Todavía recuerdo la angustia que provocara en mi infancia aquella mini serie televisiva basada en la novela homónima. Siempre me pregunté por qué vivían bajo un volcán si éste podía entrar en erupción. Vanessa me hace la misma pregunta ahora desde el mirador del castillo y le respondo por defecto que querían vivir ahí... (?)
Pompeya, con el Vesuvio al fondo |
La mañana ha cambiado la sensación de oscuridad y peligro que me transimitieron anoche las calles de Nápoles, y el desayuno en este hostal escondido en un edificio protegido por una Cancerbera de moño y escoba, y regentado por un matrimonio chino, neorrealismo de siglo XXI, me insiste con el Norte-Sur, Alemania-Brasil, de los compañeros con los que cenaré después.
Templo cerca de Villa Diomedes. Pompeya |
Demasiados andamios y calles cortadas como para disfrutar de una experiencia histórica en Pompeya, yo que quería pisar toda la ciudad. Tan sólo Baco en su Villa de los Misterios -que me los desentraña aquella exposición de no hace tanto en Caixa Forum,
Villa de los Misterios. Pompeya |
quién me iba a decir- y el Fauno que parece querer huir, no sé si del amenazante Vesuvio, o del ejército de operarios, gorrilla y argamasa -¿de verdad saben lo que se hacen? No creo que a estos les dejara reformar el baño de mi casa-.
Las pavimentadas y ya casi solitarias calles de Pompeya al atardecer, ahora sí puedo sentir el pasado, se convierten de nuevo en las asfaltadas de Nápoles
cuando nos dirijimos a esa antigua pizzería de paredes de azulejos verdes y blancos, mesas de mármol y clientela popular, donde la pizza napolitana, único plato del menú, es, ahora sí, auténtica, y sin embargo actor secundario en este ambiente tan añejo.
Creo que Moritz y Vanessa no comparten del todo mis sensaciones, pero nuestra conversación hará de la noche un momento para recordar que se prolongará a la mañana siguiente en el paseo por las fortalezas de la bahía. Químico y bióloga con alma de actriz, y un castillo borbónico, el dell´ Ovo, curiosa historia que no me cabe aquí, Capri al fondo y mar y cielo gris, antes de la no fachada del Teatro San Carlo, Orfeo y Monteverdi merecen más. Esa noche de ópera que no podrá ser pero quizá algún día, porque tengo que coger el bus a Bari y el ferry a Durres, esa misma noche.
Castel del´Ovo. Nápoles |