras el formidable acercamiento a la naturaleza salvaje en el interior de las Cameron Highlands, me dispongo a continuar mi viaje por Malasia, para la cual dispongo todavía de un par de semanas. He decidido rodearla según las agujas del reloj. Las distancias físicas no son grandes, pero sí las culturales y paisajísticas en un país con tanta variedad, histórico punto
estratégico de rutas migratorias y coloniales donde convergen la práctica totalidad de religiones fundamentales.

Mi idea inicial es de continuar hacia Kota Bharu, al nordeste del país, ciudad natal de mi compañera de viaje Ki, pero dispongo de tiempo para recorrer algo más. Algunos de mis ya amigos latinoamericanos de Kuala Lumpur se encuentran ahora en la antigua colonia portuguesa de Georgetown, Penang, y no me encuentro lejos de allí. El lugar posee una rica historia y atractivos naturales, así que decido desviarme del camino y unirme de nuevo a la troupe latina, a su alegría natural y ansia por descubrir que traen consigo en la maleta, equipaje inmejorable para cualquier viaje. 




Y llego a Penang, isla hoy unida a la península por un puente
Calle de Georgetown
sobre el mar, siempre cruce de caminos, de culturas y de tiempos, Georgetown su capital es bien consciente de su atractivo y engalana sus esquinas, plagadas hoy de arte urbano en 3D, listo para posar, mientras mira hacia adelante olvidando su pasado, totalmente colonial. Las calles cambian de nombre pero no pueden renegar de su acento portugués, cuando no es del inglés, urbanismo elegante y mansiones por doquier, sus
Mansión colonial en Georgetown
dueños se marcharon y ahora no saben ya qué hacer, la mayoría reposan aletargadas viendo cómo la isla crece en vertical.

Entente fortalecida por más sandalias españolas, castellano de pro y emigrante balinés, recorremos y sentimos ese aire entremezclado, barrio hindú, mesa china,
Templo birmano, Georgetown
especias e inciensos de ritual. Vemos que el turista asola Penang, pero Penang no se detiene y vive con intensidad, las barcas siguen faenando y los templos miran hacia el cielo, colores llamativos y figuras casi de cuento, un buda descomunal que reposa allí tumbado, y los monjes en traje de momia que no sé si respiraron o son sólo para la ocasión.
Templo budista, Georgetown
El caso es que nos alimentan, reestreno oficial del hermoso templo hindú, celebrándolo con cena tradicional, que fue ayer, también hoy, y mañana, y nos ponemos a la cola, somos uno más.

Y no lejos de Penang, reposa otra isla, por nombre de Langkawi, y Claudia y Walter allá qué apuntan, cada uno con su camino. Seguiré también sus pasos, ávido por conocer, ocasión pintiparada, inmejorables trotasuelas
Calle de Georgetown
 un lugar hermoso y natural en el que también descansar.

Así que abordamos un ferry de sardinas y surcamos hacia el norte, ya no lejos de Tailandia. Arena fina en la playa, y un partido en la orilla, el sol que va cayendo destapando el tarro de las luces, acuarela en movimiento de nubes deshilachadas, casi un Van Gogh en relajado.


Playa Cenang, Langkawi
Y el turismo aquí que manda, pero aún queda sin corromper, nos lanzamos al descubrimiento con cuatro ruedas o más bien tres, grupa vieja y destartalada que implicará un acto de fe. Por la izquierda y con ouka lele alcanzamos primero un templo, patrimonio de serpientes, aunque no al natural, y bastante mejor así, con los budas nos conformamos. Ya no queda aquí ni una,
Templo budista, Langkawi
nos dirá luego un paisano, difícil de creer, cuando hay selva y mucho mono y naturaleza de interés.

Una cascada y algunas playas, y un recuerdo en mi memoria de aquella otra isla reunionesa, pariente algo lejana pero con bastante en común. Tocamos techo en Langkawi y volvemos a descender, pocas esquinas nos quedarán mientras la música dirige nuestros pasos, Y se marchó la afinación, pero queda el compás,  
Costa norte de Langkawi
y una melodía de atardecer que contemplamos ya en el mar. Ayer fue inmenso y hoy es casi igual, y por qué siempre esa paz, y ese algoespiritual, sol y agua y color, y un horizonte sin final, el tiempo pasa y se pasea, al menos aquí y en este momento, quién pudiera detenerlo. Pero es un pájaro sin jaula, que vuela alto y vuela libre, y así tiene que ser.




Una cena y confort, y un cruce de palabras que nos lleva hasta la noche, y luego a la mañana, y acabamos donde empezamos, inmensa playa blanca con islote de colofón, lugar para disíacos que ya debo abandonar, corro el riesgo de acomodarme y me quedan todavía muchas leguas por recorrer. Nuestros caminos se bifurcan con destinos ya distintos, Claudia al sur, Walter al norte, y yo siempre hacia el este, hermoso viaje que se marchó,

pero ya empieza uno nuevo. 

Buen camino compañeros, fue un placer andar con vos.



viernes, 8 de julio de 2016

XXXVIII. Orang Asli

El avión desciende ya con decisión mientras contemplo por la ventanilla selvas de palmeras seriamente uniformadas, ¿será algo natural? Tendré que preguntar a Ki, a quien espero reencontrar meses depués de compartir camino por las ya lejanas tierras albanesas. Unos minutos más y habremos tocado suelo, nuevo, desconocido para mí, en una región del mundo a la que llego sintiéndome turista, buscando aún el Este pero despojado ya del traje de explorador que perdí al cobrar alas. Dispuesto a seguir entendiendo, soy cosciente de que llego a un lugar amamantado por petróleo y quizá ya muy artificial, pero albergo la esperanza de encontrar todavía una naturaleza que intuyo salvaje y poderosa, escenario casi teatral de un auténtico crossroad cultural. He llegado a Malasia.


Moderno y rápido tren que me acerca hasta Kuala, Lumpur, otro reino de cristal que sin embargo intuyo con trastienda de interés. En mi camino hacia el hostal descubro con disimulo razas y colores, mestizaje descomunal que inunda el asfalto y desprende un aroma de lugar sin definir. Hindúes, musulmanes, todo tipo
Calle de Kuala Lumpur
de orientales y otras pieles sin definir, quizá origen tribal, pero todavía no lo sé, y algo similar cuando pongo a funcionar la antena de mi oreja, lenguas en amalgama donde reina el inglés, impronta colonial junto a los coches por la izquierda.

Y enseguida otra raza, llamativa y abundante, el blanquito colonial, del que a mi pesar también yo formo parte. No tardo en comprender, al poco de recorrer, Malasia y Kuala son propicias para ello, exostismo y facilismo con buen transporte y el inglés, y para colmo baratismo que hace al euro y la libra los reyes del
Torres Petronas, Kuala Lumpur
carnaval, en una sola tarde veo los mismo europeos que en varios meses atrás, buscando una aventura que aquí no es ya tal, el mundo empequeñeció y ya nunca será igual.

Algo así me dice Claudia, el Sudeste ya no está, el turismo lo corrompió. Viaje largo en sus piernas al igual que otros muchos, visa para un sueño y una forja especial, casta de aventureros desconocida para mí, latinos que conquistaron Nueva Zelanda desde abajo, y ahora recorren Asia hasta donde el aliento les alcance. Y no puedo sino unirme, por aquello que nos une, una lengua y un origen y una forma de entender aquello que es la vida, sin pensar pero sintiendo en su compañía lo que en casa y en mi barrio tantos meses después, esa cena y esa charla y ese calor
Centro Comercial, Kuala Lumpur
familiar, brindis en la noche, por el viaje y nuestras tierras, tan lejanas y hoy tan cerca.

Y Ki me enseña las mejores galas de Kuala, ¡paraíso comercial! Un anillo de superficies que completa la ciudad, para algunos no hay otro lugar y de uno saltan al otro, volvemos al progreso de plástico y cartón piedra. Pero a la sombra de la tarde las Petronas se desdibujan, reflejo en el estanque que ahora ya es una piscina, un sinfin de querubines y sus madres bien veladas, la vida todavía fluye y aún queda esperanza.

KLCC Park, Kuala Lumpur
En las afueras las Batu cuevas, que rompen con la ciudad, peñascos agujereados que surgen sin avisar, tarjeta de presentación de la Malasia de verdad, cubiertas de vegetación y
Cuevas Batu, afueras de Kuala Lumpur
rellenas de sacralidad. Khrisna y Brahma que dominan un lugar que es especial, los monos también lo saben y vigilan con celo al turista y al local, mientras por las escaleras se alcanza el agujero principal, hoyo en la roca y esencia espiritual con un templo iluminado por la luz que osó pasar.

Cuevas Batu

Cuevas Batu
Pero ya es tiempo de partir y buscar naturaleza, tengo tiempo por delante y ansia por descubrir, y las tierras altas de Cameron serán buen sitio para empezar. Carretera sinuosa y autobús todo confort, el campo se hace selva y el paisaje abrumador, ahora entiendo al inglés y su amor por el lugar, donde el aire se aligera y no es tanta la humedad ni tampoco la temperatura, qué maravilla de lugar. En Tanah Rata planto la base, y empiezo a recorrer, los 
Orang Asli, Cameron Highlands
caminos que se internan por una selva bien espesa, y el turista desaparece mientras surge el dueño de verdad. Me cuesta asimilarlo pero todavía viven aquí, indios Orang Asli que no 

entienden de ciudad, la selva es casa y refugio y almacén de todo cuanto requieren. Entre helechos arborescentes, lianas y maleza, me desvío de la senda y aparezco sin querer en mitad de una aldea aborígen. Pero no quiero molestar y no soy yo de su interés, de blancos ya se cansaron, media vuelta y a seguir.

Y continúo por la selva, exhausto y bañado en sudor, hasta que
Cascada en la selva, Cameron Highlands
alcanzo un altozano y de nuevo la claridad, y llego a otro paraíso, también herencia colonial. En lo alto y culminando un tapiz verde que se pierde, hojas de té en plantaciones perfilando la montaña, mientras ondulan un paisaje tan intenso y peculiar, fuente de riqueza con acento del inglés, que inconsciente o quizá sí, creó un algo de belleza sin igual.

Contemplo relajado desde la altura y al horizonte, un algo de viento suave y ambiente de mucha paz, sensaciones que grabo

en mi memoria y espero no olvidar.

Plantaciones de te, Cameron highlands


lunes, 4 de julio de 2016

XXXVII. Diez años

Tomo nuevo rumbo, en la forma y en el fondo. El avión aparece por vez primera en mi viaje como medio de transporte, obligado desde Corea, y será con dirección oeste, aunque de forma pasajera. Mi próximo gran objetivo es Nueva Zelanda, aún sin prisa por llegar, porque entre medias pienso en Malasia una vez he descubierto que es inmejorable lanzadera para la tierra de los kiwis. Y es que en su capital, Kuala Lumpur, tiene base la compañía aérea de menor coste y mayor cobertura en Asia y buena parte de Oceanía, mientras que su situación en el mapa la convierte en uno de los pocos países a salvo del monzón de verano en la región, protegida de los vientos de sudoeste por la vecina Sumatra. Razones pues más que suficientes para detenerme y empezar a conocer esta región del mundo, completamente desconocida para mí. 

Pero antes y de camino haré una pequeña parada en otro de los centros neurálgicos del continente asiático, Hong Kong, poco más de 24 horas para aprehender la realidad de la ex colonia británica y su convulsa transición hacia la madre patria china, fallida revolución, pacífica y paragüera, y rendir visita a un lugar del que tan buena impresión me causaran las gentes que conocí, ayuda desinteresada en el agreste escenario chino. De paso será también Macao, pariente cercano con misma "administraci
ón especial", tengo gran interés en conocer ambas provincias antes de que cambien quizá para siempre.



En poco menos de tres horas mi vuelo recorre una distancia equivalente a varias semanas de mi viaje, haciéndome sentir que
Hong Kong
éste realmente acabó y ahora engullo lo que debiera ser masticado, si no rumiado. Pero no puedo elegir, o tal vez sí, quiz
á me falte valor para la aventura definitiva, el destino hoy define el camino y el barco de Gulliver ya no sale más de puerto, quisimos llegar ayer y viajar ya no es lo que fue.

Sin tiempo de asimilar se abre la puerta corrediza, bofetada de

humedad y aire en toneladas que presenta un territorio ya casi tropical, donde no sé muy bien que espera. Bien pronto lo
descubro, tarjeta de presentación en forma de rascacielos, no uno sino mil, en lugares imposibles, ¿cómo aguanta esa isla con tamaño peso encima? Aún con idea precocinada no supuse tal descaro, Benidorm es aprendiz, y esto es una maestría, colmenas de cristal sobre frondosa vegetación, exótica combinación.

Caigo al centro que es Nueva York, no alcanzo a ver el cielo, y me siento aún más pequeño mientras observo el hormiguero. El
Pasarela peatonal, Hong Kong
espacio es el que es y bien poco para el peatón, flotando por pasarelas de Blade Runner sin replicar, el suelo es utopía y se mira desde arriba.

En movimiento incesante y tono ejecutivo, los bancos y negocios que no pueden esperar, ahora soy Dundee en el país de las corbatas. Huele a oro y dinero y no yo sólo lo sentí, esto es centro de operaciones a nivel mundial. Rostros occidentales casi a la par que orientales, y China en lontananza esperando un botín que cada día es más
Calle de Hong Kong
suyo, aunque aún hoy todavía ni la censura ni el yuán, Hong Kong aguanta y se resiste, no sé por cuánto ni hasta dónde.

Algo aturdido busco el altozano, necesito un horizonte que no sea artificial. Y me lanzo para arriba, en cuesta interminable, Hong Kong es ribera y ladera, de un monte tropical. Pero lo tienen arreglado, mecánica escalera que por tramos se la come, y si no el tranvía cremallera, herencia industrial de cuando era imperio inglés. La visión todo lo dice y me hace aún pensar más en el futuro de la isla, crecieron sin parar y quizá sin mucho pensar sino en su propio beneficio, hoy museo del horror en jaula de cristal, cuando más felices eran llega el dragón y se lo come, y empieza un combate desigual, paraguas contra un fuego milenario, todas las de perder.


Vista de Hong Kong

Se va el sol y yo con él, es tiempo de partir hacia la vecina Macao, pariente colonial de acento portugués. Una pequeña franja de mar separando ambas tierras es surcada por un ferry que viene 
y que va de día y de noche, si en una son los bancos en la otra los casinos, a más b igual a c. Pero estaba equivocado, Sands 
Costa de Macao
no tapió el pasado de Macao, y además de libertad, inmenso don en estos pares, esta otra ex colonia aún conserva el aroma de su abuelo colonial, cuando el marino portugués era príncipe de los mares.

Calle de Macao

Las plazas y palacios, las calles y sus nombres, y arriba la fortaleza, siento la proximidad
de una tierra y una cultura tan cercana a mi origen, pero aquí es sólo fachada, y algo en mi imaginación, se habla cantonés y se come con palillos, aún siendo todavía oficial, el portugués se puso a régimen especial y acabó por desaparecer. 

Paseo ya con luna, y me paro a cada paso, esa esquina y ese rincón tienen algo que contar, adoquines en el suelo, iglesia colonial, ¡azulejos en la pared!, una historia que acabó y se guardó en la memoria, herencia orgullosa de un tiempo distinto ya lo sé, cuando la tierra no era redonda y el mapa sólo papel. Paseo por sus calles y hasta puedo casi sentir la nostalgia del portugués, hoy los 
imperios ya son otros, y quién sabe Diez años después.

Largo do Senado, Macao


domingo, 3 de julio de 2016

XXXVI. Paralelo 38

China toca a su fin, tras casi un mes recorriendo el país de oeste a este un cúmulo de sinsabores y un algo de fatiga mental harán que abandone el pais algo antes de lo previsto, pensando que ya sentí y viví todo lo que necesitaba para entender la China de hoy en día. Y Corea será mi próximo destino, siguiendo Rumbo Este y poniendo de algún modo punto y final a uno de los leitmotivs de mi viaje, pues Corea supondrá la última frontera que alcance por tierra o por mar. Por delante y en esa idea sólo queda Japón, y el hecho de ya conocerlo y del incremento de presupuesto que supondría visitarlo harán que lo descarte e inice así una nueva etapa en mi camino, ahora ya también por el aire. 





¿Y por qué Corea del Sur? Descartadas las vías terrestre, Rusia al norte con visado harto difícil de conseguir, al sur Laos y Vietnam, largo y costoso viaje hasta la frontera y temporada de
monzón, Corea del Norte al este, factible pese a todo, pero sólo mediante tour organizado a precio de uranio enriquecido, restan las alternativas de Taiwán y Corea del Sur, por vía marítima, 

aparte de Japón, algo más allá, y será el interés por comprender algo mejor la triste situación que define a un país partido por la mitad el que haga que me decante por Corea del Sur. Pero por mi mente ya transitan nuevos destinos y horizontes, por lo que esta vez no recorreré el país y estaré sólo unos cuantos días en Seúl, tiempo para comprender y tomar un respiro tras el difícil camino por China.

Así que un tren desde Pekín y un barco desde Qingdao me ven partir para el Mar de la China Oriental,  niebla espesa y sin
Ferry Qingdao-Incheon
final que sólo en la mañana levantará su mano alcanzando las costas de Incheón, puerto de entrada a Corea.Pero anoche el Weidong Ferry ya me hizo de introducción, aún en camarote de Hermanos Marx, cincuenta almas en horizontal, y un par de huevos duros, serán las luces de neón y otra forma de mirar, atrás los empujones y el ansia por pasar, empieza el karaoke. 



Conglomerado de ciudades, mega urbe en conclusión, Seúlasusta y apabulla mientras engulle sus contornos, Incheón ya es suya y una línea de metro desembarca hoy donde los americanos aquel día. Pero no me dejo asustar, bajo esta jungla de edificios y alquitrán, espero a su gente de la que tan bien oí hablar, y levanto la mirada buscando lo que busco, un contraste con lo anterior. Y en nada que lo encuentro, may I help you una y luego dos, qué más puedo decir.



Pero todo esto lo presuponía y mi interés está hacia el norte, enlo que hoy se a denomina zona desmilitarizada, curioso eufemismo. Contrariando mis costumbres me embarco en touroperador, pues no hay otro camino para alcanzar lo 
Carretera hacia la DMZ, zona desmilitarizada
que queda de Guerra Fría, muro de contención con forma de línea recta, Paralelo y cartabón que parecen casi broma hasta que se llega a la alambrada, los puestos militares se suceden en 
la carretera, esto sigue estando en guerra porque no se en guerra porque no se firmó la paz, y a fe que lo demuestran.

Pero cuesta entrar en situación. Muro separando las dos antiguas vías, un llanto con forma de lazo, y el corazón partido entre la nube de turistas, estamos fuera de lugar y nadie parece comprenderlo, siento formar parte de un show que ha perdido su lugar, entierro de la sardina fuera de carnaval. Cierto que no hay otro
Observatorio sobre Corea del Norte
camino, y que es el modo de entender, pero la tienda de souvenirs al borde del campo minado me resulta demasiado.

Un tunel entre tantos y la nueva estación, enlaces norte sur con carácter bien distinto, unos para invadir y los otros para unir, aunque me empiezan a surgir dudas cuando escarbo en la historia y percibo un sentimiento belicoso en el Museo de la Guerra, ansia por terminar lo que un día China repeliera, y no parece que la sombra de Maquiavelo ocupe sólo una mitad. Hasta el piano es de espino, ya no suena sino llora.




Dejo atrás el Paralelo y el ambiente militar con triste sensación, no parece que haya final ni atisbo de reconciliación, y apunto antes de ireme a la Corea que maravilla, 

progreso y tecnología a ritmo de Gangnam style. Un encuentro de excepción, un amigo de mi amigo que me hará de embajador, Jaime me levanta la cortina. ¿Es oro todo lo que reluce? he ahí mi gran pregunta. 
Cortesía de campanillas e ingenuidad de niño grande, perdió en humanidad mientras ganaba en apariencias, hoy lidera Pisa y marca ritmo bursatil, arrobas de modernidad, el aire aquí es wifi. Pero el oro se oscurece cuando pasamos al interior, Peter Pan con barba de tres días y ojeras de trasnochar, tres canales retransmitiendo partidas de videojuegos, consumo de pornografía sin casi rival mundial, competencia inhumana desde el jardín de infancia, estaciones principales con vallado antisuicidio. Para ya no sigas, que no quiero saber más. 


Interior de una casa tradicional

Metro al aeropuerto y no dejo de pensar si este es el camino sinsalida del progreso occidental, o sólo circunstancia de una tierra singular, marcada por una guerra, que no era la suya. Buena impresión la mía pero corta, es la verdad, y ya no sé qué pensar.

Y me acuerdo ahora de Tee, rebelde coreano que conocí meses atrás, todavía en Bulgaria, refugiado de conciencia huyendo de la licuadora de humanidad, errante por el mundo en busca de un hogar, es ahora cuando te entiendo, suerte en tu peregrinar.


Palacio Changdeokgung