Visiones de un viaje sin destino ni final, rumbo Este tierra y mar, un mundo por conocer. Un buen día salí desde Madrid, y de momento sigo andando, hasta donde llegue...



lunes, 25 de abril de 2016

XX. Kazbek

Para continuar mi viaje hacia el este, y siguiendo con el zigzagueante camino que llevo por la región caucásica, debo antes volver a Georgia, desde donde sí podré alcanzar Azerbaiyán, frontera aquí ya abierta, finis terre oriental. Pero no quiero prisas, de eso ya sé demasiado, antes quiero conocer la capital y algo más del Cáucaso, en su zona ahora central, muy accesible desde Tbilisi. Así que decidido, serán unos cuantos días más por la tierra de San Jorge y Prometeo.


Tbilisi es un poco de todo, historia y modernidad, fortaleza en lo alto a la que llega un funicular.

Vista de Tbilisi 
Turismo casi de masas, algo que hacía tiempo no veía, y mucha reconstrucción, que me deja un poco frío. Aún así el río y el barrio antiguo conservan ese aire de caravansar. Oriente y occidente, y ahora Europa en su totalidad, por deseo y apariencia, quizá no tanto por esencia.

Panduris, Museo de instruementos

Puede que por ser una reentrada, o porque la meteo condiciona y anuncian nubes en el próximo horizonte, mi interés por la capital no acaba de despertar, museo de instrumentos con panduris, y poco más, así que me encamino casi de seguido hacia Kazbegi, o Stepantsminda, poco antes de que el Cáucaso sea Rusia, allá en Vladikavkaz.

Vista nocturna de Tbilisi y su fortaleza
Mashrutka sorprendentemente cómoda, o yo que me voy acostumbrando, no puedo evitar caer en brazos de Morfeo, y cuando despierto madre mía, todo ha cambiado. La "autopista militar", ingeniería rusa en el pasado, vía natural que atraviesa las montañas y conecta sur y norte.


Paso de Jvari, "Carretera Militar"

 El paisaje es brutal, carretera serpeante entre arcenes imposibles que asciende hasta el paso de la Cruz, que eso es Jvari, tremenda encrucijada, montañas amenazantes, blancura azucarada. Ahora ya bajamos, frente a esa flota rusa, hilera interminable, fiesta de camiones, y al poco es Kazbegi, posada y final.

Y Kazbegi es poeta, es pueblo y es montaña. Curiosa historia la de Alexander, vecino de la localidad, primero universitario y luego buen pastor, de ganado, no de almas, así es la vocación, y entonces a escribir, y ahora llega la fama, novelas y teatro, y el pueblo toma su nombre. Enterradme sólo aquí, desde donde vea la montaña, que ya será Kazbek, y aquí moran los dos.


Monte Kazbek sobre parte de Kazbegi

El pueblo es más bien feo, aglomeración en la ladera, mucha chapa y poca madera, nada alpino salvo el lugar. Pero uno mira arriba y se olvida, cúspides por todos los lados, sobre todo ese Kazbek, forma piramidal que recuerda al Everest, algo más bajo eso sí, pero con 5000 ya no va mal. Sin embargo accesible, apuntes de futuro.


Pueblo de Kazbegi
Y en la mañana empiezo a subir, primero hacia el monasterio, emplazado ahí en medio, situación privilegiada. Pero al poco cambio mi rumbo, ya lo pensaba anoche mientras veía diluviar, si amaina y alcanzo esa otra colina la vista será mejor, si encuentro un camino, por qué no intentarlo. Y no sé si de cabras, pero al menos algo es, una senda para subir, y corono la visión. Es pronto y estoy en mi ambiente, el Kazbez me hace de imán, así que vamos a continuar. Hacia arriba se complica, pero todavía puedo seguir, corono otra colina, y veo una más allá. 



La cresta es progresiva, pero empieza a arreciar un viento de altitud que me hace tambalear. Ya es cuestión de orgullo, hasta que ya no pueda más, casi son 3000 y el Kazbek justo ahí enfrente, sigamos hacia arriba. Si fuera con paraguas ya sería Mary Poppins, me cuesta la vertical, sopla como nunca y de aquí no puedo pasar. 
Pero contemplo el escenario, mereció la pena el esfuerzo. Desde aquí me acuerdo ahora, como en tantas otras cimas, del pequeño compañero de ascensiones, angelote que nunca se fue, una sonrisa y una escalada, y de todos aquellos que suben un Kazbek cada día, va por ellos este post.