Visiones de un viaje sin destino ni final, rumbo Este tierra y mar, un mundo por conocer. Un buen día salí desde Madrid, y de momento sigo andando, hasta donde llegue...



domingo, 22 de mayo de 2016

XXVI. Buscando visa

Tras dejar atrás Samarcanda me dirijo a Tashkent, la capital de Uzbekistán, donde se me abren tres opciones paralelas cual puntas de tenedor para proseguir mi viaje hacia el este. La primera y más natural, continuando en línea recta hacia el extremo este de Uzbekistán por el Valle de Fergana; la segunda, algo más al norte, por territorio kazajo primero y kirguís después con dirección Bishkek, fronteras inmediatas en este conglomerado de repúblicas Tan; y la tercrera y más complicada, en orografñia y burocracia, más al sur por la también vecina Tayikistán y la remota región de los Pamires, uno de los techos del mundo.

Descartada la primera, Valle de Fergana zona de extremos y barbas largas, con su pan y sopas que se las mojen, para colmo un cementerio de residuo nuclear de tiempos de guerra fría, a cielo abierto y sin cortapisa ambientando el lugar, mi primera opción será la mucho más interesante de Tayikistán, teniendo como alternativa, en el muy probable caso de fracaso en la consecución de los permisos, la que discurre por el norte.

Sea como fuere todos los caminos comienzan en Tashkent, así que hacia allá que me dirijo.



Y lo que en principio iba a ser tren por avatares del camino acaba siendo de nuevo coche compartido, lo
"Estación" de coches compartidos, Tashkent
que las apps creyeron inventar aquí en Asia Central funciona desde tiempos ancestrales, primero en carromato luego cuatro ruedas, siempre un blablá y al poco hay un car, cuestión de negociar y el destino está servido.

La jornada hoy será larga, de nuevo paisaje de aridez que no invita a la ensoñación sino a pasar de largo, y entre medias alguna parada, no a llenar el depósito sino el tanque de gas del maletero, que aquí la gasolina casi no funciona, y aún no sabiendo el motivo me pregunto si no será un avance, quizá exportable a cualquier otro lugar.

Plaza Amir Timur, Tashkent
Todo llega y también Tashkent, avenidas de elefante, todo a lo grande, y metro que recuerda a quién pertenecieron,todavía las garitas al final de la escalera, operaria vigilante que no sé muy bien qué pinta, controlando el devenir de las masas arriba y abajo.

Pero yo vengo a lo que vengo, y mi objetivo es la embajada, de nuevo Tayikistán, última bala para un visado tras el fiasco de Bakú, cónsul ausente y futbolero. Así que a la mañana allá que me encamino, poca esperanza con los informes que he recabado, pero buenas sensaciones que se vienen pronto abajo cuando llego a las puertas, caos insospechado con magma de locales, ambiente de rebajas y Dédalo sin laberinto.

Cartel publicitario, Tashkent
 Pero al fondo una puerta, y un funcionario que me aclara, con dinero todo se arregla, si me hace los deberes en tres horas tiene su visa, y por supuesto doy el sí quiero, no es algo decabellado. Pero aún queda lo mejor, burocracia de primera, a ver cómo relleno el impreso en uzbeco elegante, y lo que es aún mejor, escribo carta de solicitud, a conseguir antes de todo en un sótano ad hoc, donde horror vacui de personas, coger numerito y esperar suena a futuro de utopía, aquí es hacer bulto, codos y avanzar, y en unas cuantas horas igual llegar al mostrador en forma de mesas y operarios. 
Cerca de Oybek, frontera Uzbekistán-Tayikistán
El paisaje que se nubla, pero olvido que esto es el este, y por suerte o por desgracia ser de fuera aquí sí que ayuda, triste privilegio de raza blanca que me abre alguna puerta y facilita el cometido, aunque no me ahorra los sudores.

Así que prueba superada, visado y vía libre, mi ruta se define, será Tayikistán. Cierto que aún falta otro permiso, pues los Pamires son Badaghstán, dentro y fuera del país, algo especial, pero eso se pide en Dushanbe, otra historia que ya vendrá, de momento lo celebro despidiéndome de Timur, esta vez a caballo, con cemento y cristal, que esto es la capital.

Río Syr Daria, Khojand, Tayikistán
Nuevo día y nueva frontera, y esta es de las buenas, de las de recorrer a pie, pasillo de alambradas en terreno de nadie, carretera que no sé si une o separa, y red de voleyball en el campo adyacente, entre puestos militares y alambres de espino, ¿jugarán amistosos internacionales los guardias de frontera?

Bazar de Khojand
El escenario cambia al poco de cruzar, la planicie se va encrespando, primero colinas y luego montañas, y sensación de otro lugar, bastante más hermoso. Pimera parada en Khojand, 
y lo que iba a ser un rato me convence a extender, el Syr Daria serpentea calmo, curso ancho y relajado, paz que se contagia reflejando el azul cielo, verdes y amarillos según va cayendo la terde, el pueblo en sí no es gran cosa, pero el entorno lo embellece.
Vendedora, Khojand
En el centro el bazar, alfa y omega en oriente, hervidero y bullicioso, nunca me encontraré a gusto en este lío de tenderetes, pero es sinónimo de vida y entiendo su valor.


Y enseguida la propaganda, tarjeta de presentación de lo que viene en adelante. El presi que preside, todo lo posible, no hay hueco sin carteles, banderas o pancartas, ambiente navideño con luces nacionales, horrible corta y pega que roza el

escarnio a ojos de el de fuera, pero que pinta de matón rodeado de la infancia.

Cartel "presidencial", Khojand
Sin embargo Khojand vive al margen y el pueblo está en la calle, para arriba para abajo, ambiente mediterráneo, paseos y terrazas. where are you from e inglés perfecto, y comienza una conversación que se extiende por la avenida, 
joven emigrante que ya volvió de lejos, ahora 
Avenida de Khojand
paseando con hermana y familia que me muestra lo que es la hospitalidad tayika. Tarde hoy ya para cenar, mañana marcho ya, lástima no poder aceptar la invitación, de seguro una experiencia que hubiera sido interesante.

La ruta a Dushanbé ya son palabras mayores, puerto eterno de montaña atravesando cordilleras que explican lo que es un país montañoso, paisaje descomunal, carretera que no lo merece, con razón ahora es un 4x4, si no yo creo que no llegamos.


Montañas Fan, en la carretera Khojand-Dushanbe
Nueva mañana de papeleos, esta vez algo más fácil, aún con proceso farragoso, y ahora sí que sí, todo ya está en regla, Pamires y Badaghstán, ya no hay nada por medio, aunque ahora empiece otra historia, la de organizar el camino, que lo exótico tiene sus contras, falta de medios y logista, he ahí el desafio.

Tiempo ahora para Dushanbe,
Avenida Rudaki, Dushanbe
que no parece capital, ciudad de acento decimonónico que resulta agradable. Avenidas arboladas, y un ritmo más bien pausado, aún con palo de bandera el más grande del mundo, camino equivocado para ser alguien en el mapa, los monumentos no apabullan y dejan espacio al viandante. Tchaikovsky en el teatro, recuerdo de un pasado sin libertad, pero al menos cultural, y ¿qué flota en el aire? ¡pléyade de saltamontes! No estoy tan lejos como para que sean

un manjar, y aquí reinan a sus anchas, verdes saltadores buscando aterrizaje, como uno se descuide se convierte en lugar propicio, el parque es todo suyo, con colores nacionales.

Y el día termina en el albergue, reunión de aventureros, parece éste sitio propicio para lo mejor de cada casa. Motoristas británicos atravesando toda Asia, ciclista de San Sebastíán, 58 años a pedales, salió de Londres y sin parar, mujer brava como ninguna, y unos cuantos otros de su padre y de su madre, atraídos por lo desconocido, lo remoto y lo imposible.
Avenida Rudaki, Dushanbe
Algunos son turistas, coleccionistas de placeres, pero otros son viajeros, y ya en los rostros se palpa la diferencia. Cuando el fin es el camino lo de menos el disfrute, no se trata de vacaciones sino de una forma de vida, de entender y de aprender. En sitios como éste no hay encuentro mejor, a ellos que me arrimo para que me muestren el camino, que ahora como entonces seguirá con rumbo Este.



Monumento a Ismail Somoni, Dushanbe