Visiones de un viaje sin destino ni final, rumbo Este tierra y mar, un mundo por conocer. Un buen día salí desde Madrid, y de momento sigo andando, hasta donde llegue...



lunes, 4 de julio de 2016

XXXVII. Diez años

Tomo nuevo rumbo, en la forma y en el fondo. El avión aparece por vez primera en mi viaje como medio de transporte, obligado desde Corea, y será con dirección oeste, aunque de forma pasajera. Mi próximo gran objetivo es Nueva Zelanda, aún sin prisa por llegar, porque entre medias pienso en Malasia una vez he descubierto que es inmejorable lanzadera para la tierra de los kiwis. Y es que en su capital, Kuala Lumpur, tiene base la compañía aérea de menor coste y mayor cobertura en Asia y buena parte de Oceanía, mientras que su situación en el mapa la convierte en uno de los pocos países a salvo del monzón de verano en la región, protegida de los vientos de sudoeste por la vecina Sumatra. Razones pues más que suficientes para detenerme y empezar a conocer esta región del mundo, completamente desconocida para mí. 

Pero antes y de camino haré una pequeña parada en otro de los centros neurálgicos del continente asiático, Hong Kong, poco más de 24 horas para aprehender la realidad de la ex colonia británica y su convulsa transición hacia la madre patria china, fallida revolución, pacífica y paragüera, y rendir visita a un lugar del que tan buena impresión me causaran las gentes que conocí, ayuda desinteresada en el agreste escenario chino. De paso será también Macao, pariente cercano con misma "administraci
ón especial", tengo gran interés en conocer ambas provincias antes de que cambien quizá para siempre.



En poco menos de tres horas mi vuelo recorre una distancia equivalente a varias semanas de mi viaje, haciéndome sentir que
Hong Kong
éste realmente acabó y ahora engullo lo que debiera ser masticado, si no rumiado. Pero no puedo elegir, o tal vez sí, quiz
á me falte valor para la aventura definitiva, el destino hoy define el camino y el barco de Gulliver ya no sale más de puerto, quisimos llegar ayer y viajar ya no es lo que fue.

Sin tiempo de asimilar se abre la puerta corrediza, bofetada de

humedad y aire en toneladas que presenta un territorio ya casi tropical, donde no sé muy bien que espera. Bien pronto lo
descubro, tarjeta de presentación en forma de rascacielos, no uno sino mil, en lugares imposibles, ¿cómo aguanta esa isla con tamaño peso encima? Aún con idea precocinada no supuse tal descaro, Benidorm es aprendiz, y esto es una maestría, colmenas de cristal sobre frondosa vegetación, exótica combinación.

Caigo al centro que es Nueva York, no alcanzo a ver el cielo, y me siento aún más pequeño mientras observo el hormiguero. El
Pasarela peatonal, Hong Kong
espacio es el que es y bien poco para el peatón, flotando por pasarelas de Blade Runner sin replicar, el suelo es utopía y se mira desde arriba.

En movimiento incesante y tono ejecutivo, los bancos y negocios que no pueden esperar, ahora soy Dundee en el país de las corbatas. Huele a oro y dinero y no yo sólo lo sentí, esto es centro de operaciones a nivel mundial. Rostros occidentales casi a la par que orientales, y China en lontananza esperando un botín que cada día es más
Calle de Hong Kong
suyo, aunque aún hoy todavía ni la censura ni el yuán, Hong Kong aguanta y se resiste, no sé por cuánto ni hasta dónde.

Algo aturdido busco el altozano, necesito un horizonte que no sea artificial. Y me lanzo para arriba, en cuesta interminable, Hong Kong es ribera y ladera, de un monte tropical. Pero lo tienen arreglado, mecánica escalera que por tramos se la come, y si no el tranvía cremallera, herencia industrial de cuando era imperio inglés. La visión todo lo dice y me hace aún pensar más en el futuro de la isla, crecieron sin parar y quizá sin mucho pensar sino en su propio beneficio, hoy museo del horror en jaula de cristal, cuando más felices eran llega el dragón y se lo come, y empieza un combate desigual, paraguas contra un fuego milenario, todas las de perder.


Vista de Hong Kong

Se va el sol y yo con él, es tiempo de partir hacia la vecina Macao, pariente colonial de acento portugués. Una pequeña franja de mar separando ambas tierras es surcada por un ferry que viene 
y que va de día y de noche, si en una son los bancos en la otra los casinos, a más b igual a c. Pero estaba equivocado, Sands 
Costa de Macao
no tapió el pasado de Macao, y además de libertad, inmenso don en estos pares, esta otra ex colonia aún conserva el aroma de su abuelo colonial, cuando el marino portugués era príncipe de los mares.

Calle de Macao

Las plazas y palacios, las calles y sus nombres, y arriba la fortaleza, siento la proximidad
de una tierra y una cultura tan cercana a mi origen, pero aquí es sólo fachada, y algo en mi imaginación, se habla cantonés y se come con palillos, aún siendo todavía oficial, el portugués se puso a régimen especial y acabó por desaparecer. 

Paseo ya con luna, y me paro a cada paso, esa esquina y ese rincón tienen algo que contar, adoquines en el suelo, iglesia colonial, ¡azulejos en la pared!, una historia que acabó y se guardó en la memoria, herencia orgullosa de un tiempo distinto ya lo sé, cuando la tierra no era redonda y el mapa sólo papel. Paseo por sus calles y hasta puedo casi sentir la nostalgia del portugués, hoy los 
imperios ya son otros, y quién sabe Diez años después.

Largo do Senado, Macao