Mis primeros pasos por China me van a conduceir por lo que todavía es algo intermedio, difuso, pese a las montañas que separan y la bandera roja con estrellas, Asia Central se desvanece muy poco a poco en una tierra vasta y desértica, dominada por el Tamaklán, casi tan poderoso y devastador como el Sáhara o el más cercano Gobi. Auténtico cruce de culturas y caminos, este oeste, lugar de paso obligado para sedas y especias, el Karakorum hacia el sur, los Pamires y Samarcanda al oeste, Kashgar fue y será centro neurálgico de la Ruta de la Seda, capital hoy de la provincia, y la primera parada en mi viaje por la China.
Desde Sary Tash el paso de frontera será un viaje en sí mismo, jornada sin fin atravesando el paso de Irkhestam, serpeante carretera que surca un paisaje de leyenda, blancura virginal que mira de reojo todo lo que la atraviesa.
Con prisa por cruzar, un puesto que se rige por horario pekinés, absurda huso horario desde miles de kilómetros y que obliga a acelerar si no se quiere dormir en la alambrada. Así que coche madrugador, fiesta de kirguises paseando a Mr occidental, paremos a retratarnos en mitad de la carretera que esto no pasa todos los días, y de repente se acaba Kirguistán, tremenda fila de camiones chinos esperando turno de acceso y que puedo adelantar a pie, ventajas del mochileo. Sello en pasaporte y ahora autostop para cruzar la tierra de nadie, kilómetros de
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Paso de Irkhestam |
nada que tienen que ser en tráiler, de lo poco que me faltaba por cabalgar. Pero la diversión dura poco y me tengo que apear en el primer puesto chino, empieza aquí otra partida, nuevas reglas incluyendo la aduana que no está aquí, ¡sino 60 kilómetros más adentro! Y cómo vamos para allá, pues en un "taxi oficial", buen negocio para empezar, o pagas o te vuelves, ni en bici ni andando, gobierno chino 1- viajero 0. Y con el horario pekinés, cuando llegamos a la aduana está cerrada por pausa de mediodía, que aquí en cambio es media mañana... Horas extras de contemplación antes de continuar, pasar la revisión y ya un último taxi compartido, malaya cantonesa que me facilita la comunicación, su inglés y mandarín me hacen de puente de momento, y de aquí hacia Kashgar, todavía un par de horas.
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Familia en moto en Kashgar |
¿Y dónde está China que no la veo? Aparte de banderas y censura, comité de bienvenida, los rostros son distintos y el ambiente es muy otro a aquel que me esperaba. En efecto esto es el lejano oeste chino, zona Uigur, pueblo fiero musulmán, raíces turcomanas que lo acercan a occidente, el que para en el Bósforo, y lo alejan de una China que lo ocupa, o más bien lo coloniza, desembarco Han con gomas de borrar en lugar de bayonetas, ni muecines ni alfombras, y este año ni Ramadán, set completo de prohibiciones.
Pero mi mente está ahora en sobrevivir, calor ya de desierto y enjambre de motocicletas, sin ruido ni preaviso, silencio eléctrico que conquista las aceras, todo vale menos el casco y el peatón es solo un objeto a evitar.
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Calle de Kashgar |
Me faltan retrovisores y previsión de movimientos, y cada paso es un cara o cruz que sólo al cabo de unos días controlaré dejando que me sorteen. Mientras veo lo poco queda en Kashgar del que atravesara Marco Polo, pero las calles siguen siendo vida a rebosar, comercio y bazares, y el humo de las barbacoas que nubla la visión, que en domingo mirando al pasado. El tiempo se detuvo en el mercado dominical,
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Mercado Dominical, Kashgar |
todos vienen a Kashgar con sus mejores animales, venta, compra o trueque, campo ancestral, lo que vale es la lana, la planta o la dentadura.
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Mercado Dominical |
Tierra y polvo de escenario, pasarela de camellos y de bueyes, de vacas y de ovejas, soga al cuello y revisión, algunas bajo la lona, otras esperando en la camioneta, y las idas y venidas de compras, ventas y ojeadores.
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Mercado Dominical |
Tras unos días de reposo, lucha anti censura invocando aliados desde zona europea, y estudio de mapas y destinos, prosigo mi camino por la provincia de Xinqiang, ruta norte con el Tamaklán al sur. Turpán próxima parada, veintitrés horas de ferrocarril que me recuerdan que esto es la tierra de Goliath. Coche cama a la china, convoy eterno de literas en colmena, panal humano y termos de agua caliente a vaciar en cajas de tallarines, y un aire condicionado en forma de ventanas siempre abiertas, aroma del desierto que entra sin preguntar, polvo y arena y no cualquier temperatura, en Toledo a estas noches se las recuerda con donosura.
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Afueras de Turpan |
Casi un dia después me apeo sin llegar, aún todavía un autobús que descienda hasta Turpán, y es que además de lejos está abajo, más incluso que un mar, que aquí es sueño irreal. El termómetro enloquece, bienvenidos a la olla, ciudad puntera en China en temperatura, y aún así región poblada desde casi el principio, pero del de los tiempos. Hoy Turpan no es más que cruces en ángulo recto, y sólo el poso de los uighures insufla alma en el cemento, pero un poco hacia afuera
y se entiende el por qué, tierra fértil como pocas, que alienta la vida y la riqueza, incluso agua que no sé de donde y qu permite sobrevivir. Me armo de valor para descubrir lo poco o mucho que de aquello queda,
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Ruinas de Jiaohe |
auténtica ciudad en barro levantada, imperio milenario desafiando a la hostilidad, hoy restos ya sin forma en este pozo que recorro bajo un sol de cuarenta y cinco grados y subiendo, las ranas con cantimplora que decían en mi barrio.
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Vista desde Dunhuang |
Y ahora más al este, siguiendo por Xinqiang, se acerca el Ramadán y prefiero no mirar, bastante calor sufro y no me
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Partida callejera de xiangki, Dunhuang |
interesa aún más, el que surja intuyo con la el que surja intuyo con la prohibición, así que me alejo poco a poco siguiendo mi camino. Y éste llega a Dunhuang, ahora ya si es China, xiangki callejero y patas de cerdo al soplete, oasis antes de ayer y hoy cuadrícula perfecta que explica qué hay de viejo y qué hay de nuevo, casi nada de lo uno y un mucho de lo segundo, la revolución acultural cambió madera por hormigón, pagodas por ascensores.
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Calle de Dunhuang |
Pero un día se dieron cuenta de que el pasado es negocio, imitemos a occidente y engordemos nuestras bolsas. Nuestro Pueblo tiene que viajar y de paso consumir, pan y circo en el oriente. Y empieza un show como vi pocos, masas chinas siguiendo guías con banderita, jóvenes teledirigidos en pos de lugares que hay que ver, aunque no
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Desieerto de Kunstam |
sepamos el por qué, nuestro Pueblo es feliz pisando un desierto que está vallado y perimetrado, ¡y al que hay que pagar por entrar una auténtica barbaridad! Marco Polo y los camellos haciendo cola en la taquilla, paradoja monumental, porque el turismo no es libertad sino el número final de este show de magia que es la China de hoy en día, las dunas con alambrada...
Ya sólo quiero ver el mar y no ser cómplice de esta gran mentira.