Visiones de un viaje sin destino ni final, rumbo Este tierra y mar, un mundo por conocer. Un buen día salí desde Madrid, y de momento sigo andando, hasta donde llegue...



martes, 29 de marzo de 2016

XI. En el corazón de Bulgaria


Bulgaria se allana, se hace campo y se hace verde, llegó ahora sí la primavera. Tierra plana, larga, que se extiende hacia el oriente, a la sombra de los Balcanes, los de aquí, que dividen el país, abajo y arriba, hasta que aparece el Danubio, que lo separa, frontera, norte. Tracia y romana, Orfeo por sus bosques, también alfombra, otomana, Suleyman hacia Europa, hasta casi antes de ayer.




Monte Bishe. Koprovhishitsa
Primero Koproshivitsa, no lejos de Sofía, entre medias de montañas. Imposible de pronunciar, por más que lo intento, consigo que me entiendan y me embarquen para allá.

Pero el lugar está escondido, no llega el tren, y en la estación espera un lanzadera a los viajeros, nadie sino yo, para alcanzar el pueblo, tradicional. Las calles empedradas, el olor a madera, riachuelo en la mitad... 

Estación de ferrocarril. Koprovhishitsa
Creo que es buen sitio para descansar, un día al menos, y perderme por alguna de las colinas que la circundan, y es que ya tengo sed de montaña. Pero el camino embarrado no me dejara disfrutar, tan solo unos caballos y el amplio panorama recompensan un tanto el esfuerzo. 

Estación blanca, inmaculada, Canfranc remozada, nuevo día y vía muerta sin embargo, el tren se torna en autobús, al menos durante un rato. 

Anfiteatro romano. Plovdiv
Estadio romano. Plovdiv
Y llego a Plovdid, que me sorprende. Esperaba otra Sofía, pero gris, sucia, y resulta una Roma, aletargada, que intenta despertarse. También siete colinas, ¿lo buscaban o casualidad? 

Ese enorme anfiteatro, dominando la ciudad, y el estadio, 
en el subsuelo, que sólo a ratos aparece, limpieza matutina, ducha de elefante. 

Mis andares me encaminan hacia el casco antiguo, que no lo es tanto, al menos en comparación,
Vista de Plovdiv con varias de sus colinas
y otra vez España, mayores en tour en esta ocasión.
El león, símbolo de Bulgaria
Y de ahí a la colina, creo que la mayor, o al menos la mas alta, y donde todo se domina.

El león en el pasaje, Bulgaria y corazón, y cultura, que se siente, ópera alrededor, festivales de verano. Qué grata impresión.


Plaza del Ayuntamiento. Plovdiv
Y ahora es Veliko, Tarnovo, o las dos cosas, el alma de la resurrección, búlgara, y un lugar de excepción. Pero es mucho para una jornada, así que tengo que parar, Kazanlak en este caso, de aquí no podré pasar, se acabaron hoy ya las mashrutkas. Y otra vez, el gris, por siempre. El telón de acero era de hormigón.


Bloque de edificios. Kazanlak
Ya por fin Tarnovo, donde el río juega con el relieve, y define una silueta que perfila unas montañas, y ahí arriba la fortaleza, y abajo la ciudad, y en medio otra parte, y allí la que faltaba. 
Veliko Tarnovo

Paisaje kárstico que me horada la memoria, y sí, es una Cuenca samotracia. Y qué hermosa, aunque quizá no tan cuidada. Y vaya, ahora calor, y mucho, qué pasa aquí con estos cambios, ¡si me nevó antes de ayer!

En el hostel, Tee, o Steve, como me dice, que llega, cansado, desde Bucarest. Y me chapurrea español, con acento coreano. Buen tipo, sí señor, buscando piso por el mundo... -España me interesa, pero es caro, y no por Dios, ¡a Corea yo no vuelvo! Vivir para trabajar, trabajar para morir, se han vuelto locos. 
Fortaleza-Veliko Tarnovo
Que no cuenten conmigo, eso ya lo viví, y ahora quiero otra cosa. Y le entiendo, claro que sí, aunque él piensa que la siesta sigue presidiendo nuestro día, pero no, ya se lo aclaro, ya no es lo que era.

Y mientras compruebo mi sextante, estudio mi destino, el Mar Negro se acerca, pero ya no me basta con tocarlo, ahora quiero atravesarlo. Varna, puerto fundamental de Bulgaria me cierra las puertas pues sólo funcionan barcos de mercancías, así que tengo que variar. Miro al norte, y al correo, Mr. Vlad Tarasenko me confirma, miércoles 6, Odessa-Batumi, aquí que te esperamos. Pues no lo pienso más. Para allá qué nos vamos.
Veliko Tarnovo

jueves, 24 de marzo de 2016

X. Por el camino de Rila

Mi próximo destino será Bulgaria, en este viaje a ningún este que pretende volver a ver el mar, otro mar y el mismo mar, en las costas del Mar Negro, pero para eso queda todavía.



 Antes apunto a otro monasterio, también ortodoxo, también emblemático, pero búlgaro, sólo, porque la ortodoxia sí entiende de fronteras, que me espera no muy lejos de la que debo atravesar, pero no será fácil de alcanzar. 


Monasterio de Rila
Efectivamente el Monasterio de Rila se esconde entre las montañas del mismo nombre, techo de la escarpada Bulgaria, protección nevada y blanco decorado, mística natural. Una larga jornada de transición me devuelve a Macedonia desde Kosovo, y me empaqueta hacia Bulgaria, Kyustendil parada y fonda, ya cayó la noche. 

Dos mashrutkas para la nueva jornada, Dupnitsa primero y Rila después, y podré enlazar con la tercera y definitiva proveniente de Sofía, correspondencia con ¡Colmenar! 
Bosque de Rila
España viaja en primavera, y en este caos cirílico en el que la p se hizo erre y la ene se invirtió, qué agradable volver al latinajo de corte serrano, Pedriza transportada. Con Carlos y Daniel, viaje fraternal, Semana Santa bulgaresa, llego por fin a mi destino, ensalada multicolor, un algo castellano, esa madera, esos tejados, posada quijotesca en mi imaginario. Yo me quedo, ellos se van, paseo por los bosques ya solitarios y vuelvo al monasterio, que se cierra con la luz. El monje me dio la llave y haré noche monacal, paz eterna, tiempo de oración, silencio sepulcral que sólo el río se atreve a desbaratar, qué día es hoy, o mejor, qué siglo es, no viví nada igual. 


Anochece de Rila
Y ahora para Sofía, el viaje debe continuar. Volvemos al presente, no lejos del pasado. La mashrutka por Vitosha, sierra de Sofía, ¡y se pone a nevar! Pie a tierra, y a buscar, la estación no es la esperada, sigo a los orientales, parecen avezados, cruce de calle, y me preguntan qué tranvía tomar... 




Vigilia por los atentados de Bruselas

La noche homenajea a los mártires de hoy, Bulgaria con Bruselas, tú hoy, yo mañana, Dios no lo quiera. Y qué frío, ¡pardiez! La primavera macedonia mutó a invierno, y no me agrada el retroceso. 


Pero el tiempo se detuvo en una partida de ajedrez, Roma en los sótanos, media luna en la entreplanta, y en lo alto la estrella, roja, que no es fácil de olvidar, aunque ya no está. 



Plaza de los Jardines de Sofía

Iglesia Sveta Petka Samardzhiiska

Ocultaron aquella iglesia, patrimonio universal, no corrían tiempos de libertad. Y hoy la Duma centro comercial, dónde hemos ido a parar. 


Y una estatua, Sofía, que no es la que debía, santa, que no pagana, error monumental, poco importa ya. Nos queda la catedral, de Alexander, Nevsky, 
Palacio Presidencial (antigua Duma). Sofía
ni paisano ni forastero, Mr. Marshall medieval, pero qué más da, venció al turco y eso ya nos vale. 

Primero ella, luego el, nos enseñan lo que es, y lo que fue. Y saltamos al futuro con un superviviente, diez años costaba, era para siempre, y aqui sigue, vejez dorada, paseando turistas mientras me aguante la chapa.  



Otra vez, savia, nueva, en esta agradable ciudad, alegría por contagiar, ganas de construir, guías del pasado, dueños del futuro, Bulgaria les espera.
Antiguo Trabant, y guía local

Guía local

martes, 22 de marzo de 2016

IX. Kosovo Newborn (II)

El Monasterio del Patriarcado de Pec y el Monasterio de Deçan son dos de los emblemas de la iglesia ortodoxa serbia, y por ende del reino histórico, cuna y trono de un pueblo orgulloso de sus raíces, como todos. Y Patrimonio de la Humanidad, encima. Pero cosas de la historia, siglos después estos lugares sagrados se encuentran enclavados en una región poblada por otros que vinieron de fuera, albaneses, y que además prefieren a Mahoma.




Monumento funerario. Carretera Pristina-Pec
Y convivir, que es un arte, se vuelve un poema. Y ya tenemos lío y a la OTAN, o la NATO, tanques para los neonatos, primero unos y luego otros, y los soldaditos españoles, misión de paz, dame guerra y dime paz, protegiendo otro de estos monasterios de sangre. -Qué buenos y valientes los soldados españoles, me dice el policía serbio kosovar, y sí, me enorgullece oírlo.


Mi paseo nocturno por las calles de Pristina me sigue dejando dudas, no acabo de entender el lugar ni el momento, la felicidad que transmite el regente de mi albergue, vaya fiesta te pegaste, contrasta con la batería de policía, seguridad privada y militares de las calles. Así que decido seguir un día más y recorrer el oeste y sur de la región, trazando un bucle en sentido contrario a las agujas del reloj que debería acabar en Prizren, al sur, si enlazo bien las comunicaciones.

Pec. Kosovo
Pec, primera parada, fondo nevado, pueblo cultural, ¡festival internacional de cortos!, animado, y mucho. Soltaron algún instituto de excursión y me miran como a un chimpancé en una jardinera. Pero Pec aparece poco antes de Montenegro, al final de una carretera sembrada de cementerios improvisados en sus márgenes, banderas albanesas, túmulos funerarios, UÇK siempre. En el autobús de camino juego con la radio, qué curioso, la BBC emitiendo..., cadena de atentados en Bruselas, no puedo creerlo, otra vez, muerte, terror, aquí, allí, ¿siempre?

Monasterio de Pec
Ninguno de los carteles turísticos de la ciudad se refiere al monasterio. Pero sé qué está, y continúo andando por la carretera, ya a las afueras, hacia las montañas, mochila al hombro, pues leí que los taxis se niegan a ir allí y no me apetece probarlo. Y está, escondido, tapia de hormigón, puesto de control, doble, y alambrada que ya no, pero hasta hace poco. El pasaporte para entrar y las monjas dentro, qué peligro. Interesante, hermoso, pero el contexto me despista. Vuelvo al pueblo, ahora sí puedo coger un taxi cuando me separo prudencialmente del lugar, y otro bus a Deçan, siguiente parada.

Cartel en Deçan. Kosovo
Misma historia, pero aquí huele peor. Banderas albanesas por doquier y posguerra a medio hacer. Más monumentos y un cartel para la próxima manifestación homenaje. Otra vez San Fernando, el del coche, y la carretera que pica hacia arriba.

Paisanos de paseo y un digno personaje con prendas de civil y tono de oficial, -¡Hi sir!, where are you from?, que me prepara para la torre de control, tanqueta en el arcén, fusiles de repetición, mojones militares y un jeep de ronda en el kilómetro. Un soldado universal que pudo hacer la guerra él sólo, Rambo eslovaco, me pasa la selectividad antes de darme el salvoconducto y requisar mi pasaporte. El puesto de mando anuncia por radio que un español no armado se aproxima a la verja, y acto seguido un tercero abrirá la compuerta. Estoy dentro.
Deçan
Y no sé si mirar al campanario o al suelo por si queda alguna mina sin explotar.


Un joven serbio kosovar, me hace de guía y me abre la iglesia, pero me interesan más los hechos que los frescos, aún siendo tan bellos. -¿Cómo está la situación? -Mmmh, yeah, it´s getting better... pero no se explaya.
Monasterio de Deçan
 Y contemplo las montañas, y el río, y el atardecer, porque el paraje es espectacular, paz que nunca faltó y que no supieron ver.


Una riada de chavales a la salida de clase, sangre nueva, el perdón es vuestro, tú no puedes ser como ellos, con esa cara,

el UÇK ya no está, y tercer bus del día a un pueblo intermedio, sin tecno balcánico, y ya casi lo echo de menos.


Y todavía falta otro, que me dejará en Prizren, ahora sí, noche cerrada y reto conseguido, y otro bonito pueblo, río, puente, mezquita... e iglesia protegida. La historia no acabó. Tristemente.


  www.kosovo.net/edecani_pw.html

Prizren. Kosovo



lunes, 21 de marzo de 2016

VIII. Kosovo Newborn (I)

Eylem me dice que por qué no visitar Kosovo, ya que mi viaje no tiene corsé. Hacen falta turistas y un poco de normalidad, y el lugar es acogedor, ella lo sabe bien, ya son unos años trabajando allí. Pero es tarde y el bar del barrio turco de Skopje demasiado oscuro como para sacar algo en claro. Pero la idea no es descabellada, no en vano Pristina dista poco más de una hora de carretera desde Skopje, aunque en principio no entre en mis planes.



Dos días después Pablo agota su tiempo en Macedonia y yo me echo la mochila al hombro para retomar mi camino, y sí, por qué no, Bulgaria puede esperar, definitivamente rumbo norte por unos días, para entender de qué hablaba el telediario.

Calle de Pristina. Kosovo
La estación de autobuses de Pristina huele a rutina, una de tantas en los Balcanes, orden gris y arcaico. Pero cuando pongo rumbo al centro de la ciudad, un potente vehículo de las KFOR pasa a escasos metros y me levanta la mirada del mapa. No todo es tan normal.

Restos de bombardeos. Pristina
Efectivamente esto es Pristina, y esto es Kosovo, conocida como región independiente, nuevo país para muchos, no para España, cuestión de principios que se podrían cuestionar. No soy yo quién.
Penúltima guerra balcánica, iniciada en el 99, cuando ya todo parecía en orden, ¡cuando nos asustaba el efecto 2000...! ¿Quiénes eran los buenos y quién los malos? El opresor que defiende a una minoría, los terroristas que matan por una mayoría... Serbios, albaneses... ¿y los kosovares?, a secas, ¿sólo kosovares? No, no hay, y ese es el problema, o eso creo.

Ibrahim Rugova

Continúo por la arteria central de la pequeña Pristina, llena de gente, y joven, que van y vienen, hora de almorzar, cómida rápida en un establecimiento moderno, como ellos, look de oficina occidental. 

Me agrada, siento que el conflicto quedó atrás y que los Land Rover blancos sólo esperan una llamada para volver a casa. 



Y encima con euros, aunque los míos aquí valen mucho más que los suyos. Ibrahim Rugova, héroe de antesdeayer, preside la peatonal de nuevo cuño que la OTAN levantó, yo destruyo, yo construyo. Enfrente el edificio de la UE, y en la verja unas fotos, no tantas, de los que se fueron con el genocidio. 

Cartel con víctimas del genocidio. Pristina



La calle UÇK hace esquina con la George W. Bush, los minaretes dominan el barrio antiguo, y el monumento-letrero Newborn da la entrada a un centro comercial mientras cae la noche, de verdad. La luz artificial es un lujo en los países recién nacidos, y el agua también. -No te preocupes que aquí en el hostel tenemos un depósito para las noches, cuando cortan el suministro, te puedes duchar de madrugada si quieres... -Gracias, me alivia saberlo.

Monumento Newborn. Pristina

martes, 15 de marzo de 2016

VII. Macedonia o la construcción del pasado

Macedonia suena a historia, antigua, a conquistas y a Alejandro, a un pasado glorioso engullido por la madre Grecia. Y sí, a fruta en cuenco de cristal, y ya sé por qué.





Detalle del monumento a Alejandro Magno. Skopje
Un vistazo rápido al mapa contradice la leyenda, no puede caber todo en un país tan pequeño. Y no, no cabe, Macedonia fue mucho más de lo que hoy parece, y Grecia, la de hoy, lo confirma queriendo para sí el título y los honores. Fyrom para ellos, 
Alejandro para nosotros.
Plaza Macedonia. Skopje.

Pero Macedonia se reafirma, concurso de banderas y monumentos, el tamaño sí que importa, a falta de terreno ganemos espacio al vacío.

Y entre medias los turcos, y Tito, o la negación de un pasado que para nuestro taxista fue mejor, y ahora sí, tenemos la macedonia en el plato, helenos, otomanos y comunistas en una misma biografía. No es poca cosa.

Macedonia será un respiro en mi camino a la semana de partir. El encuentro programado con un viejo conocido, curriculum vitae de viajero, y la estancia de más de tres días en una misma ciudad, supone un avituallamiento, físico y mental, y lo agradezco.

El plan se cumple a la perfección y el monasterio de Sveti Naum enlaza nuestros caminos, Ohrid abre las puertas del país y nos plantea la convivencia de mística y turismo playero, chancla y monasterio, curiosa mezcla. Fuera de temporada, el menú ofrece ducha de neones, habitación de discoteca, frescos ortodoxos y fortaleza medieval, pero sobre todo horizontes que a Pablo le embelesan, y a mí también. Bastante para continuar a Skopje entre nevadas montañas. 

Plaza de Macedonia. Skopje

En la plaza de Macedonia, Alejandro, Magno, hace honor a su apellido, caballo puesto de manos imponiendo canon y estilo que se extienden por toda la capital, que tiene que ser Capital. Pero el río, fuerte, agresivo, establece una frontera, norte sur, ayer y hoy, o más bien mañana. 

Mapa turístico de Skopje con edificios inacabados
El barrio turco permanece impasible a las grúas y andamios que levantan una ciudad clásica, cine citá que nunca fue, 
buscando el esplendor que ya no será. Los carteles enseñan a los turistas incluso lo que no es y será, pero al menos advierten, atención, obras. 


 Y mientras, las teterías, las mil y una noches, el olor a especias y el muecín, que entona su llamada, pero siempre al norte del Varda. Dos ciudades en una una, que son una y no se asustan, Toledo en los Balcanes si quedara algún judío, que aquí ya tampoco, el 43 los cercenó.

Mezquita de Mustafá Pasha. Skopje

Cruz del Milenio sobre el Monte Vodno desde Skopje
Y al fondo la Cruz, del Milenio, en lo alto del monte Vodno, pero sobre todo Teresa, de Calcuta, y de Skopje, que la vio nacer y la vio partir, y que empequeñece a Alejandro, y a Filipo, y está por todas partes. 

Pero la ciudad es coqueta, vital, y mira descarademente a occidente, mientras Europa, la otra, se hace la despistada. 

Y no, ni sombra de los refugiados, no es este su camino. Teresa ya no está aquí para cobijaros. 


Los días pasan veloces, demasiado, y consumimos nuestro tiempo conociendo esto y lo de allá, encontrando a Eylem y a su amiga, que nos traen Kosovo y sus penurias, el pan nuestro de su trabajo, qué lejos y qué cerca queda ahora. Y terminamos, qué mejor, en el Cañón Matka, naturaleza viva a la vuelta de la esquina, esparcimiento dominguero del Skopje urbanita. 

Cañón Matka. Macedonia
Nos recuerda lo que es Macedonia, la que siempre fue, y bifurca nuestros caminos, yo al este y tú al oeste, mañana será distinto, sobre todo para mí, pero que días tan estupendos.
Museo Arqueológico. Skopje



En la estación la taquillera, sentencia, y me despide,
-¿Te gustó la ciudad? Espero que no... ¡es Disney World!







Plaza Macedonia. Skopje


lunes, 14 de marzo de 2016

VI. Cruzando la frontera

Tengo que llegar a Ohrid, Macedonia, donde al día siguiente me espera mi amigo Pablo, y tras de valorar las distintas rutas posibles opto por la que bordea el sur del inmenso lago que separa ambos países. Mi idea inicial era otra, por lo que desde Berat me dirigí al norte hasta Tirana, la capital, donde enlazaría al día siguiente con el autobús que lleva a Skopje, ya Macedonia, y así cruzar cómodamente la frontera y acercarme a Shkodra, ya próximo a mi objetivo. 



Sin embargo horas después de llegar a Tirana, y comprendiendo la imprevisibilidad de ese supuesto único autobús diario, del que no hay constancia en la oficina de turismo, decido retomar la aparentemente más complicada vía del sur que no ofrece transporte para cruzar la frontera, pero qué importa eso, estamos en Albania.


Lago Ohrid. Macedonia
El día en Tirana me dejará una impresión poco precisa, camino a un progreso todavía sin determinar, y la agradable sorpresa de reencontrar a Ky en el mismo albergue, donde, otra vez, la hospitalidad local me hará cuestionar si el desarrollo enfrió la humanidad en occidente.


Barrio de Tirana
Dedicamos la tarde a conocer la ciudad, y trato de explicarle lo que fue el pueblo ilirio mientras contemplamos el mapa de sus territorios en el Museo Nacional, demasiado lejos de Malasia para comprender. También a mí me cuesta enlazar los hechos más recientes, los carteles en inglés desparecieron con lás lápidas romanas, la segunda planta es sólo apta para versiones oficiales históricas, recuerdo del pasado más reciente.

Estación de autobuses. Tirana
La estación sur de autobuses se fusiona con el mismo fondo del Estadio Nacional, lo cual me facilita su localización en esta bonita mañana, algo inquieta por el reto que espera, y el minibús hacia Pogradec, regido por un digno matrimonio, conductor él, revisora ella, esperará a que se llenen las plazas para partir. Circo de antaño, vida de hoy. El recorrido me va a mostrar algunos de los paisajes más hermosos de Albania, entre los que se esconden alguno de los 60.000 bunkerpreludio de lo que podré contemplar al descender a la ribera del Lago Ohrid desde las montañas circundantes, dejando en mí la impresión de haber atravesado un país ciertamente hermoso, aún oculto para el turismo.
Valle de Elbasan. Albania
No sé muy bien cómo consigo que señor y señora entiendan que me quiero apear lo más cerca posible de la frontera, pese a que Pogradec, el último pueblo albanés, dista todavía algún kilómetro de la misma. El caso es que me sueltan al pie de una reunión de taxis ya a la salida, medio con el que alcanzaré, ahora sí, el puesto fronterizo.

Tierra de nadie entre Albania y Macedonia
Sólo queda recorrer, a pie por la carretera, el tramo de tierra de nadie entre el puesto albanés y el macedonio, y los dos kilómetros que distan al Monasterio de Sveti Naum, Silos del cirílico y la ortodoxia macedonia, lugar emblema, naturaleza mística.
Monasterio de Sveti Naum. Ohrid, Macedonia


La pequeña hazaña se
suavizará cuando descubra un agradable sendero por el bosque que desemboca a las puertas del monasterio, caminante medieval que llegó a su destino.



La bandera comunitaria sobre la chapa del puesto de control fija en mi retina. La misma que no muy lejos de allí contemplan tantos ojos sin destino. Me siento pequeño y casi avergonzado cuando pienso en lo que hice hoy y lo que ansían ellos. Este, oeste. Vallas. Fronteras.

San Juan Cananeo. Ohrid, Macedonia