Macedonia suena a historia, antigua, a conquistas y a Alejandro, a un pasado glorioso engullido por la madre Grecia. Y sí, a fruta en cuenco de cristal, y ya sé por qué.
Detalle del monumento a Alejandro Magno. Skopje |
Un vistazo rápido al mapa contradice la leyenda, no puede caber todo en un país tan pequeño. Y no, no cabe, Macedonia fue mucho más de lo que hoy parece, y Grecia, la de hoy, lo confirma queriendo para sí el título y los honores. Fyrom para ellos,
Alejandro para nosotros.
Pero Macedonia se reafirma, concurso de banderas y monumentos, el tamaño sí que importa, a falta de terreno ganemos espacio al vacío.
Y entre medias los turcos, y Tito, o la negación de un pasado que para nuestro taxista fue mejor, y ahora sí, tenemos la macedonia en el plato, helenos, otomanos y comunistas en una misma biografía. No es poca cosa.
Macedonia será un respiro en mi camino a la semana de partir. El encuentro programado con un viejo conocido, curriculum vitae de viajero, y la estancia de más de tres días en una misma ciudad, supone un avituallamiento, físico y mental, y lo agradezco.
El plan se cumple a la perfección y el monasterio de Sveti Naum enlaza nuestros caminos, Ohrid abre las puertas del país y nos plantea la convivencia de mística y turismo playero, chancla y monasterio, curiosa mezcla. Fuera de temporada, el menú ofrece ducha de neones, habitación de discoteca, frescos ortodoxos y fortaleza medieval, pero sobre todo horizontes que a Pablo le embelesan, y a mí también. Bastante para continuar a Skopje entre nevadas montañas.
Pero la ciudad es coqueta, vital, y mira descarademente a occidente, mientras Europa, la otra, se hace la despistada.
Los días pasan veloces, demasiado, y consumimos nuestro tiempo conociendo esto y lo de allá, encontrando a Eylem y a su amiga, que nos traen Kosovo y sus penurias, el pan nuestro de su trabajo, qué lejos y qué cerca queda ahora. Y terminamos, qué mejor, en el Cañón Matka, naturaleza viva a la vuelta de la esquina, esparcimiento dominguero del Skopje urbanita.
Plaza Macedonia. Skopje. |
Pero Macedonia se reafirma, concurso de banderas y monumentos, el tamaño sí que importa, a falta de terreno ganemos espacio al vacío.
Y entre medias los turcos, y Tito, o la negación de un pasado que para nuestro taxista fue mejor, y ahora sí, tenemos la macedonia en el plato, helenos, otomanos y comunistas en una misma biografía. No es poca cosa.
Macedonia será un respiro en mi camino a la semana de partir. El encuentro programado con un viejo conocido, curriculum vitae de viajero, y la estancia de más de tres días en una misma ciudad, supone un avituallamiento, físico y mental, y lo agradezco.
El plan se cumple a la perfección y el monasterio de Sveti Naum enlaza nuestros caminos, Ohrid abre las puertas del país y nos plantea la convivencia de mística y turismo playero, chancla y monasterio, curiosa mezcla. Fuera de temporada, el menú ofrece ducha de neones, habitación de discoteca, frescos ortodoxos y fortaleza medieval, pero sobre todo horizontes que a Pablo le embelesan, y a mí también. Bastante para continuar a Skopje entre nevadas montañas.
En la plaza de Macedonia, Alejandro, Magno, hace honor a su apellido, caballo puesto de manos imponiendo canon y estilo que se extienden por toda la capital, que tiene que ser Capital. Pero el río, fuerte, agresivo, establece una frontera, norte sur, ayer y hoy, o más bien mañana.
Mapa turístico de Skopje con edificios inacabados |
El barrio turco permanece impasible a las grúas y andamios que levantan una ciudad clásica, cine citá que nunca fue,
buscando el esplendor que ya no será. Los carteles enseñan a los turistas incluso lo que no es y será, pero al menos advierten, atención, obras.
buscando el esplendor que ya no será. Los carteles enseñan a los turistas incluso lo que no es y será, pero al menos advierten, atención, obras.
Y mientras, las teterías, las mil y una noches, el olor a especias y el muecín, que entona su llamada, pero siempre al norte del Varda. Dos ciudades en una una, que son una y no se asustan, Toledo en los Balcanes si quedara algún judío, que aquí ya tampoco, el 43 los cercenó.
Cruz del Milenio sobre el Monte Vodno desde Skopje |
Y al fondo la Cruz, del Milenio, en lo alto del monte Vodno, pero sobre todo Teresa, de Calcuta, y de Skopje, que la vio nacer y la vio partir, y que empequeñece a Alejandro, y a Filipo, y está por todas partes.
Pero la ciudad es coqueta, vital, y mira descarademente a occidente, mientras Europa, la otra, se hace la despistada.
Y no, ni sombra de los refugiados, no es este su camino. Teresa ya no está aquí para cobijaros.
Nos recuerda lo que es Macedonia, la que siempre fue, y bifurca nuestros caminos, yo al este y tú al oeste, mañana será distinto, sobre todo para mí, pero que días tan estupendos.
En la estación la taquillera, sentencia, y me despide,
-¿Te gustó la ciudad? Espero que no... ¡es Disney World!
Museo Arqueológico. Skopje |
En la estación la taquillera, sentencia, y me despide,
-¿Te gustó la ciudad? Espero que no... ¡es Disney World!
Plaza Macedonia. Skopje |