paisaje cambia al poco de arrancar, incluso dentro del autobús, sombreros tibetanos perfilando rostros distintos, tostados, ajados, que me trasladan al altiplano, no sé si a este o al de más para allá, mientras arena y cemento van quedando atrás. La carretera se abre paso serpentenado al margen de un hermoso cañón que trae el verde y la altura, pastos para el ganado y aguas todavía no demasiado embravecidas que me devuelven una serenidad perdida en la frontera.
Vista de Xiahé |
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Calle de Labrang |
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Peregrina, Monasterio de Labrang |
El turista se desvanece entre monjes y peregrinos, por fin la autenticidad, en Xiahé lo sagrado venció a lo pagano y esa cabra que se merienda el presente y congela el pasado, última frontera pare la masa con-sumisa que empapilla la China del presente, y las ruedas de la Kora que no cesan de girar, vía crucis perimetral que mistifica Xiahé.
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Kora del Monasterio de Labrang |
Miro al suelo y veo barro, y botas negras que lo pisan, calzado distintivo con el gorro amarillo, diseño sioux que me choca y
descoloca, una orden especial, Gelugpa me dirá luego Tingting en la tarde, y un cantar desde profundis, el rito se hace trance y es difícil no caer, en el interior del templo todo es gutural hasta que suena la campana, que rompe en agudo lo que alcanzó las simas más hondas del alma y un estado especial.
Y sigo adelante, siempre ahora hacia el sur, y la carretera remonta colinas de altiplano salpicadas con todo tipo de ganado, donde el yak se hizo el rey y fuente de supervivencia. El destino es Langmusi, quizá ya no tan puro, aún siempre en torno a templos budistas.
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Langmusi |
Lo vengo masticando desde que pisé esta nueva tierra, y aún sin fuerzas ni preparación pienso que por qué no, que al menos intentar. Mis compañeros de Portugal lo plantean para mañana, aclimatación y organización, yo no tengo tiempo para tanto y me lanzo para arriba, hasta donde llegue, impulso y no pensar, única vía de escalada.
La subida es penosa, el aire que se espesa, pues ya son más de 3000, pero remonto el valle y la flor y la vista me obnubila. Qué es la vida sino esto, un desafío permanente, un luchar contra uno mismo, y dónde está el triunfo sino en no darse por vencido. Así que sin fuerzas ni resuello miro al suelo y avanzo un poco más, mente en blanco y mi corazón que quiere seguir él sólo, no puede latir con más fuerza.
Pero ya veo el final, aunque el terreno se complica, no basta con andar. Me agarro a las rocas con todo lo que me queda y me encomiendo al de Arriba, porque de aquí sólo hay una salida. Pero al final no es tan difícil, mano izquierda, pie derecho y un impulso definitivo, y ya no hay nada que subir. Banderas budistas en los maderos, y un águila que se levanta, más de 4000 metros de vida, y un valle hermoso como pocos, un pico sin nombre ni apellido y un día como cualquiera.
Pero ya veo el final, aunque el terreno se complica, no basta con andar. Me agarro a las rocas con todo lo que me queda y me encomiendo al de Arriba, porque de aquí sólo hay una salida. Pero al final no es tan difícil, mano izquierda, pie derecho y un impulso definitivo, y ya no hay nada que subir. Banderas budistas en los maderos, y un águila que se levanta, más de 4000 metros de vida, y un valle hermoso como pocos, un pico sin nombre ni apellido y un día como cualquiera.
Contemplo el horizonte imbuido de soledad, de espacio y de infnitud, y de nuevo entiendo que es mi vida, que es un vijae y es el Viaje, que podía acabar aquí y empezar uno distinto, que al final eso es vivir, que por qué subí y no lo sé, y por qué tantas preguntas y un silencio por respuesta, pero sentí la necesidad, y ahora la libertad, y cumplí con mis anhelos, que se pierden con las nubes, porque no somos nada ni lo seremos, pero qué hermoso es vivir, sólo puedo agradecer, a ti que estás conmigo, y al que se fue, y al que vendrá.