Visiones de un viaje sin destino ni final, rumbo Este tierra y mar, un mundo por conocer. Un buen día salí desde Madrid, y de momento sigo andando, hasta donde llegue...



viernes, 22 de julio de 2016

XL. Cristal y arena

Continúo mi recorrido por Malasia, dispuesto a circunvalar toda la península y conocerla en mayor profundidad. Alcanzado su extremo noroeste en la isla de Langkawi estudio la posibilidad de cruzar a la vecina Tailandia, de la que unas pocas millas la separan, y recorrer la estrecha franja entre la costa oeste y este antes de entrar de nuevo a Malasia, pero la permanente inestabilidad del país vecino y una frontera complicada me hacen descartar la idea. Tomaré pues el barco de nuevo a la Malasia peninsular para dirigirme luego hacia Kota Bharu, donde me espera de nuevo mi amiga Ki, y comenzar a recorrer la costa este en dirección sur, con idea de llegar hasta Singapur.




El viaje por tierra hasta Kota Bharu será largo, así que saliendo de Langkawi decido hacer escala de nuevo en Georgetown, para tomar un autobús que me llevará hasta Kelantan, la provincia malaya más al nordeste del país. Pero Georgetown sigue siendo latino y todavía encuentro a Óscar y Alex, brasileño con barcelonés, y madrileño con baliense, que me harán ralentizar la partida, y es que el reloj se difumina cuando es grata la compañía. Pero es tiempo de seguir y no tardo en cargar de nuevo la mochila, último cruce del canal y partida en Butterworth, puerto, puente y estación en una misma expresión.

Verde selva que se enreda, y un tirabuzón de carretera que se abre paso entre la jungla que vive en otra dimensión, sonora e impenetrable, contemplo por el cristal como si estuviera en un museo.
Y de repente Kelantan, provincia musulmana con pequeña capital, cuadrícula sin expresión que quiso la
Mural en Kota Bharu
fealdad para olvidar lo que rodea, mar, islas y selvas que parecen a años luz de esta Kota Bharu comercial y algo industrial. Y aquí de nuevo Ki, en su ciudad natal, que me enseña y me pasea y me levanta el telón de esta realidad, tan multicultural. China de raíces y de comunidad, entorno musulmán, que crece y que aprieta. Ki no pierde la sonrisa, pero le empieza a no gustar, Kelantan es hoy la provincia con mayor carácter musulmán y la balanza se desequilibra, toleramos el muecín, aún en horas de madrugada, y al cambio malas caras si voy sin mangas o en shorts, aún siendo esto tropical. Si estamos en Ramadán toca esconderme para comer, y no me digas más, que veo los murales de este arte urbano peculiar y ya sobran las palabras, libertad para los unos y muerte para los otros, la víctima siempre es la misma pero no sabe que lo es, y aún menos por qué lo es, hégira de marionetas.

Una barca y hacia el mar, a encontrar de nuevo islas, parece que algo sí realmente natural, las Perhentian no tienen coches ni tan siquiera carreteras, cuántos pueden presumir de tamaño privilegio.
Pulau Kecil, Islas Perhentian
Kuala Besut embarcadero y un sinfín de agencias y marineros, lanzadera de turistas que aquí ya son legión.La lancha vuela y planea, y me aterriza en una playa, tiempo justo para saltar los pies al agua sin calzado,llegada de descubridor. Pero aquí los indios son muy blancos, algunos hasta rosas, devorando las palmeras, playa y arena, El lago azul se hizo Costa del Sol y el fondo es discotequero. Pero consigo escapar y encontrar un pequeño refugio, ojos que no ven y algo más de paz, y de nuevo aquí Alex, que buscaba lo que yo no, y él sí que lo encontró.

Pero estas islas tan diminutas todavía resisten a la invasión, manto vegetal todavía oscuro e impenetrado. Playas en sus rincones y unas rocas de Seychelles, granito que emparenta y me activa el recuerdo, en un mar que no es tan lejos y sí muy similar. Con mi buen Álex nos lanzamos al interior, cruzamos costa a costa y buscamos ya la puesta, mientras abrimos nuestro pasado y encontramos ¡a un oscense y un zaragozano! Cena compartida y ascensión imaginaria hacia cumbres y cordilleras, que la montaña es su pasión y no la olvidan ni por aquí, me enseñan el imán que también yo llevo en mí.

Cae la noche cae y es un baño en claro de luna, poema de bajamar que recorro en su interior, lecho ahora desnudo, relieve color plata, noche de leyenda para un Bécquer tropical, la selva tampoco duerme y quién lo osa hacer ante tanta maravilla.

Y sigo un día más, la isla me atrapó, o fue más bien el mar, que hoy me enseña sus tesoros. Esponjas y coral, peces en formación, sinfonía de color que preludia a una reina que navega majestuosa, tortuga de largo velo, aleta con cicatriz, contando su experiencia y que sale a respirar. Instante compartido y nado en paralelo, me permite acompañarla en su danza matutina antes de descender y buscar su desayuno, vieja trotona en su rutina. Pero aún falta lo mejor, arrecife y salientes, rocas escarpadas que cobijan a sus dueños, tiburones de verdad que me hielan la mirada y me dejan sin pensar, momento de tensión que resulta pasajero, cuando entiendo que no soy yo objeto de su interés y empiezo a observar su rápido mover, nervioso, sin parar, difícil de seguir y más aún de prever, máquina perfecta en un mundo de
agua y sal en el que hoy soy el invitado.



Hay que continuar, aún costando dejar atrás el paraíso. Y mi rumbo es hacia el sur, descubriendo los contornos de una costa adormecida, pesca y mar y un algo de escapada, como el de este opositor que me enseña la trastienda de un país que es otra cosa, que si hay oro hay corrupción y un teatro en cada elección, que el Lobo de Wall Street dejó su huella por aquí, y ayer mismo se enteró, y teme que esto irá a peor, que empieza el juego de armas y la gente a desaparecer, pero el mundo esto no lo sabe y el turista menos aún.

Interior del Marina Bay Sands, Singapur
Y a todo esto Singapur, se acabó el exotismo en un puente de impresión que marca la frontera y un atasco de otra dimensión, la del mundo desarrollado, que cada vez me suena peor. Empiezo el recorrido en el distrito colonial, y trato de comprender el lugar al que caí, paraíso financiero, echando tierra al mar, y un presente sin pasado que fue otra cosa y ya no está. Aire inglés y portugués, aroma de centro comercial, y un Chinatown tan corrompido que me parece cartón piedra. Aún con todo siento algo más humano que la locura de Hong Kong, primo hermano algo mayor, con rasgos muy similares.

Busco el corazón para acabar de comprender, pasarela de cristal, un todo de rascacielos ocultando la cara
Marina Bay Sands, Singapur
B de este extraño lugar. Democracia autoritaria, paradoja imposible de un abrazo que es también multa, de nuevo veo aquí un futuro previsible, que suena a Huxley y a ficción, mandan dos y no parece, sensación de libertad reducida a un mall y a todo lo superficial, el súmum es casino, un hotel y no sí si más, a mí lo que me parece es una nave espacial. Y detrás también un bosque, cualquier cosa no natural, un placer para la vista y un absurdo para el pensar. Una turista en la escalera, durmiendo en Baco y puede que más, la miro a ella y miro arriba, y de nuevo para abajo, fluorescentes ramas y melena, desmadejada en un cuerpo que ya es piedra y va para árbol, Apolo buscó a Dafne y ésta se hizo laurel. Es el Hombre y su destino, atrapado en un bosque sin sentido.

Levántate chiquilla, que te van a empapelar.

Jardín de la Bahía, Singapur