Y nada bueno leo sobre este nuevo paso fronterizo. Ciudad del Este suena a película de otro tiempo, a leyes no escritas más que en los cañones de unas pistolas que no están sólo en mi imaginación, y a contrabando de cualquier cosa que encontrase comprador. Y algo así parece ser y me tiene preparado casi para lo peor, el
Ciudad del Este, desde un autobús local |
La mañana siempre es otra cosa, y con algo de más tranquilidad ahora sí me acerco a la frontera y contemplo el maremagnum de centros comerciales, tiendas y ambulantes, paraíso andorrano de mercancías bien dispares que no quiero ni oír ofrecer, me lanzo al puente tras el sello a cruzar una vez más este río de la vida hacia tierra brasileña, que sigue siendo guaraní.
El temor y el contrabando que se quedan a mi espalda y empieza ahora el portugués, ese que ya escuché en voces encontradas durante mi largo recorrido y que espero volver a ver, mientras acelero el paso hacia las cascadas que tanta fama atesoran.
Puente de la Amistad, frontera Paraguay-Brasil |
El impacto no puede ser mayor, es agua y es naturaleza, casi sin tocar, y un torbellino de emociones que
Cataratas de Iguazú desde el lado brasileño |
Un corto pero largo camino con vistas de impresión me llevan desde la altura hasta el principio de todo lo que es hoy, caída y extensión. Una torre en su final que pretende dominar el agua en su salto, ofreciendo una atalaya inmóvil y temerosa, protegiendo en su base una valiente pasarela que se interna en las fauces del dragón que no la traga por desinterés, de nuevo el hombre jugando a ser mayor, sin entender el tamaño de su pequeñez.
Pasarela sobre una de las cascadas, lado brasileño |
Coatí |
Otro caminito atravesando la espesura y de nuevo las cascadas que hacen acto de aparición, aquí con más detalle y menos extensión, creí entrar en el camerino de estas actrices de excepción contemplando tan de cerca su guardada intimidad.
Cascadas en el lado argentino |
Entre medias aún más selva, que aquí es mucho más cercana, monos sin diplomacia buscando su ración, y esas aves del paraíso que contrapuntean a lucifer y elevan al Cielo este paraíso.
Unos restos de pasarela que cuentan la historia de un enfado que debió ser descomunal, y otra nueva y alargada que se posa en el ombligo de este agujero, capricho natural, remojón de agua eterna para el que ose aproximar la mirada a su final.
Me apoyo en la barandilla y me dejo naufragar en este agua que no cesa y que explica una vez más, lo que somos y lo que no, uniendo la visión de los que por aquí pasaron y los que vendrán.
Y será todo igual, o al menos parecido, eterna agua que ha de correr.
Unos restos de pasarela que cuentan la historia de un enfado que debió ser descomunal, y otra nueva y alargada que se posa en el ombligo de este agujero, capricho natural, remojón de agua eterna para el que ose aproximar la mirada a su final.
Me apoyo en la barandilla y me dejo naufragar en este agua que no cesa y que explica una vez más, lo que somos y lo que no, uniendo la visión de los que por aquí pasaron y los que vendrán.
Cataratas desde el lado argentino |
Garganta del Diablo |