China toca a su fin, tras casi un mes recorriendo el país de oeste a este un cúmulo de sinsabores y un algo de fatiga mental harán que abandone el pais algo antes de lo previsto, pensando que ya sentí y viví todo lo que necesitaba para entender la China de hoy en día. Y Corea será mi próximo destino, siguiendo Rumbo Este y poniendo de algún modo punto y final a uno de los leitmotivs de mi viaje, pues Corea supondrá la última frontera que alcance por tierra o por mar. Por delante y en esa idea sólo queda Japón, y el hecho de ya conocerlo y del incremento de presupuesto que supondría visitarlo harán que lo descarte e inice así una nueva etapa en mi camino, ahora ya también por el aire.
¿Y por qué Corea del Sur? Descartadas las vías terrestre, Rusia al norte con visado harto difícil de conseguir, al sur Laos y Vietnam, largo y costoso viaje hasta la frontera y temporada de
monzón, Corea del Norte al este, factible pese a todo, pero sólo mediante tour organizado a precio de uranio enriquecido, restan las alternativas de Taiwán y Corea del Sur, por vía marítima,
aparte de Japón, algo más allá, y será el interés por comprender algo mejor la triste situación que define a un país partido por la mitad el que haga que me decante por Corea del Sur. Pero por mi mente ya transitan nuevos destinos y horizontes, por lo que esta vez no recorreré el país y estaré sólo unos cuantos días en Seúl, tiempo para comprender y tomar un respiro tras el difícil camino por China.
Así que un tren desde Pekín y un barco desde Qingdao me ven partir para el Mar de la China Oriental, niebla espesa y sin
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Ferry Qingdao-Incheon |
final que sólo en la mañana levantará su mano alcanzando las costas de Incheón, puerto de entrada a Corea.Pero anoche el Weidong Ferry ya me hizo de introducción, aún en camarote de Hermanos Marx, cincuenta almas en horizontal, y un par de huevos duros, serán las luces de neón y otra forma de mirar, atrás los empujones y el ansia por pasar, empieza el karaoke.
Conglomerado de ciudades, mega urbe en conclusión, Seúlasusta y apabulla mientras engulle sus contornos, Incheón ya es suya y una línea de metro desembarca hoy donde los americanos aquel día. Pero no me dejo asustar, bajo esta jungla de edificios y alquitrán, espero a su gente de la que tan bien oí hablar, y levanto la mirada buscando lo que busco, un contraste con lo anterior. Y en nada que lo encuentro, may I help you una y luego dos, qué más puedo decir.
Pero todo esto lo presuponía y mi interés está hacia el norte, enlo que hoy se a denomina zona desmilitarizada, curioso eufemismo. Contrariando mis costumbres me embarco en touroperador, pues no hay otro camino para alcanzar lo
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Carretera hacia la DMZ, zona desmilitarizada |
que queda de Guerra Fría, muro de contención con forma de línea recta, Paralelo y cartabón que parecen casi broma hasta que se llega a la alambrada, los puestos militares se suceden en la carretera, esto sigue estando en guerra porque no se en guerra porque no se firmó la paz, y a fe que lo demuestran.
Pero cuesta entrar en situación. Muro separando las dos antiguas vías, un llanto con forma de lazo, y el corazón partido entre la nube de turistas, estamos fuera de lugar y nadie parece comprenderlo, siento formar parte de un show que ha perdido su lugar, entierro de la sardina fuera de carnaval. Cierto que no hay otro
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Observatorio sobre Corea del Norte |
camino, y que es el modo de entender, pero la tienda de souvenirs al borde del campo minado me resulta demasiado.
Un tunel entre tantos y la nueva estación, enlaces norte sur con carácter bien distinto, unos para invadir y los otros para unir, aunque me empiezan a surgir dudas cuando escarbo en la historia y percibo un sentimiento belicoso en el Museo de la Guerra, ansia por terminar lo que un día China repeliera, y no parece que la sombra de Maquiavelo ocupe sólo una mitad. Hasta el piano es de espino, ya no suena sino llora.

Dejo atrás el Paralelo y el ambiente militar con triste sensación, no parece que haya final ni atisbo de reconciliación, y apunto antes de ireme a la Corea que maravilla,
progreso y tecnología a ritmo de Gangnam style. Un encuentro de excepción, un amigo de mi amigo que me hará de embajador, Jaime me levanta la cortina. ¿Es oro todo lo que reluce? he ahí mi gran pregunta.
Cortesía de campanillas e ingenuidad de niño grande, perdió en humanidad mientras ganaba en apariencias, hoy lidera Pisa y marca ritmo bursatil, arrobas de modernidad, el aire aquí es wifi. Pero el oro se oscurece cuando pasamos al interior, Peter Pan con barba de tres días y ojeras de trasnochar, tres canales retransmitiendo partidas de videojuegos, consumo de pornografía sin casi rival mundial, competencia inhumana desde el jardín de infancia, estaciones principales con vallado antisuicidio. Para ya no sigas, que no quiero saber más.
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Interior de una casa tradicional |
Metro al aeropuerto y no dejo de pensar si este es el camino sinsalida del progreso occidental, o sólo circunstancia de una tierra singular, marcada por una guerra, que no era la suya. Buena impresión la mía pero corta, es la verdad, y ya no sé qué pensar.
Y me acuerdo ahora de Tee, rebelde coreano que conocí meses atrás, todavía en Bulgaria, refugiado de conciencia huyendo de la licuadora de humanidad, errante por el mundo en busca de un hogar, es ahora cuando te entiendo, suerte en tu peregrinar.
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Palacio Changdeokgung |