Un inmenso Pacífico de tan sólo ocho horas separa Auckland de Buenos Aires, y el finger del avión me conduce al reencuentro de una lengua que es la mía, extraña sensación llegando por los oídos que no quieren obedecer, y se olvidan de la mochila para escuchar un paisaje sonoro comprensible tanto tiempo después. Pero no siento tanta alegría como cabía esperar, la lanzadera a la ciudad termina por transportarme a la que
Edificio del Congreso |
Pero he recuperado la sensación de libertad, de viajero con alas aún con fecha de caducidad, así que volaré todo lo alto que pueda, desde esta misma mañana. Sol de invierno y cielo azul que me llevan hasta el Parlamento, en una cuadrícula sin fin que nació para orientar y me produce lo contrario. Gris añejo en las calles y ese sabor novecentista con elegancia trasnochada, fotografía de una Europa que hoy en día ya no está. Un ejército de palomas al son del viandante, y otro casi tan numeroso de almas sin ocupación, campamentos en las plazas y muros con pintadas, algo no va bien y hasta un ciego lo vería.
Teatro Colón |
día fueron de niños y ahora son nostalgia para abuelos, y entre tantísimos cachivaches hallo un espejo, y me veo reflejado en un cuaderno que se titula México 86, rodeado de juguetes que pudieron ser los míos, y de una y mil infancias que sin saberlo fueron las mismas aún tan lejos en distancia.
Un poco más allá y es el Teatro Colón, templo anaranjado de una cultura con arraigo, que siento italiana mucho más que española cuando me paro a mirar el menú en las esquinas. Pero el Colón es argentino, y sus paredes son fuera de banda para un balón que marcó gol a Borges que mira de reojo el partido desde su atalaya de cartel.
Escaparate de Buenos Aires |
Y de algo así me habla Luis, otro encuentro de posada, universidad de la vida, huyendo del agujero que se abrió en su Caracas, ahora busca nueva vida en estos pares boanarenses, que aquí también hay refugiados sólo por pensar distinto.
Con el orgullo bien henchido, almuerzo con un Gasol no tan lejos de aquí, me asomó al atardecer de la Casa Rosada, y lo que era un aviso aquí es una constatación, zarzuela de protestas y campamento de excepción. Pañuelos y banderas, y una total reivindicación, que sería del país si no hubiera de qué protestar, es lo que siento al mirar, pero esto viene de más atrás y parece sin final.
Plaza de Mayo |
Barrio de la Boca |
Barrio de la Boca |
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Barrio de la Boca |
El balón es crucifijo y el arco el altar, opio de un pueblo que enfervoriza y enferma de la visión, alimento para unos y manivela para otros, con la que accionan un telón que esconde las miserias.
Pero Buenos Aires es pasión e historia de supervivencia, italianos y españoles, gringos y morochos, bailando todos con balón lo que Gardel entona cada mañana, y poco importa lo demás, una copa de vino y el sonido del bandoneón, ahora entiendo dónde estoy.
Mural en un calle del Barrio de la Boca |