Visiones de un viaje sin destino ni final, rumbo Este tierra y mar, un mundo por conocer. Un buen día salí desde Madrid, y de momento sigo andando, hasta donde llegue...



miércoles, 13 de abril de 2016

XVI. Madre tierra

La geografía física y política del terreno organizan ahora mi camino sin mucho margen para la elección. Con idea de conocer algunos de los lugares más significativos de los países caucasianos, tengo que adaptar el recorrido a las vías que permiten desplazarse entre montañas y terrenos prohibidos. Abjasia al oeste, Osetia en el centro, Chechenia algo más allá, todas en los límites aún borrosos entre Rusia y Georgia, eterna lucha tierra etnia que me cuesta entender y llamas adormecidas que prefiero no pisar, aunque lo gordo ya pasó. Y sobre todo Nagorno Karabaj, entre Armenia y Azerbaijan, donde el fuego es de verdad, sobre todo desde abril. Y por si esto fuera poco, Turquía y Armenia frontera cerrada, restos del naufragio, Armenia y Azerbaijan más de lo mismo, obvia situación, y Rusia e Irán, arriba y abajo, para los que no tengo visado, y la verdad, no mucho interés en este preciso instante. 

Conclusión, mi ruta será un zigzag, siempre horizontal, siempre rumbo este, aunque ahora poco a poco, entre Georgia y Armenia en las próximas semanas.




Desde el noroeste montañoso, casi límite con Rusia, me encamino pues al sur, lentamente hacia Armenia, con dos paradas previstas, Kutaisi y Ajaltsije, que aprenderé a pronunciar al cabo de un par de días.

Mirador de la Catedral. Kutaisi
El paisaje ahora cambia, Georgia de interior, que se allana en cierto modo, al menos en comparación. Pero la naturaleza aquí siempre es poderosa, y los ríos lo demuestran, corrientes siempre fuertes, alma de un país que no entiende de sutilezas.

Kutaisi es historia, pasado y presente. Corazón de la Georgia medieval, e incluso algo después, lugar de eterna invasión, primero los mongoles, luego otomanos, y de nuevo los cristianos, y antes David el Constructor, que más que a rey antiguo me suena a empresario español, de última hornada. 
Río Rioni. Kutaisi
Pero no, un guerrero del medievo, piedra fundadora, que aquí fue coronado y dejó para siempre la impronta en un lugar para la historia, que hoy es catedral, muy reconstruida, la Unesco que se alarma, y una ciudad postindustrial sin mucho que ofrecer. 

Y leo algo más, Kutaisi es famosa, en España y Barcelona... Promesas del Este fuera de pantalla, clan de la mafia que sí que es de verdad. Recorro la ciudad y no puedo evitar, cochazos y gigantes, igual ellos no son, pero ya los veo en todos lados... 

Ajaltsije

Fortaleza de Ajaltsije
El medievo continúa en Ajaltsije, cruce de culturas, como mucho en esta tierra. Un ejemplo de convivencia, no de hoy sino de ayer, mezquita con iglesia, en la misma fortaleza, que domina el horizonte. 

Castilla en la memoria, Toledo por qué no, pero el gusto de esta gente, tras tanta desolación, es reconstruir todo al milímetro, y resulta cartón piedra. ¿Es esto lo que fue? Habrá que creerlo así, la verdad es que cuesta un poco.

Ciudadela de Ajaltsije

Valle de Aspindza, cerca de Vardzia
Pero aún queda lo mejor, un poco más al sur. En un cañón de extrema belleza se esconde Vardzia, ahora sí original, pasado -¡y presente! monasterio y ciudad. Excavadas en las rocas esas cuevas, manchas en la distancia, que se tornan reales en la proximidad. 


Vardzia
Un terremoto que dejó al aire toda la complejidad, inservible ya la mayoría, pero aún algunas para vivir, y después de un tiempo oscuro, aquí que vuelve a morar algún que otro monje. 

Recorro el lugar, videojuego de escaleras, ahora arriba ahora abajo, con el río siempre enfrente, y observo estas hoquedades, tierra madre adaptada, y esos largos pasadizos, oscuros como la noche -¿dónde acabarán?-. Lugar para el retiro, eterno y de verdad.


Cueva en Vardzia
                                     Vardzia
Y los niños otra vez, mashrutka de la vida, a mi lado único sitio, y allí que se sienta ella. What is your name que me pregunta, después de un buen rato contemplando mi mirada, exótico que soy como pocos que haya visto. Comienza una conversación, qué importan los idiomas, ella que pregunta, y yo que le respondo. 

Sus 8 -¿?- años bastan para comprender lo que haga falta, aunque la lengua sea otra, que de inglés aún poco manejo. Y de mí hacia mi tablet, ese extraño tesoro, ¿puedo? me pregunta, pues claro ahí la tienes. Y a ver qué fotos hay, una a una las repasa, para alante y para atrás, y dónde es esto, dónde lo otro, -ooh, beautiful, me dice. Y poco antes de bajar, descubre ahora la cámara, y qué hago yo con esto, pues un selfie de los dos... 

Su madre que se ríe, su hermano que todo lo mira, más menudo aún que ella, y yo agradezco este rato, sonrisas en el camino...