Visiones de un viaje sin destino ni final, rumbo Este tierra y mar, un mundo por conocer. Un buen día salí desde Madrid, y de momento sigo andando, hasta donde llegue...



jueves, 26 de mayo de 2016

XXVII. Badakhshán (I) - Atrapado en Kalai Khum

Tras la consecución de visas y permisos, todo está listo para continuar por la recóndita región de los Pamires, oficialmente conocida como Gorno-Badakhshán, otro Tan en el conglomerado de repúblicas de nuevo cuño que constituyen Asia Central. Sin ser independiente y perteneciendo a Tayikistán, el Badaghstán es una orografía imposible de mesetas entre 3000 y 4000 metros de altitud, rodeadas por picos de más de 7000, auténticos guardiantes fronterizos que protegen pueblos aislados en valles de ríos caudalosos, donde el tiempo se detuvo. Su situación en el mapa no puede ser más estratégica, limitando al sur con Afganistán, de quien tan sólo un pequeño río les separa, al este con la China Uighur, y en su esquina sudeste con el corredor artificial del Indu-Kush, vía de escape entre Afganistán y Pakistán mirando al Karakorum, su agreste relieve y aislada localización permitió a sus pobladores mantenerse al margen y en relativa calma ante los vaivenes y conflictos de sus más directos vecinos, bastante tuvieron con los suyos. Si el planeta tierra tuviera un ombligo, bien pudiera estar aquí.


Recorrer estos territorios no es nada sencillo, quizá el mayor desafío en mi viaje desde que saliera de España hace ya unos meses. Los Pamires, nombre popular tomado de los valles que lo pueblan (y no de sus picos como habitualmente se confunde) ofrecen muy escasas vías naturales de comunicación,y tan sólo unos pocos caminos atraviesan el territorio, dependiente de ríos que se desbordan, glaciares que se funden o laderas que se descomponen. 

"Pamir Highway"

La "Pamir Highway" es la vía más famosa, eufemismo del tamaño de los picos que la circundan, una de las carreteras con mayores peligros y escenografía en todo el planeta, y que enlazando con el tramo que une Dushanbe y Khorog, discurre paralela a la frontera con Afganistán surcando los valles de Gunt y de Wakhan más al sur, remonta luego hacia el norte bordeando ahora China, hasta alcanzar el vecino Kirguistán. Este será pues mi camino.

La negociación será larga, más que ninguna hasta ahora. 
Sin transporte colectivo de ningún tipo, 
Stand de todoterrenos para Badakhshán, Dushanbe
el único medio de desplazamiento es el coche compartido, nada nuevo bajo el sol, pero sí en el formato, y es que ahora sólo un todoterreno puede osar entrar en la partida. Casi toda la mañana y parte del mediodía hasta alcanzar un acuerdo, no queriendo yo pagar por un asiento vacío, no queriendo él salir sin renunciar a un pasaje, punto medio inalcanzable hasta que aparezca otro paisano, cuando ya parecía que el día sería perdido.


Pero el vehículo merece la espera, 
tengo buenas sensaciones y pocas ganas de jugar a reparaciones en mitad de un no sé dónde. La carretera serpentea de momento sin problema, alto en el camino, comida y sorpresa, detrás del restaurante, ¡un pabellón de boxeo!, deporte nacional, y mis compañeros de vehículo que me invitan a echar un ojo, de otra forma no sé si osaría. Nobleza en guantes desgastados, saco de golpeo repleto de sueños olímpicos, y un contraluz en puente al pasado, cuando el boxeo era de barrio y de héroes populares, quizá aquí todavía lo es, Las Vegas están lejos y el dinero también, recuerdo a un Casius Clay que ya será por siempre.

A partir de aquí ya todo cambia, y empieza el festival. Fin de la carretera, comienzo de la pista, que sube y serpentea como buscando escapatoria, el asfalto ahora es tierra, roja y salvaje. 

Por si esto fuera poco empieza el desfile de los que vienen al contrario, tropa de camiones del Asia Oriental, 
Subidos a la cnueta para que pasen los camiones
China necesita vías de salida y esta es una de ellas, poco importa que no haya firme, sus mastodontes de ocho y diez ruedas sólo entienden de destinos y poco de caminos, hay que exportar todo lo que se pueda, y en el camino las cunetas y un ángulo imposible para dejarlos pasar, la prioridad la dictan el tamaño y el PIB.

Pasando el puerto cae la tarde y al fondo llega un río que marca el camino, frontera natural, Afganistán del otro lado, todo será en paralelo. Según se va la luz aparecen otras tantas, pero ahora del otro lado, vigilantes en la noche en esta zona tan sensible, sensaciones extrañas mientras miro y no veo.



Aldea de Afganistán
Llegamos a Kalai-Khum de donde hoy no quiero pasar, ocho horas de traqueteo fueron ya suficientes, con otras tantas por delante.  Posada y noche y a la mañana entiendo el ruido de una corriente atronadora que desciende desde las cumbres y rellena el Pyang, que se hace aún más grande. Y ahora como ayer, esa montaña hermosa y verde ahí enfrente, tan cerca y tan lejos, sigue siendo Afganistán y me cuesta asimilarlo, 
Desembocadura de torrente en Kalai-Khum
avispero tan televisado que aquí parece natural, ribera sur de un río en el que no se tienden puentes.

Kalai-Khum es juvenil, como todo el tercer mundo, futuro inmediato y curiosidad infinita para con el que es muy de afuera, que pueblo arriba pueblo abajo espera algo con ruedas que pase y pueda cargar consigo, y continuar así el camino. Pero pasan las horas en el puente, luego en la plaza y en la avenida principal, y lo poco que asoma no tiene hueco o continuidad, hoy de aquí no salgo.


Y cuando vuelvo a la posada un par de motos en el garaje, ¡matrícula española! Zamora en la carretera, encuentro de primera. Sesenta años que son nada, y la mente es la que manda. Me ofrecen la montura, solidaridad de compatriotas, pero su camino es contrario al mío, apuntando ya hacia España, después de Rusia y Mongolia y un sinfín de carreteras desde que salieran de Castilla, olé a su valentía. Aunque me quedé atrapado en Kalai-Khum, el encuentro lo mereció, mañana será otro día.