Es noche cerrada y ya han dejado de sonar los tambores que temblaron durante toda la tarde al fondo de la calle. Noche fresca, pero agradable, y un sinfín de estrellas jalonando el cielo negro sobre el jardín, donde todavía se seca el mural que estuvo pintando Mauricio, y una charla, larga, reposada, obligada tras la cena, y que nos lleva de un lugar a otro de nuestra vida e imaginación, hasta donde yo no conozco pero él sí, y a veces yo sí pero no él. Y luego el silencio, y la paz, y el olor a jazmines y a incipiente primavera, tan cerca de la selva y de la historia, y de este encuentro de culturas con nombre guaraní. Noche, cerrada, y otro de esos momentos por los que cogí aquel día el tren, siento esa plenitud de estar donde debía y de vivir con intensidad, y quizá incluso entender algo más de todo este camino.
Con Río de Janeiro como destino definitivo, trazo un recorrido que me va a llevar a remontar el río Paraná, buscando las famosas cataratas de Iguazú y el paso hacia Brasil. Las distancias son largas, esto es América,
Río Paraná a su paso por Rosario |
Y en Rosario la primera parada desde el viejo Buenos Aires, de nuevo la cuadrícula, orden cartesiano al que no logro acostumbrarme, y que aligera la personalidad de lo que entiendo de otra manera. Pero al fondo espera el río y el paisaje en cambio radical. Enorme Paraná que me introduce ahora sí lo que es América de verdad. Un carguero que lo surca según la tarde va cayendo, y el paseo inundado por una vida paseante
Monumento Nacional a la Bandera. Rosario |
¿Y si hacemos un arroz? Hay tomates, más verdura, y con un poco de carne y un poco de ilusión de aquí sale una cena de teniente coronel. Y le digo claro que sí, que salgo a comprar, yo de pinche y Mauricio el chef, y preparamos una velada al son nacional, la posada es ahora hogar, y en la tele un noticiero que debate las verdades y las que pudieron no ser tanto, un país que habla como pocos y que hoy hierve como el caldo. Pero Mauricio lo ve claro y con su voz bien agarrada me desgrana la realidad mientras corta la cebolla.
Y ahora llego a Paraná, y resulta que es domingo, y dónde compro la tarjeta con la que tomar el colectivo. No hay problema
Catedral de Paraná |
Pero vuelvo otra vez al río y la tarde lo abarrota. Pescadores, caminantes, biciclistas, vendedores, esas señoras con sus leggins y las parejas entrelazadas, la corriente que no cesa, y la vida que tampoco.
Río Paraná en la ciudad del mismo nombre |
Ruinas de San Ignacio Miní |
Museo de San Ignacio Miní |
Al día siguiente atravieso San Ignacio, selva y un camino que no termina hasta el Paraná, siempre el Paraná, Paraguay del otro lado y una brisa y temperatura que me hacen detenerme y contemplar, lapachos floreciendo, los buitres en lo alto, libertad en el ambiente y paraíso terrenal. Es tarde y vuelvo al hostal, pero Mauricio ya no está. Así lo intuía yo y así tenía que ser él, en la noche ya me anticipó que era tiempo de partir, y en la nevera aún los restos de esa cena que no olvidaré. Vagamundos con hatillo que un día rompió con la totalidad, pájaro libre
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Que te vaya bonito mi buen amigo, me enseñaste una lección que espero nunca olvidar, ojalá que nuestros caminos se vuelvan a cruzar.
San Ignacio |