Visiones de un viaje sin destino ni final, rumbo Este tierra y mar, un mundo por conocer. Un buen día salí desde Madrid, y de momento sigo andando, hasta donde llegue...



domingo, 28 de agosto de 2016

XLVI. Tereré

Tanto la misión jesuítica de San Ignacio Miní en la provincia de Corrientes de Argentina, como la región selvátiva y guaraní en la que se asentó, me han generado un gran interés por la zona y por la historia de estas misiones, y según me cuentan al otro lado del Paraná, en la orilla paraguaya, quedan otro buen número de las mismas en buen o incluso mejor estado de conservación, así que pese a estar ya en la definitiva cuenta atrás de mi viaje, decido cruzar el río e introducirme en Paraguay, creo que valdrá la pena.



Y para cruzar el Paraná la mejor y casi única opción desde donde me encuentro supone desandar mis pasos hasta la ciudad fronteriza de Posadas, largo puente de unión que cruzo en autobús hasta la vecina Encarnación, y ya estamos en Paraguay, la frontera podría ser cualquier otra de tantas que rebasé, idas y venidas y una barrera que aquí no es tal, el Mercosul abre unas puertas invisibles salvo para unos cuantos entre los que estoy.
Calculo a ojo donde apearme de este autobús local e internacional, curiosa paradoja cargada de argentinos ¡que vienen a comer! y se marchan tras el café, y es que la inflación les empujó a saltar ríos que no son de plata. El sol que marcha tranquilo y Encarnación pasea elegante con la luz de atardecer, las tornas se
Misión de la Santísima Trinida del Paraná
cambiaron y la hermana pobre se hizo rica. El ambiente se relaja y ya no huele a inseguridad, disfruto de nuevo al pasear sin usar el periscopio.

Pero en la mañana y en la estación veo las cosas de otra manera, comprendo ahora sí una realidad depauperada que conserva todavía el mercadeo ambulante de los lugares sin consolidar, primera prohibición del mundo del capital. Y allí cojo el autobús que me deja en Trinidad, Santísima del Paraná, otra nueva misión tan escondida como las que ya vi. Una plantilla similar y algo más de imaginación para asociar las ruinas a una idea genial en su concepción, y que dejó estas piedras como testigo de lo que fue. Enorme iglesia roja, abierta 
Iglesia de la Santísima Trinidad
hasta el cielo, y esos músicos en miniatura, tan lejos de Santiago, pero herederos del Camino. Joya del arteguaraní que ya era otra cosa y que todavía se puede sentir acercando el oído.
Y no muy lejos Jesús, éste de Tavaragüé, iglesia sin acabar porque Carolo no aguantó más, y casi enfrente una portería con guardameta improvisado que me despide a Encarnación con la tierra roja en mis zapatos. 

¿Y qué hago ahora? ¿Regreso a Argentina y ya para Brasil? Algo me dice que no, que he de profundizar en esta tierra con tanto por descubrir aunque mi tiempo sea ya escaso. San Cosme y Damián, algo más al oeste, por qué no ir a esta última misión que hoy tornó en pueblo siempre a la orilla del Paraná, me 
Reloj de sol en la misión de San Cosme y Damián
recomienda el francés, y le voy a dar la razón. Pero ahora somos tres, cuando ya quedó muy atrás en elespacio el extremo oriente, aparece de nuevo en mi viaje con este par de coreanos de poco español y mucho en arrojo. Unos meses adelante y las tornas se cambiaron, soy yo ahora el nativo hablante y el que hace de traductor.
Y San Cosme es hoy fiesta, ¿por qué tanto algarabío? Visitamos la iglesia con un ojo hacia la plaza mientras el sol se pone en el reloj que detuvo el tiempo aquí ya para siempre, las estrellas se alinearon para aquel jesuita cargado de catalejo que adelantó la hora de su era.

Monumento al padre Buenavetura, San Cosme y Damián
Pero son flores y son niñas, cargadas de colores, y de una vida que respira plenitud, naturaleza y sencillez, y cuando queremos darnos cuenta somos parte de esta fiesta en la que lo de menos es por qué y lo de más es esta lección que los ricos aprendemos. Sin solución de continuidad, primero un grupo y luego otro, bailes de
un folklore que resulta universal, idas y venidas agitando los corazones de la concurrencia que nos acoge como unos más. Ahora aquella chica que entona con la guitarra por su querido Paraguay, y en el suelo y en derredor todo el pueblo que la admira y nosotros que aún más, voz desgarradora que penetra el alma sin preguntar. Los agasajos que no paran, que si una chipá que si un poco de tereré, y ¡eres español! Pues te vienes a mi casa que somos ramas de una misma raíz. Y todo por la ambulancia, la que el pueblo ansía con necesidad, buscando fondos para una vida, algo más digna que la de ayer, y me siento casi avergonzado por lo poco que nunca valoré algo que ya vino de la mano de mi cuna y mi ciudad.

Cae la noche en San Cosme y Damián y es un cielo todo estrellado, puntillismo natural que tanto maravillara al buen Buenaventura y que es imposible no mirar en este teatro natural con aroma de la selva y tremenda sonoridad. Es momento de compartir, y empiezan las batallas, que con Ro y Pino ya son de hermanos, de la hermandad que une al viajero, al que lo es de corazón, como me explica mi ya buen amigo. Tú llevas eso que yo también, cuando fui de Londres a Seúl y entendí cuál era mi pasión, y otro mucho de la vida, y yo que nunca pensé en llegar aquí ni fui consciente de todo el kilometraje siento lo que me cuenta como algo personal con lo que ya nada será igual.


Y hasta Asunción que voy a llegar, empujado por el instinto, no hay tiempo para seguir pero al menos avistar lo que es el centro gravitacional de un universo tan poco conocido. El aroma ya es de ciudad pero el sentir sigue siendo igual, locura por el balón y es que hoy es un domingo, y en la Catedral confirmación de juventud y de futuro, la de este bello país donde nadie es forastero y que merece mucho más de lo que hoy t
Palacio de los López o del Gobierno, Asunción
odavía no es, según me cuentan en la distancia. Las calles de Asunción cargadas de murales, coloresguaraníes y un algo de rebeldía ante el gris de la ciudad, que se hace rosa en el palacio y de noche aún más. 

Y me paro en el relieve, historiando un encuentro no tan oscuro como algunos nos contaron, y es que la historia es para los vivos y para los muertos fantasía, tantas veces reinventada por negras manos sin inocencia, el guaraní es realidad y es testigo de un pasado que sin él no sería hoy, al igual que lo que vi y sentí en el corazón de esta buena gente de hoy que me lo abrió de par en par. Somos primos, somos hermanos, y que sea por siempre así, que viva Paraguay, qué bonito fue encontrarte.

Monumento a Domingo Martínez de Irala