Visiones de un viaje sin destino ni final, rumbo Este tierra y mar, un mundo por conocer. Un buen día salí desde Madrid, y de momento sigo andando, hasta donde llegue...



viernes, 1 de abril de 2016

XII. El Príncipe de las Tinieblas

Tras consultar detenidamente mapas y medios de locomoción, compruebo que llegr a Odessa por la costa del Mar Negro, desde Varna, todavía Bulgaria, destino final en origen, se torna complicado por la imposibilidad de cruzar el delta del Danubio, no hay barco que lo permita. Tampoco hay línea de tren directa, y son demasiados kilómetros y fronteras para jugar a la oca de las mashrutkas. Sin embargo desde Tarnovo parece haber buena comunicación con Bucarest y posteriormente Chisinau (Moldavia), desde donde a su vez podría tomar una mashrutka, sólo una, que me lleve a Odessa en no demasiado tiempo. La decisión está tomada, tengo cuatro días para llegar a mi destino el día previo a que parta el ferry, 6 de abril, tiempo escaso pero suficiente para atravesar tres países y conocer lo que pueda de Bucarest, Chisinau y Odessa.




Tan lejos y tan cerca. Rumanía se ha convertido de un tiempo a esta parte en un país realmente próximo a España, puente aéreo lingüístico y largo Corredor del Henares, quizá reflejo de un pasado patrio no tan lejano. Mi impresión sobre su gente, menuda, la que mejor conozco, es realmente notable, y una buena carta de presentación para esta próxima parada. Veremos qué nos depara.

Loba Capitolina. Bucarest
Por Veliko Tarnovo pasa un tren que muere en Gabrovo, tan sólo unos kilómetros más al norte, donde a su vez hace parada un internacional que me llevará a Bucarest.
Cruzando el Danubio, tren Gabrovo-Bucarest

El retraso que acumula sirve para añadir dos coreanos más al viaje, que de nuevo ven en mí una tabla de salvación, agujero negro cirílico, del que yo tampoco salgo airoso, aunque reconozca Sofía en los tablones. Pero el mejor encuentro está por llegar, rubio alemán de rostro forjado en el camino, tez morena, barba poblada y noble mirada, sabia, no eres tan joven como aparentas, y no pareces alemán, si eres tan alto como yo. Mochila ligera, pies de gato colgando, sus ojos hablan de horizontes lejanos, altas montañas, eternos atardeceres, y de una forma distinta de viajar, de sentir, de pensar. Compartimos vagón y pareceres, más con la mirada que de palabra, en este nuevo paso fronterizo, siempre mortificante, y una visión común de la vida, para mí es un placer y un aprendizaje este rato de travesía. Yo de ida él de vuelta, pero siempre en el camino. De la vida.

Palacio del Parlamento. Bucarest
Bucarest, mañana de domingo. La ciudad antaño gris hoy se torna azul y primavera. Sol radiante y largas avenidas. Mis andares me conducen por el nuevo bulevar, capricho de Nicolae, para ver el horizonte.
Qué más da el barrio antiguo, piqueta y martillo, al garete con él, llegó la Ceaucisima. Pero hoy sí que es del Pueblo, carrera popular y el Palacio en la meta, Vaticano de los horrores, ahora Frankestein con la niña, acogiendo en la llegada.

Carrera popular. Bulevar dul Unirii. Bucarest

Pero la sombra es alargada, y cuesta no verla en Bucarest. Dos horas de agua caliente a la semana, electricidad cuando tocaba, y largas y heladas madrugadas para el pan de la cartilla. Seamos grandes y sin deuda, que decía Nicolae, pero Nadia no le cree, saca un 10 en escapada. Drácula que se reencarna, y la sangre que se agota, mientras los edificios se trasladan, ingeniería egipcia en los Cárpatos, salvaguardemos lo que nos queda.


Plaza de la Revolución. Bucarest
Llego hasta el final, plaza con nombre de fecha, demasiado sangrienta para festejar, aunque sí para homenajear.

Fin de una historia que no alcanzo a comprender, no en su final, pero sí en su recorrido, ¿de verdad queríamos ser todos iguales? ¿O era el odio a lo demás? ¿Y qué pasa con los nuestros, si no comen nos da igual? ¿Qué son las ideas, un camino o un final?


Memorial del Renacimiento. Bucarest
Pero aquí mandaba Vlad, terror y justicia por la sangre. Echó al turco y echó a la hoz, empalando y fusilando. Y él aquí que permanece, pequeño busto en el callejón, vigilando sus dominios.
Vlad Tepes. Ciudad Vieja, Bucarest