Visiones de un viaje sin destino ni final, rumbo Este tierra y mar, un mundo por conocer. Un buen día salí desde Madrid, y de momento sigo andando, hasta donde llegue...



domingo, 17 de julio de 2016

XXXIX. Y se marchó

Tras el formidable acercamiento a la naturaleza salvaje en el interior de las Cameron Highlands, me dispongo a continuar mi viaje por Malasia, para la cual dispongo todavía de un par de semanas. He decidido rodearla según las agujas del reloj. Las distancias físicas no son grandes, pero sí las culturales y paisajísticas en un país con tanta variedad, histórico punto
estratégico de rutas migratorias y coloniales donde convergen la práctica totalidad de religiones fundamentales.

Mi idea inicial es de continuar hacia Kota Bharu, al nordeste del país, ciudad natal de mi compañera de viaje Ki, pero dispongo de tiempo para recorrer algo más. Algunos de mis ya amigos latinoamericanos de Kuala Lumpur se encuentran ahora en la antigua colonia portuguesa de Georgetown, Penang, y no me encuentro lejos de allí. El lugar posee una rica historia y atractivos naturales, así que decido desviarme del camino y unirme de nuevo a la troupe latina, a su alegría natural y ansia por descubrir que traen consigo en la maleta, equipaje inmejorable para cualquier viaje. 




Y llego a Penang, isla hoy unida a la península por un puente
Calle de Georgetown
sobre el mar, siempre cruce de caminos, de culturas y de tiempos, Georgetown su capital es bien consciente de su atractivo y engalana sus esquinas, plagadas hoy de arte urbano en 3D, listo para posar, mientras mira hacia adelante olvidando su pasado, totalmente colonial. Las calles cambian de nombre pero no pueden renegar de su acento portugués, cuando no es del inglés, urbanismo elegante y mansiones por doquier, sus
Mansión colonial en Georgetown
dueños se marcharon y ahora no saben ya qué hacer, la mayoría reposan aletargadas viendo cómo la isla crece en vertical.

Entente fortalecida por más sandalias españolas, castellano de pro y emigrante balinés, recorremos y sentimos ese aire entremezclado, barrio hindú, mesa china,
Templo birmano, Georgetown
especias e inciensos de ritual. Vemos que el turista asola Penang, pero Penang no se detiene y vive con intensidad, las barcas siguen faenando y los templos miran hacia el cielo, colores llamativos y figuras casi de cuento, un buda descomunal que reposa allí tumbado, y los monjes en traje de momia que no sé si respiraron o son sólo para la ocasión.
Templo budista, Georgetown
El caso es que nos alimentan, reestreno oficial del hermoso templo hindú, celebrándolo con cena tradicional, que fue ayer, también hoy, y mañana, y nos ponemos a la cola, somos uno más.

Y no lejos de Penang, reposa otra isla, por nombre de Langkawi, y Claudia y Walter allá qué apuntan, cada uno con su camino. Seguiré también sus pasos, ávido por conocer, ocasión pintiparada, inmejorables trotasuelas
Calle de Georgetown
 un lugar hermoso y natural en el que también descansar.

Así que abordamos un ferry de sardinas y surcamos hacia el norte, ya no lejos de Tailandia. Arena fina en la playa, y un partido en la orilla, el sol que va cayendo destapando el tarro de las luces, acuarela en movimiento de nubes deshilachadas, casi un Van Gogh en relajado.


Playa Cenang, Langkawi
Y el turismo aquí que manda, pero aún queda sin corromper, nos lanzamos al descubrimiento con cuatro ruedas o más bien tres, grupa vieja y destartalada que implicará un acto de fe. Por la izquierda y con ouka lele alcanzamos primero un templo, patrimonio de serpientes, aunque no al natural, y bastante mejor así, con los budas nos conformamos. Ya no queda aquí ni una,
Templo budista, Langkawi
nos dirá luego un paisano, difícil de creer, cuando hay selva y mucho mono y naturaleza de interés.

Una cascada y algunas playas, y un recuerdo en mi memoria de aquella otra isla reunionesa, pariente algo lejana pero con bastante en común. Tocamos techo en Langkawi y volvemos a descender, pocas esquinas nos quedarán mientras la música dirige nuestros pasos, Y se marchó la afinación, pero queda el compás,  
Costa norte de Langkawi
y una melodía de atardecer que contemplamos ya en el mar. Ayer fue inmenso y hoy es casi igual, y por qué siempre esa paz, y ese algoespiritual, sol y agua y color, y un horizonte sin final, el tiempo pasa y se pasea, al menos aquí y en este momento, quién pudiera detenerlo. Pero es un pájaro sin jaula, que vuela alto y vuela libre, y así tiene que ser.




Una cena y confort, y un cruce de palabras que nos lleva hasta la noche, y luego a la mañana, y acabamos donde empezamos, inmensa playa blanca con islote de colofón, lugar para disíacos que ya debo abandonar, corro el riesgo de acomodarme y me quedan todavía muchas leguas por recorrer. Nuestros caminos se bifurcan con destinos ya distintos, Claudia al sur, Walter al norte, y yo siempre hacia el este, hermoso viaje que se marchó,

pero ya empieza uno nuevo. 

Buen camino compañeros, fue un placer andar con vos.